Disminuye el agua que fluye hacia los acuíferos subterráneos

Disminuye el agua que fluye hacia los acuíferos subterráneos

Ajenos ante el alerta roja mundial por la inminente crisis de agua, en el país no se detiene la agresión a los ecosistemas acuáticos tras seis decenios de deforestación desenfrenada que rompió el equilibrio ecológico, perturbando el ciclo de las aguas, el proceso de alimentación de los acuíferos subterráneos que nutren a los ríos en tiempos de sequía.

Con el despojo de más de dos tercios de la cobertura boscosa en las cuencas hidrográficas, las lluvias descienden impetuosas de los montes desnudos.

Cada vez penetra menos agua al subsuelo y es mayor el volumen que se desliza por la superficie terrestre y escapa al mar. De ahí deriva la pérdida de caudales de los ríos, el paso de corrientes permanentes a intermitentes.

Si bien el bosque no influye directamente en las precipitaciones, ayuda a que las lluvias -única fuente de alimentación- filtren hacia el subsuelo.

En terrenos sin cobertura forestal la lluvia desprende partículas del suelo, las más finas se dispersan, rompen los agregados y rellenan los poros de la tierra. Se obstaculiza el drenaje del agua hacia las profundidades rocosas, reduciendo las reservas subterráneas.

La infiltración, mayor si el suelo es más permeable, regula la velocidad de escurrimiento de la lluvia y el flujo a los ríos, permitiendo caudales más estables. Disminuyen las crecidas, aumenta el agua del subsuelo y se atenúan las sequías.

Lluvias erráticas. Nuestros padres y abuelos oteaban el horizonte a la espera de las lluvias que refrescaban su verde hábitat. Sembraban en abril con la certeza de que en mayo el cielo las regaría. Certidumbre posible, pues no se había alterado el régimen hidrológico o ciclo de las aguas.

Hoy no es así. Debido a la perturbación climática, en vez de distribuirse más uniformemente, las lluvias son erráticas, duran menos, las sequías son más prolongadas.

Antaño se repartían durante nueve meses, ahora llueve con mayor intensidad y en períodos más cortos, con violentas crecidas de los ríos. El agua que tardaba meses en bajar, desciende fugazmente, en unos días o apenas horas.

Estudios sobre el impacto del cambio climático en el país predicen cambios permanentes en los patrones de distribución de las lluvias, con sequías más largas y temporadas lluviosas de mayor intensidad. Además, la demanda de agua para uso doméstico y agrícola crecerá al subir la temperatura y la evaporación.

En cuanto al volumen de lluvias, de momento no hay variaciones sustanciales. Aunque desigualmente distribuidas, entre 500 y 2,400 milímetros anuales (mm/año), el pluviómetro registra una media anual de 1,500 mm, alternándose años lluviosos y de intensa sequía.

Esas lluvias aportan un promedio de 73,000 millones de metros cúbicos (m3) de agua anuales. Poco más de 50,000 millones de m3 retornan a la atmósfera, evaporada y transpirada por plantas y animales.

Disponibilidad. Del flujo potencial, el país dispone de unos 25,000 millones de m3 anuales de agua, más que suficiente frente a un consumo estimado en 9,000 millones de m3/año. Como recurso global hay un gran excedente, pero evaluado por regiones se registran severos déficits.

El problema cardinal no es de disponibilidad sino de ineficiencia, mal aprovechamiento, sobrepoblación y superconsumo.

La oferta hídrica nominal se contrae con la contaminación que inhabilita inmensos volúmenes. A las aguas contabilizadas hay que restar aquellas con las que no se puede contar hasta su saneamiento, como en los ríos Ozama e Higüamo.

Pese a la aparente abundancia, gran parte de la población dominicana padece intensa escasez, situándose la oferta en la Capital y otras localidades por debajo del índice de tensión hídrica, cifrado en un promedio de 1,670 m3 anuales por habitante, según los parámetros internacionales.

De proseguir la polución y merma de los acuíferos, en poco más de una década se agudizará la escasez. Pronósticos indican que si no se actúa a tiempo, para 2025 el país no estará libre de las tensiones hídricas que amenazan al mundo.

El agua almacenada en las presas, cuyo volumen se contrae en ausencia prolongada de lluvias, no sería suficiente para enfrentar una severa sequía.

Régimen hidrológico. Pese a esas circunstancias, la explotación irracional y la contaminación persisten, y ya sentimos el impacto en el régimen hidrológico: la secuencia del agua en continuo ir y venir de la tierra a la atmósfera, impulsada por la energía solar.

La deforestación y erosión alteraron el ciclo de las aguas: evaporación, condensación, precipitación, escorrentía superficial de las lluvias e infiltración al subsuelo.

El bosque, el gran regulador de toda el agua que llega a la tierra, protege los suelos e influye en la que se desliza por la superficie. Una mayor cubierta vegetal retiene y limpia las aguas realizando funciones de filtro natural.

Al llover sobre montes arbolados, el agua se deposita en la hojarasca, que la absorbe. De ahí penetra a los poros de la tierra, infiltrándose al subsuelo por hendiduras y grietas. Circula por las venas rocosas, formando grandes depósitos que lentamente van hacia los ríos.

La cobertura vegetal es determinante en la acumulación de agua subterránea. Expertos estiman que la escorrentía en un bosque podría ser el 1% del total anual de lluvias; 30% en predios agrícolas, y hasta 50% en suelos desnudos.

Las montañas sin vegetación reciben directamente los rayos solares, se calientan y elevan las nubes. Sin árboles aumenta el rigor climático, decrece la humedad y sube la temperatura, el aire se reseca y las sequías se sienten con mayor rigor.

La deforestación en las cuencas hidrográficas, de donde las lluvias drenan hacia los ríos, ocasiona un microclima más seco por la evapotranspiración de las plantas. Más caliente por la reflexibilidad de la luz sobre la superficie terrestre.

Conservar las aguas, bosques y suelos no es competencia exclusiva del Gobierno, sino de la sociedad. Tarea urgente, pues sólo tendremos calidad de vida si además de reducir el daño causado a nuestro hábitat, se compensa con otra acción que retorne el equilibrio. Una ley fundamental de la naturaleza.

 Las claves

Pronósticos
La disponibilidad de agua podría afectarse en unos años con el cambio climático, según estudios de organismos nacionales e internacionales realizados entre 2002 y 2012. Advierten que la disminución de agua subterránea y superficial, en cantidad y calidad, causará impactos significativos en los mayores usuarios. Otros efectos :

1. Ciclo hidrológico
__ Degradación del ciclo hidrológico por deforestación, irrigación, pesticidas, fertilizantes y otros factores. Cambios en las estaciones de lluvia, las cuales serán menores en las regiones secas del Noroeste y Suroeste, provocando una merma del agua potable. Se prevén sequías más largas, mayor incidencia de incendios forestales y ecosistemas áridos más desérticos. En las regiones lluviosas, Noreste y Sureste, precipitaciones más concentradas y fuertes que aumentarán las inundaciones.

2. Mayor evaporación
__Incremento de la evapotranspiración, lo que alteraría las temporadas de cultivo y subiría la demanda de riego. __Aumento de la temperatura media anual, y del nivel del mar de 1 a 2 mm/ año, que elevará la temperatura de la superficie marina y originará salinización de los cuerpos de agua. __Mayor evaporación y cambio en la red alimentaria. (Fuentes: Ministerio de Medio Ambiente, Indrhi, USAID, ONU, Banco Mundial).

 ZOOM

Mayor consumo

Una alta proporción del agua dulce disponible en RD se perdió por malas prácticas ambientales, y la que nos queda está sometida a intensa presión por el crecimiento de la población y de la demanda. Un consumo incrementado en familias de clase alta y media alta con la proliferación de piscinas, yacuzzis, jardines y áreas verdes, al igual que en centros turísticos, con un sobreconsumo en campos de golf y otras instalaciones.

Problema del siglo

La escasez de agua dulce es uno de los siete problemas ambientales fundamentales presentados en el informe Perspectivas del Medio Ambiente Mundial, de la Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Mientras, una encuesta a 200 científicos lo califica, junto al cambio climático, como el principal problema del siglo XXI.

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