Aunque al realizar algún tipo de esfuerzo físico continuo o inusual, todos en algún momento hemos experimentado la sensación de “falta de aire”, que en términos médicos recibe el nombre de “disnea”, lo cierto es que existen serias razones para que pongamos atención a este signo de dificultad respiratoria.
Por otra parte, las complicaciones de la disnea toman un matiz aún más delicado cuando lo asociamos al mundo del “fitness”, al hábito de hacer ejercicios que cada día alcanza más adeptos entre la población.
Múltiples causas. Para ayudarnos en la comprensión de éste fenómeno fisiológico, la neumóloga y catedrática Fiolkis Familia aclara que la disnea es “un síntoma” (en otras palabras, una señal que podría revelar la existencia de una enfermedad), que “el paciente refiere como sensación de falta de aire, bajo la percepción de dificultad para respirar o ahogo de intensidad variable”.
Las causas de la disnea son multifactoriales y es ahí en parte donde reside su complejidad. Familia sostiene que se pueden dividir entre las que son de origen pulmonar y las extrapulmonares.
Entre las pulmonares destacan el asma, la fibrosis, la hipertensión pulmonar o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), cuyo principal detonante es el consumo del tabaco, y que sólo en el 2012 cobró la vida de más de 3 millones de personas según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Algunas de las causas extrapulmonares de la disnea son el edema pulmonar cardiogénico y no cardiogénico (que engloba diferentes tipos de complicaciones en el proceso de circulación sanguínea que se da entre pulmones y corazón), insuficiencia cardíaca, arritmias y otras como la ansiedad, la depresión y hasta la anemia.
La doctora explica que así como las causas de la disnea son múltiples, de igual manera el cuadro interno que da lugar a esta sensación de falta de aire es variable.
“Dentro del aparato respiratorio ocurren varios mecanismos dependiendo de la patología, como es el caso de la EPOC: desequilibrios de la ventilación-perfusión, limitación al flujo aéreo, utilización de la musculatura accesoria de las extremidades superiores, y factores psicológicos”, explica Familia. “En el corazón ocurre porque la sangre del organismo que los pulmones llevan al corazón no puede ser bombeada con eficacia para distribuirla a todo el organismo. Si el ventrículo izquierdo no bombea bien la sangre, esta se acumula en los pulmones, produciendo disnea”, añade.
Tipos de disnea. La disnea del esfuerzo puede definirse como “la que aparece al realizar un pequeño, mediano o gran esfuerzo”.
Existen otros tipos, como la disnea de decúbito, que ocurre generalmente cuando la persona está acostada y necesita elevar la cabeza para respirar apropiadamente; la disnea paroxística nocturna, que es cuando el paciente despierta repentinamente durante la noche con dificultad para respirar, y la disnea de reposo, que aparece en momentos en los que no se está realizando ningún esfuerzo físico.
Señales de alerta. Si bien la disnea puede considerarse muchas veces una “sensación subjetiva”, ya que dependerá de la “integración de muchos estímulos sensoriales, así como del contexto situacional en el cual ocurre y la capacidad del paciente para describirla”, la especialista es clara al recomendar una rápida actuación ante estos síntomas, sin importar cuán subjetivos parezcan, y presenta una lista variada de señales que nos pueden ayudar a descubrir si estamos haciendo frente a algún tipo de disnea: “Desde el momento que el paciente presenta sensación de ahogo, de falta de aire, que empiece a percibir que ya no puede realizar las actividades que antes hacía cotidianamente, porque siente cansancio excesivo, hay que prestar atención. Por ejemplo, si antes podía subir una escalera sin cansarse y ya no puede, o si caminaba dos kilómetros y ahora siente que con caminar 500 metros le falte el aire… si despierta por las noche con la sensación de ahogo, o nota dolor torácico cuando hace ejercicio, entre otras manifestaciones, debe acudir inmediatamente a su médico”, apunta.
¿Ejercicios o no? La especialista no descarta la realización de ejercicios si se padece de disnea, pero sí recomienda que se realicen bajo supervisión y autorización médica: “Siempre y cuando la causa del ejercicio no sea lo que esté desencadenando la disnea y la descompensación de la enfermedad no se lo impida, claro que se recomienda el ejercicio. Pero siempre bajo la supervisión de expertos, como es el caso de los pacientes con EPOC, para lo cual existen fisioterapeutas entrenados para orientar de qué forma se pueden realizar”.
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Ejercicios y disnea
Para el entrenador y comunicador Jochy Pascual de “Fitness pro radio” el padecer de esta condición no es un limitante absoluto del buen hábito de ejercitarse. Pascual afirma que la disnea “es una condición que el mismo ejercicio puede ayudar a mejorar”. “Un entrenador con autorización del médico del cliente puede realizar ejercicios anaeróbicos de intensidad baja a media, según la situación específica de la persona”, afirma.
No obstante, insiste en que “es importante que el entrenador sepa los diagnósticos médicos y que el paciente se mantenga lejos de gimnasios que tengan poca ventilación o en los que se aglomere un gran número de personas”. Entre la lista de ejercicios que el joven entrenador considera como los más apropiados para las personas con esta condición están los ejercicios al aire libre, pliométricos (ejercicios de corta duración que consisten principalmente en contraer los músculos vigorosamente), caminar y pesas.