Disparates y ambiciones que destruyen un partido

Disparates y ambiciones que destruyen un partido

Ya los perredeístas tienen acostumbrado al país, por lo cual se vive de sobresalto en sobresalto, a sus intrigas y arrebatos internos, cuando las ambiciones de unos cuantos los anteponen al interés nacional; solo se preocupan de alcanzar sus metas personales de ver cómo se enriquecen a costa del Estado si es que llegan al poder.

Para el 2016 el PRD va a tener 12 años fuera del poder, en donde no hay sobrecitos ni papelitos, y eso tiene a una militancia bastante decepcionada y arrepentida de ver cómo sus rivales del PLD se despachan a lo grande con los recursos del Estado; estos se vanaglorian que sus capitales son más abundantes que los del empresariado de larga data en los negocios, y por tanto, pueden competir sin necesidad de recurrir a esos aportes que antes eran tan necesarios para llevar a cabo una campaña.

Los hechos recientes de un Hipólito Mejía sublevado y estableciendo una línea divisoria con su rival Miguel Vargas, decidido a toda costa garantizarse su candidatura presidencial para el 2016, por encima de los restos descuartizados del otrora partido de la esperanza nacional, que lo dejará diezmado y confuso, le plantea al país la verdadera realidad de la resignación o de conformarse de continuar rumeando sus fracasos y escudarse en los mismos para justificar incapacidades y frustraciones.

Ya Hipólito Mejía, el pasado viernes 14, definió sus propósitos de la partida del PRD, pretendiendo desestabilizarlo y hacer fracasar la convención pautada, de manera que las ambiciones y sueños de Miguel Vargas, que sin carismas, ha impuesto una dirigencia unipersonal a nombre de la disciplina, el orden y la obediencia ciega a su persona, deja muy mal parado a un partido, que si bien tuvo un liderazgo amado y carismático de Peña Gómez, aun cuando era muy impredecible en sus decisiones, al menos era muy honrado políticamente y sabía plegarse a las ambiciones de otros, y permitía que se apoyaran en su liderazgo para alzarse en el partido con el santo y la limosna.

Que el grupo de Hipólito se desprenda de sus raíces perredeístas, para formar junto con otros pequeños grupos sin incidencia política una alianza convergente para hacerle frente al poderoso PLD, que no tiene frenos a la hora de utilizar los recursos del Estado para asegurarse su continuidad más allá de 12 años en el poder, es una tarea muy cuesta arriba, que el carisma, atracción y simpatías que irradia Mejía por su espontaneidad irreflexiva no le garantiza un apoyo masivo de una población que ya está dando muestras de temor de verse sometida por cuatro años más a un estilo de Gobierno, en que las reformas fiscales impuestas solo han servido para enriquecer a los funcionarios que se despachan con ingresos increíbles para un ministro.

Y el atractivo del PLD en el poder y derrochando los recursos, quedó demostrado en sus elecciones internas para el Comité Central, en que fueron muchos los funcionarios que gastaron sumas escandalosas de los fondos oficiales para promoverse y tratar de llegar a una apetecible posición del comité, ya que estando en el mismo aseguraban su permanencia en los cargos, o de disfrutar de nuevos que le permitieran amasar una fortuna mas sólida.

Y los perredeístas, jalando aire desde el 2004, ven esa conducta de sus adversarios con tanta bonanza, por lo que se sienten frustrados por el rumbo que toma su partido, que con un candidato que se impondrá en la convención casi a la fuerza y a nombre de un liderazgo inexistente, volverá a morder el polvo de la derrota. El PRD podría encaminarse a su opacamiento definitivo de una fuerza que, cuando llegó al país en 1961, se creyó reunía y sintetizaba los intereses y aspiraciones nacionales que necesitaba de esa corriente fresca democrática que era desconocida en aquel entonces en el país, que se sacudía de la dictadura de Trujillo.

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