Disputa en víspera de viaje

<p>Disputa en víspera de viaje</p>

FEDERICO HENRIQUEZ GRATEREAUX
No voy con Pimpollo ni de aquí a la esquina de la calle más próxima, como dicen los cubanos. – Ladislao, en primer lugar, no lo decimos así; tu no quieres salir con Pimpollo porque estás celoso. – ¿Cómo puedo estar celoso de un individuo tan necio, tan viejo y tan feo? – Té molesta que siempre me diga piropos y que sea un atrevido.

Eso no debería hacerte ninguna mella porque a una mujer como yo le dicen piropos en todas partes. En Cuba es así; por lo que me cuentas no sucede lo mismo en Hungría; pero lo que es aquí, Ladislao, no hay día en que no encuentre un hombre que quiera propasarse conmigo. Lo que pasa es que yo los pongo en su puesto enseguida. – Oye, Lidia, no iré con Pimpollo a ninguna parte; no soporto su manera de caminar con el “cuadre” y el “tumbaíto”. – Ladislao, no es cuestión de “cuadre”; es que Pimpollo conoce mucha gente en la provincia de Oriente. – Ya conozco algunas personas en Bayamo y en Santiago. He hablado con varios ancianos en la Unidad. También he escrito una carta al notario que guarda la declaración de la mujer francesa. Sé hacia dónde dirigirme. No quiero verlo ni oírlo; haré el viaje en autobús. Espero de este modo aprender más del país… con tu ayuda, si es posible.

– Sabes bien que te acompañaré con gusto; tal vez pueda cuidarte y librarte de los peligros que tu inteligencia tan grande no te deja ver; pero que una mujer simple detecta en lo que dicen berenjena. A los hombres no se puede dejarlos solos, pues de buenas a primeras se trepan a las nubes.

– Lidia, este trabajo que estoy haciendo lo comencé antes de venir a Cuba; los problemas de las Antillas vienen de los problemas entre los países de Europa. Ustedes creen que son el centro del mundo, cuando la verdad es que son más bien el borde de la historia. – La revolución cubana es el movimiento social más importante de América en el siglo XX. Eso lo saben hasta los niños. Tu estás estudiando la música de Cuba; si no fuera de primera clase no perderías tu tiempo oyendo grabaciones antiguas con el insignificante de Medialibra. – Detestas a Medialibra bastante más de lo que yo detesto a Pimpollo. No puedes estar celosa de Medialibra, puesto que no soy como Azuceno. – ¿Ladislao, estás molesto por mi amistad con Azuceno? – Es que me ha dicho él mismo que pretende salir de Cuba; quiere que yo sea traductor de su conversación con un americano que lo ayudará a irse a los Estados Unidos; también me dijo que hay una prima tuya en Miami que le buscará trabajo a Azuceno cuando llegue. Lidia se levantó de la mecedora como si le hubiese picado un ciempiés; con la cara enrojecida y las manos en la cintura, la mujer se inclinó hacia Ladislao: – Está bien, te voy a explicar la cosa entera, con todos los detalles.

– Tú eres un extranjero privilegiado que trabaja con papeles en una oficina con buenos muebles. No todo el mundo tiene esa suerte. Azuceno es pájaro; te he dicho mil veces que es una magnifica persona. La gente como Azuceno no se siente bien en Cuba; es entendible que quiera irse. Él nació así; no se trata de la “corrupción sexual del imperialismo”. Azuceno no me anunció que hablaría de sus planes contigo. Nunca te dije nada sobre mi prima porque no venía al caso. Es cierto, tengo una prima en Miami; ella logró instalar un salón de belleza; su marido trabaja en un restaurante. No es mi deseo crear dificultades para ti. Sufro por no poder ayudarte en asuntos de los que no tengo el menor conocimiento. Mis estudios, Ladislao, no alcanzan para eso. No te meteré en líos mientras dependa de mí. No sé con cuál americano quiere hablar Azuceno. Ni siquiera conozco funcionarios ligados al turismo. – Azuceno me ha invitado a un sitio de diversión que llaman La reina del chubasco. Mientras estuve enfermo los empleados de la Unidad acordaron celebrar allí una “fiesta bailable”. En ese lugar él espera ver al americano que, según parece, es un hombre de negocios. – Ladislao, es la desesperación de Azuceno que le ha empujado a contarte todo esto; le hablé de mi prima, ciertamente; pero en ningún momento le propuse a Azuceno que te hablara a ti de ella.

– Mi mayor deseo es que permanezcas en Cuba mucho tiempo y sin ningún conflicto con las autoridades. Y algo más, para terminar; sé donde baila la mujer del chubasco, pero nunca he entrado en ese local. Azuceno me recomienda siempre como la gran bailadora; él admira mi agilidad de piernas y tobillos. Quiero que sepas que aunque bailo bien nunca me he ganado la vida bailando. He rechazado ofertas del Café cantante mi Habana, de la Casa de la música y de El gallo tuerto. Es mejor que hoy te vayas a dormir al hotel. La terminal de autobuses está en Calvario – Calzada de Managua. Mañana nos encontramos en la boletería. Al poner el pie en la calle Ladislao oyó el portazo. La Habana, Cuba, 1993.

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