Distorsiones de la Copa Mundial: un juego de dos hemisferios

Distorsiones de la Copa Mundial: un juego de dos hemisferios

El fútbol, ese generador clásico de clisés, ha producido otro recientemente: que el hermoso juego es una de las industrias más globalizadas del mundo. El millardo de personas que es probable que vea el final de la Copa Mundial el mes próximo, constituyen una evidencia poderosa para el argumento.

Sin embargo, Stefan Szymanksi, un profesor del Imperial College, en Londres, y jugador de medio campo en la creciente escuadra de economistas del fútbol, dice: “Existe un gran contraste entre el dinamismo del mercado laboral del fútbol, donde los clubes tienen un gran incentivo para buscar jugadores a escala global, y el mercado del producto, que sigue siendo en gran medida `balcanizado´ por países”.

Todavía más sorprendente es que los torneos de equipos nacionales, como la copa Mundial pueden impedir que la globalización del fútbol avance, en lugar de hacerla avanzar.

Los equipos que están en Alemania son un testimonio de la eficiencia del mercado laboral del fútbol. Los 23 miembros del equipo de Costa de Marfil, el empobrecido país del occidente africano, está en su primera Copa del Mundo, juegan con equipos extranjeros, principalmente en las ligas ricas nacionales de Europa. Incluso Brasil, el más grande país del fútbol del mundo, tiene solo tres de los miembros de su equipo que juegan en clubes locales.

Esta eficiencia del mercado no sorprende. El fútbol tiene las mismas reglas en todas partes y el moderno software para el análisis de vídeo puede medir las capacidades individuales de los jugadores y tasar su trabajo. Tampoco los idiomas significan una barrera en un deporte donde la agilidad lingüística, aún en la lengua madre, no es un requisito para el éxito.

Las transferencias internacionales en el fútbol entre clubes han estado aumentando, impulsados en Europa por la señera “regla de Bosman” de 1995, mediante la cual el Tribunal Europeo de Justicia  dijo que era contrario a la ley de la Unión Europea que un club belga impidiera que el miembro del equipo Jean-Marc Bosman se desplazara al campo francés. En la inauguración de la temporada de la Liga Premier Inglesa de 1992, solo 5% de los jugadores en las nóminas eran extranjeros; en 2000-2001, era 36%, en 2004-2005, 45%.

Felizmente, este comercio global puede reducir la desigualdad entre los equipos nacionales, haciendo más competitiva aún la Copa del Mundo. Branko Milanovic, un economista de la copa del Mundo, alega que “el robo de piernas” de futbolistas de países como Costa de Marfil hacia Europa (superficialmente similar a la “fuga de cerebros” de médicos y enfermeras africanos a hospitales británicos), le permite a los jugadores exportados mejorar sus capacidades al tener que jugar con los mejores del mundo.

Futbolistas como Didier Drogba, de Costa de Marfil, comprado por el Chelsea por £24 millones en 2004, demuestra que los equipos nacionales de los países de la periferia del fútbol pueden obtener algunos beneficios de la élite de clubes europeos. “El ejemplo del fútbol ilustra el tipo deseable de globalización”, dice el señor Milanovic. “Elimina los límites a la movilidad laboral, incrementa la producción general mediante la interacción entre las personas, hace uso de crecientes retornos en capacitación, pero asegura entonces que parte de las ganancias sean compartidas con aquellos que no tienen suficiente poder económico”. Pero los fanáticos de Costa de Marfil, que están encantados con los avances de su equipo nacional, pueden sentirse menos felices si las ligas de casa son despojadas del talento  para alcanzarlo. La Copa Mundial es el evento deportivo único mayor del mundo, pero el torneo anual del fútbol es el corazón comercial del deporte. Este año se calcula que la copa Mundial gane 2,1 millardos de euros (US$2,7 millardos) en derechos de transmisión, patrocinio y boletos vendidos. Deloitte, la firma de servicios de negocios, dice que el nivel superior de las cinco ligas de clubes europeos -Inglaterra, Italia, España, Francia y Alemania-, recaudaron tres veces esa cifra en la temporada 1004-2005, y la Liga Premier Inglesa sola recaudó casi dos millardos de euros.  

Sin embargo, la globalización del fútbol sigue estando incompleta. Los clubes más importantes que dominan esas ligas pudieran conseguir mayores ganancias y más habilidades si todos jugaran entre sí, en lugar de estar segmentadas por países. El equilibrio competitivo en las ligas nacionales de fútbol suele ser pobre. Muchas están dominadas por unos pocos clubes cuyo éxito es para sí: los equipos ganadores atraen ingresos más elevados del dinero en las taquillas, patrocinio y dueños plutócratas, que le permiten superar a otros en la puja por el talento futbolístico.  

Esto contrasta violentamente con, digamos, la Liga Nacional de Fútbol de Estados Unidos, donde la competencia abierta se promueve por reglas que limitan los salarios y redistribuyen el dinero y los nuevos jugadores con talento entre los clubes. Siete equipos diferentes han ganado el NFL Super Bowl en los últimos 10 años y durante ese tiempo solo tres equipos -Arsenal, Manchester United y Chelsea- han ganado la Liga Premier inglesa. Y solo seis clubes han ganando la Liga Española en el último medio siglo.

Esto pudiera importar poco a los partidarios leales tradicionales que siguen a su equipo gane o pierda, y siguen el fútbol tanto por su pasión como por su arte. Pero los millones de consumidores ocasionales del fútbol (en particular, en los ricos mercados de las radiodifusión y del mercado de Asia, no desean ni una sucesión de juegos tediosos que se van de un solo lado, ni tienen que seguir a tres o cuatro ligas nacionales para ver jugar a los mejores futbolistas del mundo. El profesor Szymanksi dice: “No beneficia ni al Manchester United ni al Real Madrid tratar de vender camisetas [de fútbol] en Asia, cuando juegan en ligas diferentes. El valor del producto se eleva cuando se ponen juntos a los mejores clubes”.

Los clubes ricos de Europa (organizados en el “G14” de los aristócratas del fútbol), han intentado la expansión de competencias élites paneuropeas como la lucrativa Liga de Campeones anual. Una consultoría encargada por el G14 sugirió una nueva Copa Mundial de clubes. Dice que la Liga de Campeones también pudiera extenderse de los 32 clubes que juegan 125 juegos en una temporada, a 48 clubes que jugaran 269 partidos, con reducción en los juegos internacionales, para dejar espacio.

Muchos de los administradores del fútbol están asombrados, y dicen que planes como esos incrementarán de manera aplastante la desigualdad. Joseph (Sepp) Blatter, el presidente de la FIFA, el órgano rector del juego, escribió en el Financial Times, en 2004 que la globalización estaba “ejerciendo una influencia maligna en el fútbol” y produciendo “un comercio de humanos de altas apuestas”

La semana pasada, la UEFA, la asociación de fútbol europeo, también advirtió que las propuestas eran “un ataque directo a los equipos nacionales”. Mientras que los exportadores de futbolistas, como Costa de Marfil, mejoran sus equipos nacionales a expensas de las ligas locales; lo opuesto también puede ser válido para las naciones de Europa que importan jugadores. De la misma manera que los manufactureros de textiles estadounidenses temen a la ropa china barata y los factótum parisinos a los plomeros polacos, los países cuyos futbolistas compiten directamente en

Alemania, los anfitriones de la Copa Mundial de este año, están respaldando un equipo nacional vulnerable y con algunos pasados de años, que está provocando mucha ansiedad porque el influjo de jugadores extranjeros a la Bundesliga esté asfixiando el desarrollo de la próxima generación de estrellas de Alemania.

Similarmente, los concursantes menores y más pobres de las ligas nacionales están perdiendo su cordón umbilical tradicional, de entrenar jugadores y venderlos más adelante. Deloitte dice que mientras que el fútbol inglés pagó £500 millones netos por jugadores foráneos en los últimos dos años, los clubes de la Premier compraron £28 millones de futbolistas de las tres divisiones inferiores inglesas en 2004-05. La UEFA y la FIFA están tomando en cuenta esos temores para imponer cuotas a los clubes para los jugadores “hechos en casa”.

El fútbol ha sido pionero en la emigración de los juegos que pasan de pasatiempo de los pueblos a deportes comerciales para espectadores. La globalización lo está llevando más lejos. Pero todavía no ha terminado el viaje, y las autoridades del deporte están batallando por preservar al fútbol como una expresión de la identidad local y nacional, y no como otro producto sin alma de consumo.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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