Distorsiones del Estado de Bienestar

Distorsiones del Estado de Bienestar

La desaparición de los regímenes comunistas de Europa Oriental, a inicios de la década del 90 del siglo pasado, marcó el impulso decisivo para que el Estado de bienestar se fuera instaurando en muchos países, que obligó al inolvidable papa Juan Pablo II a definirlo como el capitalismo salvaje, pero desde esa vez la opulencia ya era muy notoria en naciones de Europa, Asia y América.

Mientras esas sociedades, sumergidas en un acelerado enriquecimiento de sus estamentos superiores, así como de los gobiernos con más dinero para malgastarlo en su capitalismo social y de beneficiencia con el paternalismo populista rayando en la irresponsabilidad, iban en aumento, pese a tantas facilidades del dinero regalado, una pobreza que sumergía a las generaciones jóvenes y sus familias en la desesperanza y los empujaba masivamente al mundo de las drogas y del delito.

La clase política ha encontrado, en las grandes recaudaciones fiscales, la fuente nutricia para asegurar su permanencia en el poder, y a la vez, repartir las limosnas que de diversas maneras y nominaciones se dispensan a manos llenas a las clases que cada vez están más empobrecidas, mientras la opulencia reina por sus fueros en los estamentos superiores que devoran más del 80% de los recursos públicos.

El fenómeno económico del siglo XXI es una constante del crecimiento de las economías mundiales, que a más altos índices de crecimiento, más se agudizan las diferencias sociales, con más gentes sumergidas en la miseria. Para un país que ha experimentado en los años de este siglo los índices de crecimiento de la economía superiores al 5% y hasta llegar al 8%, como ha ocurrido con la dominicana, el abismo de las diferencias se amplía. Los que se dan el lujo de vivir en el dispendio y la vida rosa se alejan de los que, para sobrevivir, deben acudir al chiripeo y los trabajos ocasionales, si es que no quieren convertirse en delincuentes; pero en el seno de sus familias destruidas por la miseria, la única salida que les queda es abrazar el camino del delito para sobrevivir. Así vemos de cómo las autoridades, por más armas y equipos que doten a la policía, más grave es el aumento de la delincuencia, pese a tantas exhortaciones y esfuerzos que se despliegan cuando también el embrión del delito está incrustado en el seno de los cuerpos oficiales de represión.

La cultura de la opulencia domina a todas las economías mundiales, aun cuando vaya disfrazada de equidad social bajo los conceptos de un socialismo color rosa, digeribles hasta para el conservadurismo más rancio en sus creencias de aplastar a los pobres, dándoles solo migajas de lo que disponen de la generosidad de sus propios gobiernos, estructurados a imagen y semejanza de ser los estimuladores del aumento de riquezas para que crezcan los índices de crecimiento envidiables, mientras la miseria arropa a amplios sectores de las sociedades de las naciones.

Los dominicanos no estamos exentos de esa tendencia mundial del abismo que cada día se ensancha y ahonda entre los de la clase al amparo de las bondades y complacencias de los gobiernos, y de los pobres que se conforman con las migajas que reciben desde el litoral oficial en la forma de bonificaciones y solidaridades, frenando la potencial rebelión que se anida en esos sectores marginados.

Y como una espada de Damocles, gravitan peligrosamente sobre la paz social todos los asentamientos ilegales de seres humanos desesperados que a orillas de los ríos Ozama e Isabela, y durante décadas, se han asentado bajo la complicidad de las autoridades, que se acuerdan de ellos en tiempos de huracanes para evacuarlos y que no perezcan con las crecientes de esos ríos.

Entonces, los gobiernos, con parte de su opulencia económica y para dispensar algo de lo que les sobra, recurren a programas habitacionales para reubicar a esos pobres como fue el caso de La Ciénaga y Las Caobas durante las administraciones del doctor Balaguer, pero al poco tiempo los pobres volvieron a ocupar La Ciénaga, ahora con acueducto, líneas eléctricas y telefónicas y hasta con plantas de tratamiento y calles pavimentadas. El Gobierno tiene en desarrollo un amplio proyecto habitacional para rescatar a los moradores de La Barquita, que en su concepción, trasladará a un ambiente adecuado a centenares de los moradores que cada año vivían con la angustia de ver sus humildes chozas anegadas por la creciente del río.

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