El PIB, con sus imperfecciones que las tiene, es el indicador que se usa para medir el avance económico, comparando con años anteriores, otros países, y el promedio de la región y el mundial. Entrega otras informaciones no menos relevantes, que sin explicación los analistas dominicanos no acostumbran analizar, por ejemplo, cómo se distribuyó la riqueza creada durante un periodo, y en el reparto, cuál sector se benefició, también lo contrario.
Si este año el crecimiento es cercano a 7%, medido en dólares estadounidenses, el PIB dominicano será casi tres veces el de 2000, pero también es importante saber, porque serviría para cambiar el rumbo de la política pública, cómo se repartió el pastel entre rentas del trabajo, capital y participación del gobierno.
Tomando como referencia el PIB a costo de factores, en 2000 la participación de los asalariados era 30%, de 60% la renta del capital que también se conoce como excedente bruto de explotación, y 10% la del gobierno a través de impuestos descontando subsidios a la producción y a la importación.
Lo que se esperaba era que si el capital o gobierno ganaba posición no fuera a costa del trabajo, sin embargo, las estadísticas dicen que no fue así, que al 2014 los trabajadores habían perdido casi seis puntos porcentuales, que el gobierno, no obstante los aumentos de impuestos, mantuvo su importancia relativa, que el capital fue el ganador.
Dos cosas lo explican, primero, en lugar de aumentar, en 38% se redujo el salario real de los trabajadores, no obstante en 2014 la remuneración media por hora trabajada era de RD$83.37, casi tres veces la del 2000. Aumento nominal más que neutralizado por la inflación acumulada (157%), además de que no sumó, como correspondía, la proporción de productividad laboral que en los catorce años aumentó 53 por ciento.
Segundo, por el cambio de estructura productiva. Sectores intensivos en trabajo redujeron su importancia en el PIB, me refiero a agropecuaria, manufactura local, zonas francas y construcción.
Mientras turismo mantuvo su participación, se convirtieron en pilares, porque ganaron peso y mucho, sectores intensivos en capital, como comunicaciones, en 2014 su importancia era un poco más de tres veces la del 2000, y los servicios de intermediación financiera que casi duplicaron su peso.
La pérdida de participación del trabajo en la distribución del PIB también explica el empeoramiento de la desigualdad social. Se repite que para mejorar la inequidad es necesario cambiar el modelo productivo, pero nada agrega si al mismo tiempo no se define el que rompe el círculo vicioso aumento del PIB y empeoramiento de su distribución, condición necesaria para aprovechar las oportunidades ofrecidas por las nuevas tecnologías, incrementar la productividad, competitividad y exportaciones de bienes.
El nuevo modelo debe ser el resultado de un consenso entre gobierno, oposición política y hombres de empresa, lo que tiene urgencia, porque a nadie conviene el estancamiento y hasta retroceso de la productividad, por los ciclos de crecimiento negativo del PIB que generaría, limitando seriamente el espacio para aumentar el empleo estable y la inversión productiva. Es el peligro que asecha si cada sector no recibe, como parte de su renta, la productividad que le corresponde.