Disturbios en Haití y vigilancia fronteriza

Disturbios en Haití y vigilancia fronteriza

Rafael Acevedo

Si las cosas empeoran significativamente en Haití, no es imposible que muchos haitianos se trasladen en masa para este lado, aun sin saber a qué vendrían, cómo se las arreglarían, ni qué tipo de rechazo recibirán de la población local.
La zona fronteriza dominico-haitiana presenta áreas ambiguas, acaso tanto para los haitianos como para los propios militares encargados de vigilarla. No existen barreras naturales, un gran río, grandes montañas naturales reales que dificulten que un extraño penetre nuestro territorio. Dicha ambigüedad aumenta debido cada vez que un haitiano adquiriere derechos mediante peaje pagado a militares.
Un cibaeño diría: “El perro entra a la iglesia porque encuentra la puerta abierta”. Sin embargo, este animal tiene gran sentido de territorialidad, y si tiene que subir varios escalones, es menos probable que el perro intente subirlos.
La sola altura de la plataforma obliga al visitante a la decisión de entrar o no. Fachadas y escalones de un edificio público o un templo hacen observables y controlables a los intrusos, no así una simple puerta abierta.
En su magnífica obra “Defensible Space”, Oscar Newman precisa algunos elementos simbólicos imprescindibles para que un territorio cualquiera sea protegido de extraños. Barreras y símbolos tienen diferentes tipos de efectos inhibitorios. Por ejemplo, la distancia del lugar defendido respecto al espacio público, territorio común o zona de nadie; diseños, colores, alfombras, escalones, en numerosas ocasiones hacen innecesaria la vigilancia.
La buena señalización de una calle o espacio de circulación permite menor cantidad de conductas ambiguas, intrusivas o violatorias; y es papel de diseñadores y señalizadores evitar comportamientos y usos impropios de un espacio interior, cerrado, semi-cerrado o abierto.
Para que un espacio pueda ser defendido con más bajos costo y esfuerzo, al intruso potencial hay que percatarlo claramente de que el dueño del territorio está en actitud y, sobre todo, en capacidad de impedir la penetración y el uso indebido del espacio en cuestión.
Un territorio bien demarcado y señalizado no solo pone en evidencia la intención de violarlo, sino que permite iniciar acciones de defensa territorial, disuasivas, defensivas y punitivas.
Las barreras simbólicas tienen un bajísimo costo relativo, por lo cual, creemos firmemente en que debe estudiarse el uso de dichas barreras en la frontera con Haití. Que, por ejemplo, faciliten la aplicación de normas castrenses de vigilancia y defensa territorial, tales como: a) Zanjas, marcas divisorias precisas a partir de postes, mojones y pilotes; b) un programa de instrucción y advertencia para asegurar que los residentes de ambos países hayan entendido qué cosa significan esos referentes; c) y hayan desarrollado las actitudes de respeto y defensa, respectivamente, a cada lado de la Línea Fronteriza.
Obviamente, estas medidas no resuelven el problema, el cual requeriría ayuda de países de la región y organismos humanitarios nacionales e internacionales.
El Gobierno dominicano debe mantenerse muy bien informado del proceso que vive Haití actualmente, y de cualquier potencial disrupción del orden que pueda alterar la situación fronteriza.
Y seguir dando señales firmes de una vigilancia responsable y consistente de nuestro territorio.

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