Disturbios en Latinoamérica, recuerdo inquietante de las Juntas

Disturbios en Latinoamérica, recuerdo inquietante de las Juntas

Riot police fire tear gas as supporters of the Movimiento Al Socialismo (MAS) party, of Bolivian President Evo Morales, confront supporters of the Comunidad Ciudadana (CC) opposition party, of former presidential candidate Carlos Mesa, during a strike in Santa Cruz on October 28, 2019. - The platform gathering the regional civic committees (Conade), demanded the annulment of the controversial general elections in Bolivia, won by President Evo Morales in the first round, and called for new elections with a new electoral court. (Photo by DANIEL WALKER / AFP) / The erroneous mention appearing in the metadata of this photos by DANIEL WALKER has been modified in AFP systems in the following manner: [in Santa Cruz] instead of [in La Paz]. Please immediately remove the erroneous mention from all your online services and delete them from your servers. If you have been authorized by AFP to distribute it (them) to third parties, please ensure that the same actions are carried out by them. Failure to promptly comply with these instructions will entail liability on your part for any continued or post notification usage. Therefore we thank you very much for all your attention and prompt action. We are sorry for the inconvenience this notification may cause and remain at your disposal for any further information you may require. (Photo by DANIEL WALKER/AFP via Getty Images)

La inestabilidad en América Latina ha vuelto a centrar la atención pública en los militares de la región.
Los acontecimientos recientes en Bolivia, Ecuador y Chile reflejan un gran cambio en la región, que está poniendo a prueba a los militares, la policía y Gobiernos. Los ciudadanos, cansados de la austeridad y sintiéndose abandonados, se están desahogando saliendo a las calles, enfrentándose a la policía y prendiendo fuego a edificios. Han atacado infraestructura nacional clave, como campos petroleros.

Los líderes políticos se enfrentan a movimientos que se han transformado en numerosas demandas, a veces de grupos distintos. En el caso de Bolivia, Evo Morales, el líder con más tiempo en el poder de Sudamérica, no pudo controlar la situación después de unas elecciones polémicas, y terminó huyendo a México.

Estas semanas de descontento han centrado la atención en los cuerpos militares. Los jefes del Ejército tienen un interés particular en ciertos líderes o ciertos resultados.

Pero en una región con recuerdos oscuros de dictaduras también hay peligros en recurrir al Ejército. Ante el comportamiento violento de los manifestantes, los soldados se despliegan en situaciones para las que no están preparados o entrenados, pero donde también tienen mejores armas que la policía, lo que los lleva a tomas medidas excesivas.

Rocío San Miguel, presidenta del grupo Control Ciudadano, de Venezuela, dice que la participación de las fuerzas militares en el control de los disturbios sociales tiene que ser la excepción, para situaciones específicamente previstas por la ley, y no una norma como está sucediendo cada vez más en América Latina.

“En América Latina vivimos con el fantasma de las terribles violaciones cometidas contra los derechos humanos dentro del marco de la seguridad nacional, en el que se estableció un enemigo interno por razones políticas”, señaló San Miguel.

Para algunos, la actuación del Ejército boliviano (su jefe pidió públicamente a Morales que renunciara) fue un recordatorio de los años 1960 a 1980, cuando los golpes de Estado resultaron en brutales dictaduras de derecha, desde Buenos Aires a Brasilia.

Y la salida de Morales no ha logrado frenar la crisis. Los enfrentamientos se intensificaron el viernes y los medios locales informaron que las fuerzas de seguridad provocaron la muerte de al menos cinco personas que protestaban contra el Gobierno interino de Jeanine Áñez.

El año pasado, la confianza en las fuerzas armadas en toda la región era alta. Tras años de crecimiento decepcionante y cansancio por la corrupción endémica, la confianza en los políticos ha disminuido. Por el contrario, en casi todas partes, las fuerzas armadas se encuentran entre las instituciones más respetadas, solo detrás de la Iglesia, según Latinobarómetro, una encuesta regional de opinión pública.

En los últimos años, a menudo han aparecido tropas para rescatar a ciudadanos de desastres naturales como deslizamientos de tierra y terremotos. En países con grandes poblaciones indígenas pobres, las personas se identifican más con los soldados que con los políticos más ricos de las principales ciudades.

“Últimamente, se ha llamado a las fuerzas armadas para mantener la ley y el orden, para limpiar playas, para ayudar con proyectos de infraestructura”, dijo el general retirado del Ejército brasileño, Paulo Chagas. “Demuestra que las fuerzas armadas participan y no son simplemente decorativas”.

Pero al mismo tiempo, no se recomienda, según Chagas. “Primero, porque genera desgaste de imagen y recursos. En segundo lugar, muestra una deficiencia en la estructura del Estado.

Craig Deare, profesor de la Universidad de Defensa Nacional en Washington, que enseña a soldados estadounidenses y extranjeros, dijo que se estaba utilizando las tropas para funciones policiales básicas, cuando su entrenamiento es para defensa nacional y guerra, porque la policía era ineficaz o corrupta.

“Ver una fuerte presencia militar en las calles de alguna manera es tranquilizador si le preocupa la seguridad”, dijo Deare, quien fue director sénior de Asuntos del Hemisferio Occidental para el Consejo de Seguridad Nacional en la Administración Trump durante un breve período. “Pero cuando se considera el largo plazo, ¿qué significa eso para la calidad del sistema político que no puede garantizar la paz y la tranquilidad? Es preocupante”.

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, está teniendo cuidado. Pese a enfrentarse a protestas violentas, envió rápidamente al Ejército de vuelta a los cuarteles después de las críticas por la muerte de al menos 19 personas, optando por dejar la seguridad en manos de una fuerza policial abrumada. Sin embargo, ha aparecido en público junto con altos mandos del Ejército.

En México no se recurre a los militares para calmar disturbios pero han jugado un papel importante en los diez últimos años contra los carteles violentos de las drogas.

Argentina es un caso atípico. Su Ejército no es popular y todavía es criticado por su papel en la dictadura de 1976-83, cuando hubo graves abusos contra los derechos humanos.

Pero eso no significa que esté a punto de desaparecer. En Venezuela, Maduro ha dado a sus oficiales el control sobre grandes sectores de la economía.

Los líderes de la oposición y Estados Unidos han tratado de convencer a los comandantes de forma individual para que cambien de bando con ofertas de amnistía. Solo unos cientos respondieron, en su mayoría tropas de nivel inferior. Aún así, si Maduro perdiera el control de las fuerzas armadas, tendría dificultades para mantenerse en el poder.

Y a veces, la influencia puede ocultarse bajo la apariencia de una política respetable. En las últimas elecciones de Brasil, el Ejército se posicionó con el ex capitán del Ejército Jair Bolsonaro, quien eligió al general Hamilton Mourão como vicepresidente.

“Es una medida de debilidad política”, dijo Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, un grupo de expertos y profesor de la Universidad de Georgetown.

“No es una buena señal para la democracia que el Ejército sea el árbitro”, dijo. “Es un reflejo de la bancarrota de los partidos políticos y de los líderes que necesitan depender de los militares para gobernar y permanecer en el poder”.
Oficiales del ejército
Durante los disturbios en Ecuador y Chile los líderes difundieron fotos con oficiales del Ejército. En Venezuela, Nicolás Maduro, se ha aferrado al poder porque la oposición no ha logrado atraer a sus principales oficiales. Y en Perú, el presidente, Martín Vizcarra, posaba con los jefes militares mientras tomaba medidas contra la oposición, que lo llevó a disolver el Parlamento. Los militares también han hecho un esfuerzo por alejarse de la narrativa histórica de las intervenciones armadas.

Publicaciones Relacionadas