Disyuntiva con la JCE

Disyuntiva con la JCE

Las preocupaciones importantes sobre el sistema electoral no parecen tener mucha relación el número de jueces del tribunal que lo rige. Más bien  arrojan un balance positivo la actual conformación, la mecánica de toma de decisiones y el ejercicio en general del organismo  que asume múltiples responsabilidades, incluyendo el registro y control de los actos de la vida civil. No habría por qué cambiar cantidades; además está planteada con buenos argumentos de personas autorizadas la posibilidad de que tribunales comiciales (de lo administrativo y de lo contencioso) de matrícula reducida  pierdan perjudicialmene  representatividad y se agudicen empeños de sectores por controlar a la JCE para su conveniencia.

Habría que tener mucho cuidado con eso. Lo que más se necesita en estos momentos es fortalecer la autoridad del organismo para poner fin al activismo de los partidos políticos que, salido de madre, sustrae energía y roba la atención de la sociedad más allá del tiempo necesario. La Junta debería contar con herramientas legales para evitar que dinero de procedencia cuestionable llegue en gran cantidad a los proyectos de candidatura. Urge además  que leyes sustantivas o adjetivas impidan resueltamente el uso de los recursos de poder en favor de aspirantes, no solo a la Presidencia, sino también a  cargos municipales y congresionales.

A propósito de lo blandengue

Con todo respeto a la suavidad de modales y al tono conciliador que en las buenas y en las malas caracterizan el ejercicio del poder, nos atremos a asegurar que muchos ciudadanos coinciden con el criterio de moseñor Jesús  Moya, obispo de San Francisco de Macorís. El prelado añora demostraciones de que el gobierno es fuerte, de que  en el país obra una voluntad política enérgica para la solución definitiva de problemas interminables que se añejan históricamente, como el de la energía eléctrica.

 No querrá esto decir que se aspira a un retorno de la arbitrariedad y la intolerancia desde el Poder. Dios nos libre de  autoridades que pretendan atropellar los pareceres de sus contrarios a cada rato, con oídos tapiados y sobrado desprecio a la equidad. Pero no se dude que  desgracias como la corrupción y la desorganización de la administración pública, admitida esta última por el propio Presidente, solo se resolverían con dureza de mando desde arriba.

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