Divagaciones zoológicas

Divagaciones zoológicas

Desde los ya lejanos días en los que cursábamos la enseñanza primaria, las «Lecciones de Cosas», de J.M. Bruño, nos ha tentado ver semejanzas entre los animales y ciertas personas. Semejanzas asombrosas en los rasgos físicos, y en las conductas.

Y en la actualidad, lo que hacemos es luego de las localizaciones, darle el tratamiento adecuado a cada quien. Lo lógico sería, adoptar un comportamiento conforme al animal y a la persona. Pero si en la convivencia, no acercamos a nuestro pecho a una rata, ¿por qué vamos a meter en nuestro corazón a ese mefítico roedor?

Es extraña la capacidad que tenemos para las semejanzas. No la ejercemos a nuestro favor, y sin embargo es una predisposición activa. Inmediatamente conocemos a un mentado líder político, podemos determinar si es un jabalí, un mamífero rumiante, un escarabajo coprófago, un alacrán, o un perro lamepies.

Así con todas las especies zoológicas. Unas admirables y otras despreciables.

En una doble condición de investigador y de observador de la condición humana, damos fe de haber localizado y catalogado, hombres colibrís y hombres escorpiones, porque en la política como en la zoología, existen divisiones, en las que cada espécimen tiene una misión y una categoría. ¿Quién no conoce a los hombres-sanguijuelas, especializados en sangrar los bienes de la nación?

Es brutal la fragilidad de personajes que ocasionalmente creíamos hechos del más templado acero toledano, trastorna por completo la escala de los valores a los que nos hemos adaptados. Es por ejemplo el político que como ciertos animales se adaptan a todo, inclusive a ser objeto de burlas y desprecios.

Pero nuestro más extraño espécimen en la escala zoológica, es un extraño híbrido entre escarabajo y alacrán. En su doble calificación de coprófago y de esparcidor de veneno, no solo es repulsivo, sino además peligroso para todo lo que haya a su alrededor.

Nuestra última experiencia se contrae a los políticos papagayos, la mayoría de los cuales son persecutores de las curules congresionales. Aletean, chillan, sobre todo cuando hay de por medio «grasa». Con la particularidad de que saben instintivamente, que para los papagayos es peligroso comer perejil.

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