Diversidad cultural, un arma milagrosa y antídoto contra el silencio

Diversidad cultural, un arma milagrosa y antídoto contra el silencio

Llevamos más de 20 años hablando, analizando y estudiando todos los temas y fenómenos sociales relacionados con la diversidad cultural. Somos militantes en la participación y organización de foros, coloquios y eventos que proclamen políticas de paz y de tolerancia.

En la experiencia que he podido acumular, les puedo asegurar que no hay peor “silencio que el de los silenciosos”, de aquellos que callan y que no participan pudiendo hacerlo. Otras urgencias –quizás muy secundarias- ocupan el tiempo y la dedicación de muchas personas que, con talento, inteligencia y creatividad, deberían estar colaborando con muchas iniciativas que coadyuven en la construcción de  las cacareadas y excúsenme el término, políticas de paz, de tolerancia, para lograr la necesaria diversidad cultural.

Todo está por hacer más allá de las convocatorias y de los encuentros de intelectuales, investigadores y estudiantes de las ciencias sociales, humanas y políticas, para que la “diversidad cultural” no sea un tema o aspecto exclusivo de instituciones académicas y algunas organizaciones no gubernamentales.

Es necesario y obligatorio aterrizar el concepto a nivel educativo, tanto en las escuelas primarias, en los liceos y en las universidades y centros de trabajo, con el propósito de concretizar a través de planes y acciones educativas que fomenten la discusión sobre los valores culturales en un mundo globalizado como lo es el que nos ha tocado vivir.

La ampliación de la cultural general, por no hablar de la cultura universal es esencial, si hacemos de la diversidad el ingrediente principal de lo universal.

A la luz del reciente coloquio que coordinamos Aimè Cèsaire Universal: Una obra para el Caribe, realizados los días 15 y 16 de octubre pasado, bajo el importante apoyo de la PUCMM y de la Embajada de Francia, tanto en el Recinto Santo Tomás de Aquino en Santo Domingo como en la ciudad de Santiago de los Caballeros, ambos de la citada universidad, recibimos importantes especialistas de la obra de este intelectual de Martinica, fallecido hace apenas unos meses. Los aportes de dichos intelectuales, incluyendo los de los dominicanos: Mateo Morrison, poeta y subsecretario de Estado de Cultura, y de Iván Grullón, Vicerrector Docente de la UASD, fueron muy celebrados por el público. Todos los temas abordados sobre la obra cèsariana, contribuyeron con los visionarios aciertos que nos legó el intelectual Cèsaire, hombre de la palabra esencial, promotor de publicaciones y cultura, pensador caribeño e ideólogo de una obra marcada por la defensa de sus raíces africanas, profesor de literatura. Junto a Jacques Roumain, Nicolás Guillén, Wilfredo Lam, Alejo Carpentier y el gran intelectual y ex presidente de Senegal, Lèopold Sedar Senghor, marcaron con sus luces y aportes el siglo XX.

Entendemos que la diversidad, sin el cemento del compromiso, de la solidaridad y de la complicidad, no tiene relevancia.

Cuando el poeta declaró:

Soy un hombre –progrom, Soy un hombre – judío, Soy un hombre- gitano, Soy un hombre- esclavo,Soy un hombre- libre/

Todo esto nos hace entender que estamos ante un ser humano superado y liberado, que tiene la formación y la conciencia suficiente para identificarse con el dolor de los demás y también, de solidarizarse con su condición.

Esa condición, esa alternativa, no puede funcionar sin una educación nutrida de cultura y de conocimiento.

Aterrizando a la realidad caribeña, a la propia dominicana, como un muchacho o una chica de una escuela pública puede entender sus características, sus rasgos, en fin su identidad mulata y negra, más allá de los señalamientos caricaturales, despreciados por las ideologías de Estados, y los “nacionalistas” intentos de imposiciones raciales.

Instituciones como las Naciones Unidas, la UNESCO y organizaciones que desde hace tiempo vienen invirtiendo en que el mundo pueda asimilar la cultura general que permita integrar a la africanidad, por ejemplo, dentro de la diversidad cultural, y en nuestro caso especÍfico, en República Dominicana, que pueda acompañar en concierto y armonía, la hispanidad, el indigenismo y el occidentalismo.

Todo esto, porque es importante entender que África es portadora de civilización desde los tiempos de los faraones, desde el rey Salomón y la reina de Saba. Porque África es mucho más que un concepto de razas y tribus; es un extraordinario continente de sabidurías y enseñanzas, es la gran región del mundo de la oralidad y de la sabiduría de los mayores. Es también, un continente que ha llevado hasta los años 60 del pasado siglo XX, una gran dinámica por la búsqueda de soberanía, de independencias y de luchas heroicas de libertad con las enseñanzas que nos dejan Patrice Lumumba y Nelson Mandela.

Cabe destacar que África es un continente de fecundos escritores como Tchicaya U´Tansi, el mayor dramaturgo contemporáneo del Congo. Wolunska, premio Nóbel de Literatura, Lèopold Sedar Senghor, el más grande poeta africano de lengua francesa y muchos más.

Con lo expresado quiero señalar que la diversidad cultural no puede ser defendida ni apropiada por las mayorías, si la historia, la cultura, los usos y costumbres de la humanidad no son una meta educativa que le toquen o lleguen a las mayorías.

La historia de África tiene que participar en el Caribe dentro de los esfuerzos por lograr un nivel de cultura general, es decir, universal que permita conocernos más y mejor, porque en las sociedades criollas la diversidad cultura está en cada uno de sus ciudadanos.

Durante la celebración del coloquio homenaje Aimè Cèsaire antes citado, los estudiantes participantes en la PUCMM de Santiago, abrieron los debates y llevaron sus propias reflexiones. Una joven nos señaló que “el color de un ser humano no es nada, no significa nada; yo soy haitiana de origen sirio-libanés; pero también, tengo herencia de África en mi cultura y eso hace que yo adore la música raíz y la música-fusión, y muchas tradiciones rituales que se celebran en el campo”.

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