Explorar en busca de destinos no tradicionales para productos dominicanos es meta permanente del Gobierno, que así lo proclama, por lo que el cierre de frontera con Haití, impuesto por circunstancias ineludibles y que idealmente debería durar lo menos posible, confiere prioridad a la apertura de nuevos vínculos comerciales o para intensificar presencia en los ya establecidos. Perspectivas favorables señalan a República Dominicana como un origen natural y de ventajas comparativas para consumidores isleños de la cercanía. Contrastado con Centroamérica, este país es una potencia avícola con excedentes de carne y huevos y versatilidad para atender alzas de demanda en cualquier momento; y de ordinario las Antillas Menores, algunas receptoras de gran flujo turístico, no son autosuficientes en ningún renglón, prácticamente, y de hecho reciben embarques desde esta procedencia susceptibles de cobrar la dimensión mayor que conviene en la presente coyuntura.

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Al tiempo de ensombrecer las relaciones entre dos países de una misma isla, la grave crisis haitiana crea necesidades y oportunidades para ensanchar los horizontes de la economía; eso que el refranero popular define con la frase: «no hay mal que por bien no venga». El curso ascendente de exportaciones dominicanas no es, en cantidad, una cosa del otro mundo, pero se ha apostado con éxito a una reactivación innovadora y promisoria que hace a la economía menos dependiente de pocos renglones y capacitada para llegar más lejos.