Diversión y peligro

<P>Diversión y peligro</P>

Los niños de las orillas del Ozama no le temen al río aunque se trata de aguas procelosas y contaminadas; y a pesar también de que por el hecho de que sus casas se inundan, los padres los despiertan más temprano y los ponen en faenas relacionadas con las urgencias de sobrevivir en un medio  hostil agravado por las lluvias. Ayer un infectólogo advertía de posibles brotes en Santo Domingo a causa de agua y basura.

Yo no le tengo miedo al río”, dice Daniel con sorprendente valentía; “eso no hace na’”, continúa. Sin embargo, al mismo tiempo, las llagas en sus pies cuentan una historia muy distinta.

El niño, de solo diez años de edad, vive junto a sus padres y su hermana  en el barrio La Ciénaga, a orillas del   río Ozama. Cada vez que llueve, las aguas turbias los desalojan de su casita, despojándole de lo poco  que tienen.

Al igual que sus compañeros de juego, Daniel ha tenido que acostumbrarse a actuar como un adulto cada vez que crece el río, amenazando la intimidad de su humilde vivienda. No tiene tiempo de pararse a llorar, tiene  que salvar los  ajuares  y huir.

“Ayer estábamos durmiendo y yo sentí como algo, cuando miré, el agua estaba abajo de la cama”, a pesar de que ocurrió entrada la madrugada, a Daniel le tocó levantar a sus padres, que dormían en una cama contigua, y ya no durmió más, esperando la voluntad de las aguas.

“Nosotros nos vamos pa’ allí arriba”, le interrumpe otro niño del lugar, señalando a la parte alta del sector, donde también se inunda, pero por la lluvia.

Están acostumbrados. Demás está decir que los  niños que viven en zonas vulnerables al paso de fenómenos atmosféricos están “aclimatados” a los peligros y responsabilidades de su paso.

Así lo cuenta la señora Sandra Mota, residente en La Barquita, quien dijo que sus niños actúan normal cuando están en situaciones de riesgo y que a veces tienen que tomar las riendas.

“Yo los dejo recogiendo la casa, para que pongan las cosas arriba de la cama y salgo a buscar donde quedarnos”, narra la mujer.

Meteorología para niños.  “Un ciclón es cuando llueve mucho, sube el río y los zinc vuelan”. La definición no aparecerá en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero es el concepto que manejan  los niños del barrio La Javilla, ubicado a orillas del río Ozama.

Aquí cada niño tiene su historia con las aguas: en casa de  Sugely el piso se rompió y su papá construyó uno nuevo, en la de Francisco se perdió parte del techo de zinc por los vientos y se puso un pedazo de cartón, y al hermanito de Luis hubo que ponerle un yeso en el brazo, porque se resbaló y se golpeó.

Su inocencia bloquea el drama que afecta a sus familias, y de los días de lluvia lo más que  recuerdan es  que jugaron mucho en las calles del barrio y que se bañaron en el agua de lluvia.

El especialista

José Miguel Gómez

j.mggomez@hotmail.com

Arrastran males

Los niños que viven en condiciones infrahumanas y que tienen que movilizarse de sus viviendas constantemente están en riesgo de sufrir daños a su salud mental, emocional y conductual. “Tienen una tendencia a sufrir de estrés postraumático y ansiedad”, explicó el siquiatra José Miguel Gómez, quien dijo que se manifiesta en pesadillas, incontinencia urinaria, inadaptación social y ansiedad. Advierte que vivir las cosas que viven esos niños afecta su autoestima y su identidad, al tiempo que les somete a riesgos como de abuso sexual, violencia y delincuencia, por el hacinamiento de la condición de pobreza.

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