Diversiones de viejos

Diversiones de viejos

Mis amigos de infancia se han ido poniendo viejos por efecto de “la caída de las hojas del calendario”, como dice alegremente uno de ellos. La caída de estas hojas no se parece a la caída cíclica de “las hojas de otoño”, que anuncia el invierno y prepara una nueva primavera. Otro amigo, entrado en años, afirma: “la vejez es una enfermedad que no repite pero tampoco se cura”. Algunos cuentan machaconamente sus “encuentros” con médicos: cardiólogos, oftalmólogos, urólogos; y narran cómo han sobrevivido a tratamientos prolongados, operaciones quirúrgicas, y a la interacción de los medicamentos. “El hombre es un animal resistente”, concluye un viejo a quien conocí cuando tenía la cara llena de espinillas.

Muchos de estos viejos han tenido buena salud a lo largo de sus vidas; los achaques de que hablan no pasan de ser “dolencias menores”, inevitables después de los sesenta años. Necesitan gafas bifocales, “suplementos vitamínicos”, pastillas para la presión arterial o tabletas contra la acidez estomacal. Unos pocos son verdaderos “héroes de la resistencia” frente a enfermedades mayores: tumores malignos, reparaciones en arterias principales, trasplantes de órganos. A pesar de ello, disfrutan de las conversaciones “burlescas”, tanto o más que aquellos que han padecido enfermedades benignas. Son valientes, disciplinados, con buen humor. Creen que “la vida merece ser vivida, aún con bastón y zapatones de goma”.

Cada viejo es un espécimen diferente. Unos gozan señalando las debilidades de sus compañeros. -“Tú bien sabes que nuestro amigo fulano ya no puede viajar en aviones; venir a este bar le cuesta trabajo; al segundo trago puede dormirse; está vivo por la mujer, quien todas las noches le da las medicinas”. Otros son menos criticones y más generosos con sus amigos de tertulia: -“conozco todos los chistes de Pepe; son los mismos desde hace veinte años; pero siempre me río”.

Pero el entretenimiento mayor de los viejos es “ejercitar la memoria”. -¿Tú recuerdas aquella muchacha lindísima que vivía en la calle de nosotros? -Sí, la que se casó con el abogado picapleitos; es viuda; al abogado lo mató un carro público. -Si la ves ahora no la conocerías. Aquella cara tan bella ya no es la misma; hoy parece un lerén hervido.

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