El aborto no solo ha dividido, en dos extremos irreconciliables, a los defensores de la vida desde la concepción y los que defienden el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, sino también a los peledeístas. Por eso es responsable de la mas significativa disonancia entre el Poder Ejecutivo y el Congreso desde que el PLD cuenta con una mayoría determinante en ambas cámaras, y si tomamos en cuenta que se han comportado como sellos gomígrafos del Palacio Nacional o, en su defecto, del Comité Político, estamos ante un hecho extraordinario que merece ser escrutado. Y lo primero que hay que hacer es preguntarse si la decisión de los diputados y senadores peledeístas que votaron a favor de la penalización del aborto lo hicieron por razones políticas o religiosas, aunque estoy seguro de que mis lectores estarán de acuerdo conmigo en que, en su inmensa mayoría, nuestros legisladores no son conocidos precisamente por su religiosidad ni por poner en práctica, en su vida pública o en su vida privada, los principios cristianos. Es por eso que las feministas los han llamado hipócritas, en tanto elogian al presidente Danilo Medina y su “valiente” decisión de ponerse del lado de las mujeres, sobre todo de las más pobres, “quienes enfrentan mayores dificultades para ejercer sus derechos”. A riesgo de parecer cínico, debo decir que ese culebreo se entiende cuando se recuerda la enorme presión ejercida sobre los legisladores por las iglesias, algunas de las cuales amenazaron con ordenar a sus feligresías no votar por “enemigos de la vida”, presiones que se recrudecerán luego del veto presidencial. Pero si vuelven a ceder a esas presiones y amenazas, o se mantienen firmes en sus “principios religiosos”, tendrán que rechazar el veto presidencial y exponer al mandatario a las consecuencias de una sonora derrota política a manos de su propio Congreso. Y dudo, hasta prueba en contrario, que veamos eso en un gobierno del PLD.