Detrás del humor ingenioso que caracteriza la obra Divorciadas, evangélica y vegetarianas, del dramaturgo y director teatral venezolano Gustavo Ott, hay un drama existencial personal, que cargan tres mujeres con niveles y particularidades diferentes.
El autor presenta gradualmente cada conflicto como partes de un todo, logrando finalmente la unidad dramática. Los adjetivos del título de la obra resultan atractivos, parte de lo in o actual, y diferencian a cada una de las protagonistas. En la primera escena aparece en la estación de un Metro, Beatriz, -la divorciada- a donde ha llegado presa de la depresión y con intensiones suicidas; pero la llegada abrupta de Gloria la vegetariana-, joven díscola quien comienza a narrarle su problema causado por la negativa de su amante a llevarla a la boda de su hermano, logra disipar a Beatriz. El tercer personaje de este triángulo es Meche, acomodadora de un cine y evangélica. Viuda de un pastor -pecador y diabólico- desde hace cinco años, se ha refugiado en la religión para evitar las tentaciones de la carne. Al cierre del primer acto el conflicto existencial de cada una está planteado, conocemos los personajes.
En el segundo acto, Beatriz y Meche, conscientes de su enajenación, deciden liberarse junto a Gloria, quien ha logrado abandonar a su amante, iniciando todas una nueva vida.
Cada una de las actrices, bien escogidas para sus respectivos roles, logran construir sus personajes. Georgina Duluc encarna a Gloria y da muestras de aptitudes para la comedia. Yamilé Scheker, actriz de gran veteranía, realiza una exquisita interpretación de Beatriz. Por su parte Olga Bucarelli logra los momentos de mayor hilaridad; actriz de excelente desempeño escénico, de accionar espontáneo y gracejo en la entonación, nos devuelve la imagen acabada de Meche.
Gustavo Ott ha tocado en esta obra el conflictivo universo de la mujer, con problemas evidenciados que han existido siempre.
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La obra
La deficiente acústica de la Sala Máximo Avilés Blonda, luego de la restauración, en adición a la pobre impostación de la voz, especialmente de Georgina Duluc, dificulta por momentos la audición de los parlamentos. La interacción actoral y el humor de Ott, logran un vínculo con el auditorio que ríe a carcajadas de principio a fín. Elvira Taveras recurre a escenas de películas y vídeos como elementos ambientadores.