DNCD, un referente de América

DNCD, un referente de América

Kelvin Jiménez

Por: Kelvin Jiménez

Con el decreto 301-23, que crea el reglamento de la carrera del agente de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), el vicealmirante José M. Cabrera Ulloa expresó que se marca un «hito en la historia de la fundación de la institución».                                            

Indudablemente que la promulgación de este decreto por parte del presidente Luis Abinader, constituye una acción colosal desde el punto de vista institucional, porque establece un marco para ingresar, permanecer y contar con un retiro digno, que garantiza una estabilidad social al momento de concluir su servicio al Estado.

Existe otro aspecto trascendental que la convierte en el primer referente en América Latina que cuenta con miembros de la clase civil para combatir el narcotráfico y el segundo después del PDI de Chile que se enfoca en el combate de la criminalidad y sus vertientes.

Cabe destacar el papel que han jugado militares y policías que forman parte de la institución y donde se resalta el carácter integrador y de armonía con el personal civil, dando a su vez una especial singularidad laboral que algún momento debe ser estudiada.

Y en ese tenor recordar la creación del Centro de Información y Coordinación Conjuntas, (C.I.C.C.) el 4 de noviembre de 1985, integrado por oficiales de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional formados en el análisis de la información e investigación.

La estructuración de este equipo selecto fue para dar apoyo al antiguo Departamento Contra Narcóticos de la institución del orden, y que posteriormente con la ley 50-88, se integró el Centro de Información y Coordinación Conjuntas a la Dirección Nacional de Control de Drogas.

Esta ley también crea la Academia Nacional de Control de Drogas y en su artículo 13 párrafo 1 dice que los oficiales superiores, oficiales subalternos y alistados seleccionados previa evaluación para ingresar a la DNCD deben recibir capacitación especializada.

En los 35 años de esta academia han pasado 25 promociones de la esfera civil con un alto grado de profesionalidad y consagración, que ha contribuido a la detención de un gran número de narcotraficantes e incautación de drogas a lo largo de su historia.

En ese mismo orden, el actual decreto 301-23 establece en su artículo 9 que el presidente de la DNCD, el Ministerio de Administración Pública y la Academia de Control de Drogas, son los órganos responsables de la carrera del agente. Y el artículo 12 indica que la academia tiene el mandato de formar el personal.

Volviendo al PDI de Chile, el personal civil entrenado recibe el nombre de detective; para el año 2003 el presidente Ricardo Lagos Escobar nombró como director general a Arturo Herrera Verdugo, quien se convirtió en el tercer detective de carrera en ocupar ese cargo.

Su ley orgánica fue modificada el 30 de diciembre de 2004, estableciendo que quien ocupe el cargo de director general deberá ser un detective de carrera con el grado de prefecto inspector o prefecto general, elegido entre las primeras ocho promociones.

Mientras que el decreto que crea la carrera del agente establece una distinción entre antinarcóticos y auxiliares. Los primeros deben cumplir las formalidades del reglamento y las exigencias de la academia y los segundos son los que ejercen una profesión, arte u oficio.

Como elemento importante que encontramos en el decreto es la escala jerárquica por categorías y grados. Las categorías son tres de forma ascendente: Agentes, que tiene tres grados, Agente I, II y Agente Especial.     

Le sigue la categoría de oficiales con tres grados que son oficial I, II, y oficial Especial, y la de mayor jerarquía es la de Inspectores con tres grados: Inspector I, II y el mayor grado Inspector Especial.

Sin lugar a ninguna duda, la Dirección Nacional de Control de Drogas se encuentra en un momento estelar en su historia. Y como bien dijo Stefan Zweig en el libro Momentos estelares de la humanidad: “Pero incluso con sus favoritos, el destino no siempre se muestra magnánimo. Rara vez conceden los dioses a los mortales más de una hazaña única e imperecedera. “.

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