Un olvidado hombre de bien, “un santo laico”
Aunque debió cerrar su clínica el 15 de junio cuando se produjo el ataque de las tropas norteamericanas a los constitucionalistas, el doctor Eduardo Dinzey Mason siguió fiel a la causa revolucionaria en 1965 y una planta del centro de salud se mantuvo abierta a los heridos y se constituyó, además, en espacio de orientación para jóvenes a cargo de los sacerdotes que se unieron a la lucha en el sector de San Miguel.
Tomando en cuenta estos servicios, el Ayuntamiento del Distrito Nacional convertirá en “Paseo Dr. Eduardo Dinzey Mason” una calle aledaña al desaparecido establecimiento, inaugurado el 27 de enero de 1957.
Es un reconocimiento justo, pero tardío. Dinzey no solo merece tributo de recordación por este auxilio significativo ante el atropello a la soberanía y el irrespeto a la Constitución sino porque toda su vida la entregó a los pobres. Su desinterés ante el enfermo sin recursos fue el rasgo más destacado cuando ocurrió su deceso en 1981.
Fue también un decidido defensor de la democracia que se opuso a la dictadura de Trujillo, por lo que estuvo en prisión.
De su actitud durante la Gesta Patria no hay mayores detalles pese a que la mencionan autores del acontecimiento como José A. Moreno y Bonaparte Gautreaux Piñeyro.
Es probable que aparte del permiso para la apertura del primer piso, supuestamente cedido a petición del padre Tomás Marrero, integrado a la Resistencia, la más apreciada ayuda de Dinzey haya consistido en curar y atender a afectados por los bombardeos en la batalla del puente Duarte o durante la inhumana Operación Limpieza de los yanquis.
No se localizó a quien ofreciera testimonio de esta asistencia como tampoco fue posible obtener fotos suyas pese a que fue candidato a la presidencia de la República en 1978 por la Alianza Social Demócrata con José Rafael Abinader vicepresidente y a que en 1962 fundó junto a Juan Isidro Jimenes Grullón el Partido Social Demócrata. Varias veces se trató sin éxito de contactar a uno de sus hijos pese a repetidos mensajes.
Amable de los Santos, a quien Dinzey ocultó cuando era dirigente del Movimiento Popular Dominicano y además trabajó en la clínica como asistente de cardiología, afirma que al centro acudían combatientes heridos. Recuerda que el comandante Sucre Félix fue atendido por el propio Dinzey el día que lo trajeron desde Santiago herido en los sucesos del hotel Matum y que lo operó Washington de Peña. Entre otros galenos del personal, cita a José García Ramírez.
¿Discriminado?
Desde su graduación de médico hasta su muerte transcurrieron 38 años de ejercicio ininterrumpido de Dinzey que tuvo entre sus primeras funciones después de recibirse Doctor en Medicina el 25 de febrero de 1943 las de Médico Inspector Sanitario en la común de Los Llanos, provincia de San Pedro Macorís; Médico Inspector Sanitario en El Seybo; Médico Sanitario Provincial de Azua; Médico Sanitario Provincial de San Rafael, Elías Piña.
Tuvo consultorio privado en su natal San Pedro de Macorís en la calle Rafael Deligne esquina Cabrera, detrás del teatro Apolo y al trasladarse a la capital se instaló junto al odontólogo Panchito García en la calle Mercedes. De ahí pasó a la José Reyes donde construyó su clínica.
Sin embargo, su nombre no figura en reconocidas historias de médicos y medicina dominicana, tampoco en revistas de esa especialidad lo cual resulta inexplicable pues aun cuando estuviera en desgracia con la tiranía, esta fue liquidada y se escribieron nuevos textos en libertad, sin que él aparezca. Su clínica, empero, se levantó en plena “Era de Trujillo”, a pesar de su desafección.
En un reciente ejemplar sobre el discurrir de esta ciencia se hacen dos citas sobre Dinzey, una alude a su cargo en Elías Piña y la otra se refiere a que su clínica aparece como privada en una publicación de la Caja Dominicana de Seguros Sociales.
Paradójicamente, se publicó una breve biografía en el Diccionario Enciclopédico Dominicano y en la publicación del Congreso Médico Dominicano de 1944. Quizá figure en otros documentos a los que no se tuvo acceso.
En la Gaceta Oficial de abril de 1945 se aprecia el dato de su graduación y la solicitud de exequátur el 17 de marzo de 1945.
Otros datos de Dinzey
Eduardo nació el 15 de enero de 1915, hijo de los inmigrantes de las Antillas Inglesas Juan Dinzey y Clementina Mason. En su niñez aprendió sastrería, piano y contabilidad, que le ayudaron a culminar sus estudios de medicina.
La familia residía en la calle Cipriano Guzmán, de Macorís. Se graduó de bachiller en la Escuela Normal Superior.
Su tesis en la Universidad de Santo Domingo, a la que ingresó en 1935, fue: “Contribución al estudio y tratamiento del pián o buba en la República Dominicana”.
Casó más de una vez y fue el padre de Eduardo Dinzey Báez, Rosa Clementina, Juan Eduardo y Francisco Eduardo Dinzey Rivera; Samuel Dinzey Reyes, según la necrológica. En una expresión de gracias a los doctores Héctor Mateo, José Joaquín Puello, Abel González e hijo, Alfredo Pozo Díaz, Herminio Grullón y Fernando Guerrero Mark “por su abnegada dedicación a cuidar la salud de nuestro inolvidable papá”, firman Eduardito, Rosita, Jhonny, Francis, Samuelito, Omego, Toñito y Chichí Dinzey.
El admirado caritativo falleció el cuatro de septiembre de 1981.
Amable de los Santos lo recuerda “calvo, de cinco pies y ocho pulgadas de estatura, piel negra y corpulento”. Tenía su residencia frente a la clínica.
Rafael Jóvine Soto, quien pronunció el panegírico, dijo que “en su tránsito terrenal fue la misma encarnación del bien y la esperanza”. Puchulo Martínez Brugal contó pinceladas de sus vidas juntos en el ingenio Cristóbal Colón, en 1938, cuando Dinzey amanecía estudiando a la luz de una lámpara de gas en la Casa de Empleados.
Uno de los más emotivos artículos fue el de Juan Isidro Jimenes Grullón, que además de considerarlo su hermano era su paciente. Le expresa gratitud “por el cariño que me tomó y porque a su sapiencia médica debo los últimos años de mi vida”.
Agrega que Dinzey no conoció el descanso, que fue un santo laico “y llegó a las más altas cumbres sin hacer ostentación de ello. En efecto, añadió, a su generosidad sin fronteras unía una humildad conmovedora: médico notable, jamás dijo que había hecho de su profesión un apostolado. Pero los pobres lo sabían, acudían a él en sus padecimientos y en él encontraban la cura y a menudo la salvación”.