A nadie extraña la última ristra de escándalos. Son lodos negros de la misma charca apestosa, y se petrifican fácilmente. El lodo aquí se seca pronto, formando costras difíciles de romper. Es un fenómeno geológico de mal gobierno y la desesperanza.
Observando el fluir delictivo, recordé la exitosa comedia cinematográfica Austin Powers, escrita y actuada por el actor canadiense Mike Myers, y dirigida por el norteamericano Jay Roach.
En ella, el antihéroe, Doctor Maligno, es un retorcido y psicóticamente ambicioso genio del mal. Concentra su obsesión y sus esfuerzos en apoderarse del dinero de gobiernos y de empresas millonarias de todo el planeta; no para en mientes y se salta los escrúpulos.
En la película, sus minions (adláteres, socios y lambones), le regalan un clon, que sólo se diferencia del villano en el tamaño: es un enano de apenas dos pies ocho pulgadas. Por lo demás, es como él, perverso e indecente. Lo nombra Mini Me, Pequeño Yo, y siempre lo sienta a su lado.
Viene al punto la parodia, porque ninguno de los robos, contradicciones y decisiones opuestas al bienestar nacional que hemos presenciado, incluyendo el affaire del Salami, son hechos independientes. Forman parte integral y síncrona de un gobierno viciado y una clase gobernante viciosa.
Esas instituciones no son otra cosa que el Mini Me de un Estado insensible, que otorga derecho al saqueo buscando incondicionales y poder. Ha sido así entre nosotros desde tiempo inmemorable. Es nuestra historia.
El Doctor maligno autoriza a sus clones rapaces y enloquecidos a desinteresarse del bienestar general. Deben chupar el tuétano del Estado, siempre y cuando mantengan su gloria. Esto no es cosa de películas, es la norma de líderes incapaces de pensar más allá de su egocentrismo.
Uno de los más recientes atentados contra el bienestar público, imperdonable y atroz, ha llegado a la frontera en voladora. El salami apestado hizo brincar a los diputados haitianos de sus curules y, en un abrir y cerrar los ojos, prohibieron su importación.
Soy un mal pensado, pero de aquí, de la isla, y no creo que se trate de cuestiones sanitarias esa novedosa preocupación de la dirigencia créole por la salud de su gente. Creo, más bien, que ellos son unos Mini Me de los legisladores nuestros e irán a lo suyo. Se levantará la veda a su debido precio. No debemos olvidar que el gobierno exporta ad libitum el macuteo.
Los desfalcos continuarán, y seguiremos comiendo embutidos certificados por Salud Publica sin creernos lo del certificado, ni creyendo en los desaprensivos certificadores.
La credibilidad oficial se la llevó el lodo, las contradicciones, los ocultamientos; y las negociaciones ocultas que siempre resultan en beneficio de los bueyes que más jalan.
Nos lo comeremos con pan, con galleta y con queso- los haitianos también- por ignorancia, necesidad, indolencia, o debido a la amnesia nacional que padecemos. Pero, a pesar de esto, esperamos cambios; presintiendo, sin embargo, que seremos nuevamente defraudados.