Doctor Sabin merece ser reconocido

Doctor Sabin merece ser reconocido

Trabajo Dr. Sabin.- Julio Ravelo Astacio solicit+¦ el nombre de Sabin para una calle

El doctor Albert Bruce Sabin no solo merece ser reconocido y estar en la memoria de los dominicanos por haber inventado la vacuna contra la poliomielitis, que tantas vidas, sobre todo de niños, ha salvado en el mundo, sino por sus preocupaciones, visitas e intercambios con médicos nativos para ayudar a erradicar ese virus.

Pero su nombre está solo en el recuerdo de algunos que le conocieron o trataron en sus estadías en Santo Domingo.

Estuvo aquí en 1983 durante más de quince días colaborando con autoridades sanitarias en campañas de vacunación, y participó junto al insigne pediatra Emil Kasse Acta en el seminario “La lucha contra la poliomielitis”, desarrollando el tema “Planes adecuados de vacunación en los países subdesarrollados”, única disertación del programa “propiamente científica que el maestro insertó en su agenda”, dijo Kasse Acta.

Apoyó al doctor Amiro Pérez Mera, secretario de Salud Pública, en una masiva campaña de vacunación que fue exitosa para exterminar la poliomielitis que dejaba inválidos o provocaba la muerte de miles de infantes criollos, aunque al principio Sabin tuvo dudas de los resultados, consigna Jesús Feris Iglesias en un artículo sobre el revolucionario y patriota médico puertoplateño.

“Doctor Pérez Mera, lo que usted expone solo es posible hacerlo en Suiza u otros países del primer mundo o bajo regímenes militares dictatoriales o comunistas no democráticos”, narra Feris que le contestó.

Era 1982 y Pérez desplegó “una vacunación puerta a puerta, que con el apoyo de la Asociación Dominicana de Rehabilitación, los clubes rotarios, las Fuerzas Armadas, consiguieron vacunar a toda la población y erradicar en ese momento el polio en nuestro país”, escribió el historiador y oftalmólogo Herbert Stern en “Sobre la poliomielitis”.

Y añadió: “El doctor Albert Sabin decía en una carta al doctor Pérez Mera que “se había conseguido una meta que parecía imposible”.

En esa ocasión, la Universidad Autónoma de Santo Domingo otorgó a Sabin el título de Profesor Honorario, que le entregó el doctor Julio Ravelo Astacio, y después de la ceremonia dictó una conferencia en el paraninfo de esa academia que estuvo repleto de personas deseosas de conocer a ese genio de la medicina.

A pesar de que esas son las experiencias documentales, se habla de su cooperación voluntaria en relación con la polio y otros virus que estudió y combatió. Recientemente, el ingeniero Eulogio Santaella reveló que lo conoció “cuando vino al país para colaborar con el Secretario de Salud, Amiro Pérez Mera, experto epidemiólogo…”.

Alentó y visitó a Mary Pérez de Marranzini, quien ha estado ofreciendo terapias, educando e insertando al trabajo a los afectados de poliomielitis, desde la Sociedad Dominicana de Rehabilitación, instituida en 1963.

República Dominicana fue declarada libre de polio en 1994.

La calle. Calles y avenidas de Santo Domingo rinden tributo a médicos que salvaron vidas durante mortales catástrofes naturales y epidemias, que fueron célebres creadores de vacunas o distinguidos filántropos.

De Sabin hay que agregar que se interesó en conocer esta tierra, su gente, pero sobre todo sus niños amenazados por la poliomielitis y sus médicos empeñados en prevenir su aniquilamiento.

Por tantos méritos, aportes y virtudes, el exrector de la UASD, doctor Julio Ravelo Astacio, pidió en 1986, siendo decano de la facultad de Ciencias de la Salud de esa casa de estudios, que una calle de la capital llevara el nombre del notable virólogo.

El cabildo acogió la propuesta, y el 8 de septiembre de ese año emitió la resolución número 181/86 que designa con el nombre del doctor Albert Bruce Sabin “una de las calles de un barrio marginado de la ciudad de Santo Domingo, como un dignificante y merecido honor a tan ilustre filántropo”.

Destacó su legado a la humanidad y el “feliz descubrimiento de la vacuna oral antipolio, que hizo posible el milagro de rescatar de la inutilidad y de la muerte a millones de niños en el mundo”.

Sin embargo, no se aplicó la resolución. El nombre de Sabin no figura en mapas ni avenidas de la capital dominicana.

“Hice esa solicitud con la esperanza de mostrar nuestro agradecimiento, que no puede ser otro que el de toda la humanidad. Esas gotitas suministradas a los niños, permitieron que prácticamente desapareciera esa enfermedad que diezmaba a las personas en los mismos inicios de la vida”, significó Ravelo Astacio.

Manifestó que “los dominicanos estamos en deuda con el doctor Sabin, ese hombre sabio, científico destacado a nivel mundial, Premio Nobel de Medicina”.

“Me permito solicitar la atención de la alcaldesa Carolina Mejía para que esta resolución, en sus manos, lleve a cabo esta responsabilidad, que por falta de continuidad institucional, aún no se ha implementado”.

Sobre Sabin. Nació el 26 de agosto de 1906 en Bialystock, Polonia. Tuvo que huir del antisemitismo en 1921 y se nacionalizó estadounidense. En 1931 obtuvo el grado de médico en la Escuela de Medicina de la Universidad de New York. Ejerció como dentista en la consulta de un tío, “pero pronto la investigación le cautivó, abandonando la odontología”.

Completó su formación en el Instituto Lister, de medicina preventiva, en Londres. En 1935 regresó a Nueva York y trabajó en el Instituto Rockefeller de Investigación Médica. En 1939 ingresó al Hospital Infantil de Cincinnati, “y vio los terribles casos de niños atacados por la poliomielitis, la estudió y descubrió que se transmitía por vía oral”.

El profesor universitario, inventor, patólogo, inmunólogo y epidemiólogo, desarrolló una vacuna vía oral que se suministraba a los niños en un terror de azúcar.

Ya se usaba otra, encontrada por Jonas Salk contra los tres tipos de virus de la poliomielitis “pero tenía el inconveniente de que era intramuscular”.

“El equipo de Sabin mostró que el virus invade primero el tracto digestivo, atacando más tarde el sistema nervioso”. “Se multiplica en la garganta y en el tubo digestivo, donde se absorbe y se disemina a través de la sangre y del sistema linfático”.

Sabin declino beneficiarse económicamente de su descubrimiento.

Falleció el 3 de marzo de 1993 a causa de una insuficiencia cardíaca. (Datos sobre Sabin y la vacuna fueron tomados de Internet).

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