Con la inauguración en Atenas en 1896 de la 1ra. Olimpiada del Mundo Moderno, las manifestaciones físico-deportivas tomarían en lo adelante un gran auge, proyectándose en los siglos XX y XXI como un fenómeno hegemónico de gran impacto social y cultural. Tales avances tendrían como base de sustentación conceptual un conjunto de documentos y declaraciones internacionales, que toda persona que hoy día aspire a tener una adecuada formación ciudadana sobre la materia debe conocer.
La ocurrencia del barón Pierre de Coubertin de resucitar las olimpiadas en un escenario académico como la Sorbona de París, propició que se gestara en 1894 el Congreso Atlético Internacional. Los juegos tomarían un interés mayor en cada convocatoria, con la participación de naciones de las diversas latitudes, sumándose los trabajos de especialistas sobre los aportes del deporte y la actividad física, así como el interés de los Estados por promover estas prácticas como políticas públicas. Inglaterra y Francia son reconocidos como los prolegómenos de estos principios y normas.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, se puede considerar como el punto de partida para el reconocimiento internacional de las manifestaciones lúdicas y competitivas. Si bien en este documento no se utilizaron los términos deporte y educación física, en su Artículo 24 expresaba lo siguiente: “Toda persona tiene derecho al descanso, el disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y vacaciones periódicas pagadas.”
Sería cuatro años después en 1952, con ocasión de la Conferencia General de la UNESCO, primera conferencia de Ministros y Altos Funcionarios Encargados de la Educación Física y del Deporte, que se reconoció el acceso de todos a estas actividades como aspecto de la democratización y como una preparación para la práctica durante toda la vida, como un derecho y una necesidad colectiva.
A partir de ese reconocimiento, la trascendencia del deporte y la actividad física, han sido reafirmados en importantes acuerdos y documentos, entre los de mayor significación: El Manifiesto del Deporte de 1968, El Manifiesto Mundial de la Educación Física de 1971, La Carta Europea del Deporte para Todos de 1975, y La Carta Internacional de la Educación Física y el Deporte de la UNESCO de 1978. Esta última, en su artículo 1 dice que: “La práctica de la Educación Física y el Deporte es un derecho fundamental para todos”. El Consejo Europeo del Deporte, entidad que agrupa a representantes de más de 30 naciones del viejo continente, ha realizado grandes contribuciones a través de Congresos y Declaraciones sobre la materia, conjuntamente con organismos internacionales como la ONU y la UNESCO.
Entre los documentos importantes hay que destacar la Carta Olímpica, editada por el COI en el 2003, que resalta en sus principios “el objetivo de poner el deporte al servicio del desarrollo armónico del hombre, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana”.
En los últimos años ha habido una atinada renovación de los principios a nivel planetario, entre los más relevantes: La Declaración de Berlín en el 2013, “Contra la corrupción y la Manipulación en el Deporte” en el marco de la Quinta Conferencia Internacional de Ministros de Deportes y Altos Funcionarios Responsables (MINEPS V), por iniciativa de la UNESCO, así como la aprobación del Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, a celebrarse el 6 de abril de cada año, mediante Resolución aprobada en el marco de la Asamblea General de la ONU en el 2012.
Estos documentos y declaraciones han reforzado el prestigio y los principios del deporte y la actividad física a nivel global, una manifestación socio-cultural de incomparable impacto y beneficio para los seres humanos.