Dolarización de facto ante una crisis real

Dolarización de facto ante una crisis real

En medio de una de las peores crisis por las que ha transcurrido la economía dominicana en los últimos tiempos, un funcionario norteamericano se destapa diciendo que están dispuesto a «asistir» al país en materia de dolarización.

La sugerencia ¿o propuesta?, no deja de ser enigmática, por cuanto el gobierno saliente se decantó señalando la necesidad de cubrir «el hoyo de Baninter» con fondos provenientes de ese país a través del Tesoro, lo cual fue sugerido a funcionarios de ese Departamento que estubvierno aquí a raíz del escándalo financiero.

Los Estados Unidos descartaron la posbilidad de prestar dinero «alargo plazo y en condiciones blandas» para tapar un hoyo que sobrepujaba los RD$ 55 mil millones entonces. Pero al mirar hacia la caverna del pozo, en el fondo vieron la posibilidad de «cojer los mangos bajitos». Así puede entenderse la asistencia ofrecida por Mister Taylor.

Desde hace unos años a esta parte, una nueva ola recorre por toda América Latina y es la ola de la dolarización. Esta nueva tendencia representa el vuelco más atrevido de algunos países de la región que como Panamá, El Salvador y Ecuador, no han registrado en el corto plazo un balance favorable en sus implicaciones macroeconómicas y, en sentido general, se critican aspectos que obran a favor y en contra de una decisión semejante.

No obstante, sin contar con las consecuencias imprevistas de una tal decisión, algunos gobiernos observan aún con cautela un problema que tiende a presentarse con rasgos peliagudos.

Ante los efectos que podrían acarrear las repercusiones inmediatas de un proceso de dolarización mal llevado o empujado en forma precipitada, en el país comienzan a abrirse una trocha que no se sabe adónde podría conducirnos, sobre todo en vista de que República Dominicana está negociando en estos momentos un Acuerdo de Libre Comercio bilateral con los Estados Unidos.

No obstante el tema venía siendo asignatura no obligada de economistas y funcionarios gubernamentales que observaban una posibilidad de dolarización a través de la ventanilla de las negociaciones para un libre comercio, esta vez el trabucazo fue disparado por un funcionario norteamericano.

El pasado once de este mes, recién anunciada la elección de un nuevo gobierno, el subsecretario de Asuntos Internacionales del Tesoro de los Estados Unidos, John Taylor, sostuvo que ese Departamento estaría dispuesto «a dar asistencia técnica a República Dominicana para la dolarización de su economía».

El funcionario adelantó que en caso de dolarizar su economía el país precisaría de más dinero en efectivo, como son los casos de Panamá, El Salvador y Ecuador.

A su vez, el electo Presidente Leonel Fernández expuso sobre el tema que la dolarización no estaba en los planes de su gobierno, sino el fortalecer la moneda nacional y lograr la estabilidad y el crecimiento económico.

[b]Niágara en bicicletas[/b]

Baste observar la historia más reciente del peso dominicano. Aquí se identifican 3 períodos en que la moneda nacional ha sufrido «desprestigios» y la consecuente pérdida de su valor.

Esto ha ocurrido en términos de unos 60 años, desde que al final de la década de los 40 apareció el peso como signo monetario nacional.

El doctor Pavel Isa Contreras, economista egresado de Harvard, afirma que la primera vez que el peso dominicano se vio vapuleado ocurrió entre 1983-84, debido al choque externo que significó la deuda externa y las dificultades asociadas para ajustar internamente frente a esa situación.

El marco de dicho choque se verificó mediante en la caída de los precios internacionales de los 4 rubros tradicionales de exportación que entonces proveían de dólares a la economía dominicana.

El segundo momento en que el peso se vió en proceso regresivo del valor fue hacia 1990, motivado principalmente por factores locales.

Para entonces, el presidente Joaquín Balaguer desequilibró la economía dominicana a través de una fuerte expansión del gasto público en obras, lo cual produjo un gran incremento en los agregados monetarios, originando déficits fiscal y alzas del dólar y de la inflación.

«El gobierno central se encontraba ajustado -expresa el economista y presidente del Centro de Investigaciones Económicas del Caribe (CIECA)-, pero no así las instituciones autónomas y empresas y entidades descentralizadas del Estado, las cuales se nutrían de financiamientos a través del Banco de Reservas y éste a su vez de fondos del Banco Central, originando los famosos inorgánicos».

Años después, casi a mediados del 2003, se produjo la gran crisis que indujeron los problemas con Baninter y otros dos bancos, seguido de un nuevo choque externo en la economía desde principios del 2000 y agudizado al 2001.

«En gran medida -sostiene el economista Isa Contreras-, esto último fue el resultado de una decisión explícita y voluntaria de las autoridades para poder responder a los ahorrantes de los bancos en problemas, lo cual creó un déficit cuasifiscal que afecta a la economía y presiona al peso dominicano».

La historia de nuestra moneda no es tan crítica como para decir que el peso ha fracasado, pues en esos casi 60 años se ha dado un manejo estable, diferente a lo de Ecuador y otros países.

[b]¿Dolarización o semidolarización?[/b]

El presidente del CIECA estima que en los hechos, el país tiene una dolarización «de facto». Tal ocurre cuando una parte de los activos de las personas o empresas están ya dolarizados.

En esos 3 episodios cambió la conciencia de los agentes económicos y aunque haya vivido en períodos de relativa estabilidad, dicho agente no sabe cuándo volverá a reinstalarse otra crisis devaluatoria.

Por eso, con el temor de que algo puede pasar con su dinero, tiende a diversificar su cartera de dinero para proteger su valor y disminuir los consecuentes riesgos.

«Pero -explica-, hay un paso muy grande entre lo que implica dolarizar una parte de los activos monetarios y dolarizarla plenamente».

Sostuvo que tras autorizarse que el público pudiera abrir cuentas en dóares, inmediatamente eso tuvo un efecto en la percepción del público o de los agentes económicos, quienes empezaron a dolarizarse poco a poco.

A esto vino a agregarse a fines de los años 90 la decisión de permitir a la banca tomar préstamos en dólares, sin tomar en cuenta el efecto que también tienen las transacciones en divisas con el exterior, las fugas de capitales, los depósitos fuera y otras decisiones.

O sea, desde que se dolarizó el crédito por la diferencia entre las tasas de interés interna y externa, se inició una dolarización creciente.

[b]El peso sigue…[/b]

No obstante el alto nivel de transacciones en divisas, la mayoría de las transacciones de la economía son aún en pesos dominicanos. Esto a pesar de que los precios suban y tiendan a ser afectados por los precios del dólar.

Por eso, el economista Pavel Isa estima que por el momento no es aconsejable la dolarización de la economía, pues más allá de dolarizar la economía, en estos momentos prevalece una insuficiencia de reservas en divisas. Además, la economía está imposibilitada de asumir el costo de la dolarización, mientras sigue creciendo el numerario.

«Esto no es aconsejable -agrega-, ya que los problemas asociados a la dolarización sobrepasarían a los probleas vinculados a los esfuerzos por mantener el peso manejado en forma prudente y relativamente conservadora. El peso todavía es manejable».

El primer problema que confronta el peso dominicano es que el margen de maniobra es muy alto, lo cual puede incidir en los agregados económicos, como son las tasas de interés, los precios y otros.

Pero una ventaja que significa dolarizar la economía lo es que hay más estabilidad de precios, además de reducir los costos de las transacciones cambiarias.

El otro camino implica la entrega del manejo de la política monetaria que en sentido general no ha sido manejada de forma imprudente a lo largo de los 60 años de existencia del peso dominicano.

«Dolarizar no significa reducir el déficit fiscal e incluso los países tienden a crecer menos, aunque no tengan proglemas fiscales, como es el caso de Panamá, según cita el economista.

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