Dolarización en soberanía

Dolarización en soberanía

POR TOMÁS RODRÍGUEZ DE LEÓN
En el creciente debate acerca de la adopción de la dolarización, especialmente en las «economías emergentes», los opositores indican la pérdida de soberanía como uno de los costos importantes de dicha solución monetaria. `

La soberanía es, fundamentalmente, un concepto jurídico-político que expresa el poder absoluto del Estado para imponer decisiones de distintos órdenes en el ámbito nacional. Este poder era originalmente ostentado por los monarcas y fue heredado por el Estado que, en su carácter democrático-representativo, es mandatario del poder del pueblo, al cual se entiende como el verdadero soberano.

Dicho poder comprende la capacidad del Estado para imponer una moneda como medio de pago legalmente aceptado por los residentes con «…fuerza liberatoria para el pago de todas las obligaciones públicas o privadas» en el país. Es lo que se conoce como la Soberanía Monetaria.

Contrario a lo que muchos creen o hacen creer, la soberanía monetaria no se limita a la emisión de dinero. Robert Mundell, premio Nóbel de economía 1999, divide la soberanía monetaria en tres funciones: «a) el derecho a determinar qué constituye un medio de cambio (que puede ser un producto o una moneda); b) el de determinar los medios de pagos (el medio de curso legal para la liberación de las deudas), y c) el derecho a producir moneda o determinar las condiciones en que ésta es producida por otros.1

Luego, cuando un Estado decide la adopción de una moneda de otro Estado está ejerciendo su derecho soberano a determinar el uso de otro(s) medio(s) de pago en su territorio, al tiempo que suspende su producción de moneda, de manera parcial o total. Para este acto soberano, el Estado pondera las ventajas frente a los inconvenientes.

Este tipo de evaluación tiene que ser hecha frecuentemente por el Estado: cuando se adhiere a una convención multilateral, cuando negocia un acuerdo bilateral, como es el caso del Tratado de Libre Comercio (TLC) recientemente firmado con los Estados Unidos, o ante cualquier otra convención internacional considerada beneficiosa para el interés nacional.

La decisión de dolarizar la República Dominicana puede, y debe, hacerse en el entendido de que es un acto soberano, motivado en el mejor interés nacional de crear un ambiente propicio para fundamentar un desarrollo sostenible de la nación, mediante la promoción de una competitividad internacional basada en mejoras de productividad (como consecuencia de una elevación en la formación de capital y de la capacitación del trabajador) y no en la supuesta «ventaja» de una política de bajos salarios.

Esta decisión limita un aspecto de la soberanía monetaria (la impresión/acuñación de moneda propia), pero el Estado no pierde èse ni ningún otro derecho y puede, cumplido un período de prueba de mediano o largo plazo, modificar su decisión, volviendo a ser emisor parcial o totalmente o, incluso, cambiando a otra moneda de mayor aceptación internacional. 

SOBERANÍA Y SEÑOREAJE

La soberanía monetaria produce, entre otros de valor político, el beneficio del señoreaje que, especialmente en el caso dominicano, puede definirse como «…la capacidad que da el monopolio monetario a los gobiernos nacionales para aumentar el gasto público». Por tanto, «…el señoreaje puede entenderse como una fuente alternativa de ingreso para el Estado, por encima de lo que puede ser recaudado mediante impuestos o préstamos del mercado financiero»2

Nuestra reciente historia ilustra patéticamente el resultado de este ejercicio de soberanía monetaria. El Estado dominicano usó su capacidad monopólico-monetaria y nos empobreció a todos, con una emisión que creció en 120 por ciento en sólo once meses en el año 2003, con la consecuente devaluación e inflación, causando una expropiación extraordinaria de ingresos y ahorros empresariales y personales.

A este privilegio es que muchos pretenden que el Estado (o mejor dicho el gobierno nacional) se aferre, en uso de una soberanía de la cual los ciudadanos son los titulares de última instancia dado que el nuestro es un régimen representativo. Dejemos que el pueblo soberano exprese su preferencia monetaria sin ninguna imposición. Indicadores hay de que esta preferencia no necesariamente coincide con la del gobierno nacional, ya que los ciudadanos han elegido preservar el valor de su riqueza, sea exigiendo tasas elevadas de interés por su ahorros en moneda nacional o (en situación de inestabilidad) atesorando en una moneda fuerte, o ambas cosas a la vez.

DOLARIZACIÓN E IDENTIDAD NACIONAL

Otro argumento de los que se oponen a la dolarización es que la moneda es un «símbolo de identidad nacional». No recordamos que el diseño y la puesta en circulación de una moneda nacional estuviese entre las reivindicaciones fundamentales perseguidas por nuestros padres fundadores, quizá pueda esto explicarse por el hecho de que los bancos centrales no eran tan populares en la primera mitad del siglo XIX. El más exitoso de tales instituciones, la Reserva Federal de los Estados Unidos, se constituyó en 1913.

No se discute el hecho de que todos nos sentiríamos halagados si contáramos con una moneda nacional fuerte y de aceptación internacional. Pero estas características sólo las tiene un grupo reducido de monedas, cuyo prestigio se sustenta en una tradición de institucionalidad. Si el Estado dominicano implanta la dolarización, como una solución monetaria formal, está haciendo provecho de un prestigio ganado por la moneda en cuestión.

Para sólo citar un ejemplo, los panameños no se sienten menos identificados con su país porque reciban sus salarios en dólares americanos. Tampoco sienten mermada la soberanía de su Estado nacional por la utilización de dicha moneda. Lo que es más, no parece haber ninguna fuerza no-económica que impida a Panamá abandonar el uso del dólar como moneda de curso legal. Puede concluirse, entonces, que ese país ejerce de manera soberana su derecho a determinar la moneda de curso legal en su territorio: el dólar.

CONCLUSIÓN

Puede concluirse, entonces, que la dolarización no constituye una pérdida de la soberanía monetaria, que el Estado conserva intacta toda su facultad para ejercer dicho poder cuando lo juzgue conveniente. Y que cabe esperar que tal ejercicio lo haga siempre para mayor provecho de la nación a la cual sirve. Debe entenderse, como señala K. Schuler que «la soberanía monetaria es un ejercicio legítimo de autoridad del gobierno nacional, no un ejercicio ilegítimo de poder brutal que deba ser simplemente soportado»3. Pues, en este último caso, el pueblo, el soberano, tiene derecho a buscar una mejor solución.

La soberanía monetaria no ha demostrado ser un instrumento eficaz de ejercicio institucional, sobre todo en América Latina donde tanto ejemplo abunda de exacciones contra la población como consecuencia del abuso de los gobiernos nacionales, a través de los bancos centrales. En nombre de esta soberanía, y sin explicar lo que ella significa, se han impuesto, sólo en nuestra América, calamidades comparables a genocidios indiscriminados, cuyos efectos, como en el presente caso dominicano, se extienden por generaciones.

Quienes se oponen a la dolarización como solución monetaria formal para la República Dominicana deben elaborar un método de cuantificación de los beneficios que la soberanía monetaria, como ellos la entienden, ha dejado a este país desde que se implantó la moda banco-centralista de la primera mitad del siglo recién pasado. Quizás puedan elevar la estabilidad monetaria trujillista a la categoría de argumento a favor de su idea de soberanía monetaria, pero dudamos de que la consideren paradigma de bienestar nacional.

Un lector del artículo «Démosle una oportunidad a la dolarización», aparecido en el periódico Hoy de fecha 22 de Agosto de 2004, dice: «La soberanía de una nación no esta en el billete con que realice sus compras, éste es sólo un medio de cambio. La soberanía es un compromiso del mundo de las ideas, criterios, principios, que crean una conducta o cultura, en una sociedad que la asume como pacto constitucional, siendo el fundamento la defensa del bienestar general y la libertad».4 Todo sea por el «bienestar general y la libertad».

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1 R. Mundell citado por K. Schuler: Dollarization Debate (DD): What use is monetary sovereignty? pàg 141

2 B. Cohen: DD: Political Economy pàg. 226

3 K. Schuler: DD: op. Cit. pág. 141

Wilson Segura Beriguete, Bronx, NY

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El autor es economista, empresario y presidente de la Unión Nacional por la Integridad y el Desarrollo -Fundación UNID- fundacionunid@verizon.net.do

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