Dolor de familias por las cinco vidas apagadas en tragedia

Dolor de familias por las cinco vidas apagadas en tragedia

En un abrir y cerrar de ojos quedaron atrás los sueños de cinco jóvenes muertos al incendiarse el domingo el microbús que los transportaba en el kilómetro 17 de la Autopista de las Américas, luego de chocar con una palmera. En la vecindad del sector Cristo Rey, donde residían cuatro de ellos, se les consideraba tranquilos, decentes y con futuro.

Algunos aspiraban a tener éxito en su carrera universitaria. Otros querían comprarle una casa a su madre para sacarla de un callejón o tener un mejor empleo.

Ayer retumbaban, cada vez con más dolor, en el callejón peatonal Doña Tata Lora, en Cristo Rey, los gritos de Miriam Ramírez y Luz Clara de la Cruz Ramírez, por la trágica muerte del hijo y hermano Estarlyn García Ramírez, de 22 años, quemado dentro del vehículo camino a la playa de Boca Chica esa fatídica madrugada.

Las mujeres soltaban gritos estremecedores, que se reproducían con fuerza en la modesta casa. Creían que volvería, que no estaba muerto y que les compraría la vivienda prometida.

Mientras a unas cuadras, separadas por decenas de viviendas, sufren las familias de Samanta Jiménez Hernández, de 21 años, y de su inseparable amiga, Carmen Leticia Pineda, de 24 años.

Un poco más arriba, en la calle 39 de Cristo Rey, la familia de Juan Alberto Severino Pereira Paulino, de 22 años, sufría la ida a destiempo del joven en el acontecimiento fatal que también terminó con la vida de Víctor Manuel Mercedes, de 29 años.

 

La gente de esta populosa barriada no sale del asombro al ver que muchachos criados en el sector mueren carbonizados cuando buscaban diversión.

 

Samanta y Leticia fueron sepultadas en la tarde del domingo en el cementerio de Cristo Rey. El mismo día sepultaron a Estarlyn en el cementerio Cristo Salvador, en Santo Domingo Este.

Esta historia fue escrita con un recorrido de dolor, que se inició en la vivienda de Maribel Hernández, madre de Samanta, quien recostada en un sofá recibía las condolencias de los amigos del curso de inglés por inmersión que hizo su hija y de la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa), donde terminaba la carrera de Mercadeo.

Intenta conservar la calma, cree que Dios permitió la muerte de su segunda hija y única hembra, quien durante el viaje y momento antes de fallecer conversó con ella por el celular para asegurarle que todo estaba bien.

Se desespera al recordar que Samanta le aseguraba que se casaría cuando se graduara en la universidad.

“Leticia era su mejor amiga. Se querían tanto y siempre estaban juntas”. Leticia planeaba mudarse a casa de Samanta en la calle Higüey de Cristo Rey.

Genera Santos y el periodista de El Día José Miguel de la Rosa describen lo talentosa y lo popular que era Samanta en la clase de inglés. “Ella era el alma de las fiestas”, agrega Genera.

Leticia. Luz del Carmen Flete, su madre, dejó rodar dos lágrimas cuando vio a esta periodista y al fotógrafo. Sabía que el tema era su hija. Se sentó y contó su dolor y los sueños de una pérdida que se había hecho.

La noche de la tragedia no pudo dormir, presentía algo y se había quedado con la niña de Leticia, de tres años, quien lloró toda la noche.

La noche de su muerte, antes de marcharse a la fiesta en el barrio, su hija le llevó una cena, para que le cuidara a su pequeña hija.

Y, sin sospechar que le quedaban horas de vida, Leticia y Samanta hicieron su última aparición en Facebook, subiendo una foto de cómo lucían para ir a compartir la cena de Navidad en El Callejón B, próximo a la calle Nicolás de Ovando, donde planificaron terminar la velada con un baño en la playa.

Luz tiene a su madre y a un hermano enfermo, lo que agrava su dolor. Leticia era la segunda de sus tres hijos. Solo queda con las prendas que compraba para vestir y verse como reina.

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