La tradición católica rememoró ayer Viernes de Dolores, padecimientos de la madre de Jesús durante su pasión. Nos hizo pensar dolores que padecemos por colapsos sufridos por intrepidez financiera, negligencia en Puerto Don Diego, degradación sistema de partidos exponiendo democracia. De políticos y del ejercicio de la política.
Duele observar pronunciamientos exaltados, propios de bravuconerías barriales, en medio de eventos solemnes en presencia de dignatarios internacionales, azuzando en lugar de sembrar paz, al referirse, p.e. a situación haitiana, enrostrándole sus debilidades; cuando debían lanzarse pronunciamientos alentadores de cooperación conjunta.
Duele ver mendigar comprensión internacional sin comprender que solo comprendiendo a Haití, aseguramos convivencia pacífica; hacerse vista gorda, abanderándose con errores, mentira e ignorancia, ante previsible colapso fiscal; oscurecer oscuridad con apagones mientras mejoran iluminación en zonas iluminadas; anunciar preparación hospitalaria para vacacionistas accidentados en hospitales colapsados.
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Colapsan esperanzas de combatir corrupción que corroe Gobiernos y sociedades por procedimientos y expedientes convertidos en espectáculos y relatos contentivos de expresiones propias de comadres de patio; restándole seriedad al proceso y brindando excusas (¿deliberadas?) para que sean dictadas sentencias liberadoras argumentando improcedencia y mala fundamentación.
Duele que se pretendan dar respuestas políticas a hechos dolosos cometidos en ejercicio de funciones públicas concebidas para servir y no para servirse.
Que se dediquen tantas energías y recursos humanos y financieros a distraer atención nacional en cumbres deslucidas por declaraciones retóricas e intrascendentes. Y trastornadoras de nuestra trastornada normalidad con taponamientos, apagones y degradación ambiental aumentadas por centenares de vehículos de altísimo consumo a disposición de invitados. Y tras ellos. Duele reacción tardía e imprevisiones de autoridades ante cíclica sequía que quema cultivos, mata reses y quiebra productores.
Duele que se intente explicar sublimemente lo inexplicable hasta llegar a lo ridículo en subsidios aparentados y privilegiados a combustibles.
Duele observar empleadas municipales cargando sobre sus espaldas pesadas “sopladoras” de aire para limpiar parques públicos-consumiendo combustibles, contaminando aire, produciendo ruidos, deformando columna-mientras otras barren con ramos por falta de escobas.
Seguir causando tantos dolores conducirá al colapso de nuestra democracia.