Domingo Liz, premio de la Fundación Corripio

Domingo Liz, premio de la Fundación Corripio

Los premios nacionales auspiciados por grandes instituciones son objetos de espera y esperanza, ya que reconocen a máximas figuras dominicanas de las ciencias y las humanidades.

La Fundación Corripio ha destacado, de forma relevante y generosa,  la labor duradera y permanente en el ámbito de la cultura, con una premiación anual dirigida a renglones de suma importancia para el país. 

En este contexto de excelencia, uno de los principales creadores del país, Domingo Liz, recibirá el Premio de Arte.

El jurado y la Fundación Corripio así motivaron  su elección: “un artista en compromiso permanente con la creación visual dominicana, un forjador de obras maestras en pintura, dibujo, escultura, y renovador de la plástica dominicana”.

Reafirmaremos, según un criterio personal, que “Domingo Liz ha probado una polivalencia excepcional en su generación, demostrando igual oficio y nivel en la escultura, el dibujo, la pintura”, y agregamos que “además de la práctica y la enseñanza del arte, maneja la teoría del arte como ardiente polemista y defensor de ideas, pensando que el arte es un eterno retorno”. 

Los juicios positivos coinciden, y satisface inmensamente ese consenso acerca de una valoración ejemplar, sellada por las recompensas correspondientes, que se confirió  a Domingo Liz, “cual sentinela perenne del Ozama”, como lo calificó el historiador y crítico de arte Danilo de los Santos.

Acerca del artista. Domingo Liz es un capitaleño de nacimiento, de estudios y de vida, que  vio el día en Santo Domingo en el 1931.

Se  formó en la Escuela Nacional de Bellas Artes, residiendo y trabajando  casi a orillas del río Ozama.

De una rara precocidad, no alcanzaba los 20 años cuando obtuvo su primer galardón de Bienal y siguió cosechando premios en escultura y en dibujo en los certámenes nacionales -Bienal de Bellas Artes y E. León Jimenes-. Desempeñó también el profesorado desde temprana edad en la academia estatal y en la UASD  durante décadas, siendo considerado uno de los docentes estelares. Ha preferido las exposiciones colectivas en  República Dominicana y en el exterior –Estados Unidos, Puerto Rico y Europa–, a las individuales para las cuales se muestra muy exigente, en primer lugar con su propia obra.

Cuando hablan de los artistas que escriben, Domingo Liz ocupa un sitial por la contundencia de sus opiniones y argumentos. Otro hecho no tan frecuente es que sus colegas lo aprecian, lo respetan y le reconocen liderazgo.

Desde los inicios, su estilo muy propio se ha impuesto, y él siempre ha conservado una personalidad inconfundible en esquemas, trazos y factura.

Celebrado hoy como gran pintor y dibujante, él sobresalió como escultor, en las décadas del 60 y el 70: sus tallas en madera, ligeras, alzadas, curvilíneas, orgánicas, sugerentes de la naturaleza, no han sido igualadas. Su alejamiento de la escultura se inscribe en las desventuras de esta categoría.

Ese maestro jamás amaestrado ha creado en sus indisociables pinturas y dibujos, un mundo, un planeta, una “cosmogonía Domingo Liz”, que cambia el ánimo de quien la mira. Primero, el juego, el humor, la sonrisa afloran.

 A la impronta lúdica y al placer de la contemplación sucede la reflexión sicológica y sociológica. Es el caudal de una cultura que él nos transmite.

Han repetido hasta la saciedad que sus modelos surgen de la vecindad, del Santo Domingo Este, de los niños/adultos y adultos/niños del Ozama, ¡pero cuánta plenitud! Como García Márquez y Macondo en literatura, los modelos barriales de Domingo Liz se proyectan hacia la humanidad. Rechonchos y aéreos, volumétricos y transparentes, estriados y pintados, geométricos y carnosos, aquellos personajes estremecen. Cobra aquí total sentido el aforismo de Daniel Sibony: “La realidad tiene por meta producir sueños capaces de engendrar una nueva realidad”.

Así sucede con la obra de Domingo Liz en la madera, en el papel, en la tela: realidad, sueños, nueva realidad.

…Y otra realidad abarca la vida dominicana: Domingo Liz es en Arte el Premio 2008 de la Fundación Corripio.

El protagonista

Domingo Liz

Artista plástico

Celebrado hoy  como gran pintor y dibujante, él sobresalió como escultor, en las décadas de 1960 y 1970: sus tallas en madera, ligeras, alzadas, curvilíneas, orgánicas, sugerentes de la naturaleza. Su alejamiento de la escultura se inscribe en las desventuras de esta categoría.

Las frases

 Domingo Liz

Todo verdadero artista tiene que echar raíces profundas en su medio. Cuando el artista es sincero, aún las más altas expresiones del arte abstracto se producen por una conjunción de la personalidad interna (su manera peculiar de percibir y concebir) y lo que queda de una percepción aguda de la naturaleza y la vida que lo rodea”.

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