Dominicana: la identidad fragmentada

Dominicana: la identidad fragmentada

DIÓMEDES MERCEDES
Es grave sacrilegio político decir al país algo bueno asociado al tan satanizado régimen de Trujillo, de quien sabemos, fue en su tiempo El Diablo de Caribe, quien metía su cola en el mismo Congreso norteamericano y en cualquier lugar, sin permitir que nadie metiera sus uñas aquí, mientras construía la zapata capitalista nacional sobre un Estado absolutista, esto, por falta de una clase empresarial seria, pues la oligarquía del país, nunca ha sido ninguna de estas dos cosas. Lo bueno asociado a aquel régimen era la coherencia del Estado y la sociedad en la búsqueda  y/o reafirmación de una identidad. Tenía de malo que el símbolo de ella era «El Jefe» por sobre todas las cosas.

Cuando en la noche del 30 de mayo del »61, un comando emboscó y mató al Tirano, haciéndolo al margen de un proceso político y cultural que lo trascendiera, el episodio, dejó al pueblo al margen de los acontecimientos y en un limbo, desorientado, bajo los derrumbes de un orden que estaba siendo trastocado por una conspiración que tenía el objeto de envilecernos, secuestrar al Estado y heredar al país. En síntesis, jodernos. No era lo mismo y era todo lo contrario el proceso que conllevaría al país a un modelo alternativo democrático criollo, ya en desarrollo bajo el ejemplo y las banderas del ideario de los mártires y héroes de junio de 1959, bajo el que nos reunificábamos y actuábamos los diversos núcleos antitrujillistas del país, para un triunfo seguro sobre un orden que a cada hora tenía menos sustentación.

Esta liquidación de Trujillo así, creó un vacío y crisis de identidad que nos abrumó, reforzado por la obstrucción sistemática de diversos factores que presionaron en contra de todo lo que pudiera redefinirla, llevándonos a tener si la tenemos, una identidad esquizoide, fragmentada, o ajena; que toleró nuestra neocolonización y nos hace muy vulnerables a lo malo de los extraños, porque no tenemos anticuerpos.

Siempre he considerado que lo del 30 de mayo fue una operación calculada contra la alternativa antitrujillista, liberadora y democrática propia, que ya había abierto su epopeya desde el 1959 más que contra el Tirano, del que los actuantes eran cómplices relevantes, reclutados para una maniobra «made in USA», poder que entró de nuevo al país como sustituto del dictador y amo de la nación. Factor esencial para la comprensión de nuestra crisis de identidad como de su base, nuestro subdesarrollo.

La identidad es un componente sustancial de lo humano y actúa como imán de sus colectividades, haciendo su espíritu y su carácter. Es tanto una cultura como su proyección; privar a una nación de su identidad es peor que borrarle su memoria. La dignidad de una persona es inconcebible sin la materia de su identidad. Para la relación humana, para nuestro crecimiento el puente facilitador de ellas lo es la identidad. El individuo no es persona sino puede acreditar su identidad. Igual es para las naciones y para sus particulares civilizaciones, últimas grandes tribus sobre el planeta.

Cuando Robert Musíl (1880-1943) escribió los dos tomos de su única obra El Hombre sin Atributos, enfocando la crisis de la civilización europea, lo hizo para advertir sobre la anomia de los pueblos del futuro, producida por la pérdida de los atributos de las gentes, avasalladas, manipuladas y borradas por el poder. (Anomia: estado de una sociedad caracterizado por la desintegración de las normas que aseguran su orden social).

La entronización del poder en las civilizaciones actuales, presionadas por occidente, (Estados Unidos, Inglaterra y sus satélites), la desestabilización, socavamiento y desintegración de sus normas y valores, la invasión cultural de sus medios y productos, promoviendo el individualismo característico de su modelo, es estrategia  que a nombre de un falsa democracia y falsos derechos humanos quiere diluir las redes, bases y estructuras que conforman a otras civilizaciones, que se entienden a sí mismas como colectivos, orgullosas de sus contribuciones al desarrollo de sus sociedades y a la humanidad; las que están reaccionando afincándose en las ancestrales raíces de su cultura e identidad, resucitando sus viejos dioses, para escudar su integridad del peligro de la individualización que en el país nosotros padecemos y allá les acosa. Debemos saber que la individualización es la debilidad de la sociedad humana en cualquier tiempo. Laico como he sido y lo soy, ahora entiendo porque las sociedades retornan regresivamente a las religiones; con ellas su instinto les salva la trascendencia, le da una identidad y les brinda una sensación de unidad universal como género humano dándole además sentido y armonía con lo real que les rodea y lo fantástico que imaginan en su fe.

En medio de una crisis integral rigurosamente exigente, metidos a la fuerza en las barcazas de instituciones foráneas que se nos implantan, una pregunta crucial me hago y les hago a todos ustedes, porque sin ella nada podría ser concientemente negado ni aceptado. ¿Quién soy? ¿Quiénes somos los dominicanos? ¿Cuál es nuestra identidad?

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