Dominicanidad migrante

Dominicanidad migrante

A finales de los años setenta, cuando llegamos a República Dominicana para finalizar nuestros trabajos de investigación sobre la cultura y la sociedad dominicana, entendimos que las fuentes de la identidad dominicana eran múltiples y variables con elementos complejos que exigían un conocimiento preciso de la dinámica histórica de este pueblo. La identidad en sí y la cultura merecen y exigen una investigación y un tratamiento analítico profundo para evitar definiciones rápidas, paradigmas y valores unilaterales. Entendimos rápidamente que en esta parte insular convivían y siguen conviviendo diversos ingredientes culturales, aunque dispersos, callados, ocultos, pero existentes.

Entendemos que la República Dominicana vive un referente afrocaribeño que se debe matizar con precisión, y el conjunto de estos matices y referentes le da a la “afrocaribeñeidad” dominicana un abanico sutil y complejo del Este al Oeste de la Isla y del Norte al Sur.

Estas expresiones responden a comunidades específicas y en ello se debe considerar los multifacetismos de la composición cultural occidental hispana, judeo-cristiana y oriental desde las migraciones, a la vez maronitas y tomando en cuenta también la herencia y las costumbres de los aportes orientales. Cuando uno convive con estas variaciones, estos conjuntos de matices, es difícil aceptar el prejuicio que hemos oído y leído en muchos trabajos investigativos donde en los años ochenta se corría el pensamiento de que en República Dominicana no había identidad, ni hay cultura caribeña.

Desde nuestra perspectiva, esto se debe al hecho de que en la nación dominicana hay un multifacetismo cultural y una diversidad del referente. Quizás, que la dominicanidad significara y siga significando un atropello para los investigadores que parten de hipótesis lineales y de conocimientos en sentido único, que no permiten enfocar la cultura y la identidad como referentes y valores que exigen matización.
Sabemos que el poder político, el autoritarismo, impuso, dirigió y desvió los canales populares de identidad y de identificación. Por encima de estas circunstancias las y los dominicanos afrocaribeños resistieron frente a tal confusión impuesta desde el poder y mantuvieron sus expresiones populares dentro de sus comunidades. Aquí recordamos los trabajos de investigación de Fradique Lizardo, quien reveló en los años ochenta a través de sus investigaciones en los bateyes, en las comunidades del Sur, y en el Este, todo el patrimonio de una dominicanidad afrocaribeña con sus variaciones culturales tanto en la música como en la tradición oral, como en la percusión y las tradiciones culinarias.

También, debemos dar gracias a los movimientos asociativos de los años ochenta, a las investigaciones de terreno de la investigadora June Rosenberg, de Martha Ellen Davis, de Soraya Aracena, de Carlos Andújar, Franklin Franco, Marcio Veloz Maggiolo y Dagoberto Tejeda. La dominicanidad es rica de una variación de referentes desde el patrimonio afrocaribeño, el hispano, amerindio, oriental y asiático; que hacen de la nación dominicana una tierra de intensa cultura e identidad con múltiples espejos, reflejos e identificaciones, puentes de enlace y de comunicación.

La cultura dominicana se nutre de la aventura migratoria transportando sus valores y recibiendo a la vez el nutriente de la cultura del punto de llegada, el ejemplo en España es vibrante, porque la dominicanidad es una fuente cultural abierta al encuentro, al mestizaje, al sincretismo y a la acogida, que permite evoluciones transformaciones y creatividad. Si vamos a Madrid, los dominicanos llevan con ellos sus raíces y abren ese patrimonio al ciudadano español que busca el compartir en las asociaciones dominicanas, en los grupos, en los bares, en los comedores; para tomar la marcha del Caribe, para identificarse con el temperamento dominicano y los dominicanos se adaptan, contextualizan sus estatus de migrantes fluyendo en la sociedad española con los mimetismos del intercambio que vemos en el lenguaje, el acento, el ritmo del hablar, pero también, el cuerpo cambia por la vestimenta, la pose, la actitud y la organización existencial. Los dominicanos animan la vida cultural española con sus programas de radio, televisión, sus fiestas y clubes.

Sucede lo mismo con aquellos que viven en Barcelona, en Andalucía, en Vascongadas, en Galicia, dominicanos que nutren su lenguaje con los regionalismos españoles y hablan catalán y hablan gallego. Hemos conocido quienes hablan euskera, y otros que te intensifican la pronunciación castellana o andaluza. Eso no significa que borren su cultura, ni que la anulen, porque generan un proceso de identidad con referentes binacionales y trinacionales. Son dominicanos y es notable en el “modus vivendi” social, laboral y cultural español, insertados dentro de las dinámicas regionales autonomistas de la península con el fondo de su dominicanidad instalada en sus usos y costumbres, con sus supermercados, sus salones, sus centros culturales, folklóricos, musicales y además, sus redes de comunicación y sus redes sociales donde impera siempre la tierra de origen. No hay un lugar de España donde no se celebren cultos a la Virgen de La Altagracia, donde no se oficien misas u otras conmemoraciones del Día de Duarte (26 de enero) o de las fiestas de Independencia: 27 de febrero; así como a través de muchas celebraciones comparten la creencia de los santos con los españoles. Celebran, entre otros, San Santiago, Las Mercedes, el Carmen, y también mantienen a través de los santos del altar católico la tradición sincrética africana como un aporte a la religiosidad popular española, es decir, que a través de la emigración los dominicanos transportan su esencia cultural, la comparten, reciben del otro y además nutren la dominicanidad del conjunto de encuentros que se manifiestan en las diversas regiones de España. Pero también alimentan la sociedad española con sus tradiciones y costumbres, hasta la Semana Santa y los Carnavales.

El dominicano de España refuerza su origen y su cultura al compartirlo con la diversidad peninsular. Entendemos que “la dominicanidad” es probablemente la Cultura Caribeña más abierta al mundo global.

Finalmente, considero que “la dominicanidad” amerita continuar los estudios que desde hace unos años vienen haciéndose en sus aspectos comparativos de la diversidad cultural. Son muchas áreas que se deben abordar en la investigación de “lo dominicano”. Que deben integrarse los investigadores, bien sea historiadores, antropólogos, folcloristas, arquitectos, músicos, gastrónomos, en fin una amalgama de especialistas que aborden los temas incluyentes de una gran diversidad de aspectos y opiniones que conforma la propia idiosincrasia del país.

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