Dominicano soy…

Dominicano soy…

ÁNGELA PEÑA
Dicen los estudiosos del comportamiento humano que enrostrar a la gente sus condiciones negativas se las refuerza en vez de ayudar a superarlas. Tal vez tomando en cuenta la conducta descarriada de un número de compatriotas, que a veces se exagera, el Grupo León Jimenes lanzó su campaña sobre el ser dominicano que más que paisajes, lugares históricos, mujeres bellas y galanes sensuales y viriles son la reafirmación del carácter generoso, alegre, hospitalario, dulce, optimista, respetuoso, digno y sublime de ese criollo que aún sigue siendo mayoría y símbolo de esta tierra bendita por la gracia de Dios, como expresa una de las breves estrofas de ese canto a la nacionalidad convertido en comercial que promueve una cerveza.

Los que sólo ven y escuchan por televisión la animada promoción se pierden unas porciones de encantos representadas en anocheceres y alboradas que parecen mágicas en la placidez del mar, el calmado ondear de la bandera o el agitado tránsito del motoconcho con la voz al fondo de Milly Quezada, Sergio Vargas, Eddy Herrera, Fernando Villalona o Amelia Vega armonizando el canto con la correcta formación del soldado, el certero salto del alpinista, la veloz salida del atleta o la uniforme corrida de una hilera de ciclistas.

«Dominicano soy, un luminoso milagro de amor/ un pedacito de verde esperanza / en el mismito camino del sol», entona Villalona y Milly lo secunda: «Dominicana soy, llevo en el alma la sal y el melao / de este gran pueblo noble y solidario, / de verde encanto y de gran corazón».

El Baluarte, las campanas catedralicias, peloteros nacionales de Grandes Ligas, escaladores, paracaidistas, barcos que se mecen sobre las aguas plácidas, montañas tan elevadas como el sentimiento de todos los que ofrecen su personal definición de lo que es ser dominicano, hombres y mujeres comunes y espontáneos a los que no se les ha escrito un guión, intercalan con el contagioso sonido de la tambora y el acordeón como preámbulo a la bella Amelia Vega inspirada en sus raíces, cantando al amanecer.

Bañistas, bailadores, músicos típicos, fanáticos del béisbol, pueblo humilde, se animan para moverse y bailar al coro de «Dominicanos somos, gente optimista y buena / de una sonrisa sincera y preciosa / de alma generosa / pueblo bendito por la gracia de Dios».

Son dominicanos, propietarios del merengue, y dominicano, dicen, «es el pueblo dueño de la mejor cerveza».

Aunque se trata de una bien realizada y lograda campaña publicitaria que además de letra, melodía, música, baile, ambiente, tiene como elemento novedoso la espontaneidad de un público que no parece estar improvisando al describir con semejante profundidad lo que se considera ser, el comercial está siendo grabado en las casas por coterráneos que los envían a sus parientes en el exterior como el más novedoso regalo de Pascuas.

Aquí, ciertamente, la generalidad no está tan feliz, satisfecha  y contenta, como es el ánimo de todos los protagonistas de estos cortos filmes, pero estas imágenes  alborozadas, divertidas, gozosas, radiantes de optimismo, son el aporte más oportuno para decir a nativos extranjeros que en estos predios, existe la maldad, pero que lo abundante sigue siendo lo bueno.

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