Dominicanos más pobres llegan a elecciones dependiendo de ayudas

Dominicanos más pobres llegan a elecciones dependiendo de ayudas

Carlos prepara empanadas de huevo con rapidez y destreza en su humilde puesto del sector de La Ciénaga, en Santo Domingo, mientras cuenta que la vida “está difícil” desde la llegada del coronavirus porque el negocio “bajó un 40 %” y no ha recibido ayudas del Estado.

Es reacio a hablar, responde a las preguntas de forma casi telegráfica y evita dar su apellido. La frase más larga que sale de su boca es que, aunque no haya recibido la ayuda que ha solicitado, “como quiera hay que pagar la casa”, en la que viven tres personas que se sustentan de lo que sacan de ese negocio informal.

La situación de Carlos se ha vuelto un caso común en República Dominicana, país que celebra elecciones el 5 de julio teniendo a buena parte de la población a merced de las ayudas oficiales, a causa del devastador efecto que ha tenido la crisis de la COVID-19 en un país que tenía las tasas de crecimiento económico más altas de América Latina en los últimos años.

Trabajos informales, ayuda oficiales

Algo más habladora es Margarita, que reside en ese mismo barrio, junto a otro adulto y dos niños que van subsistiendo gracias “a la ayuda del Gobierno, porque ahora mismo nadie está haciendo nada». “Siempre yo he vendido ropa de La Romana para acá”, pero ahora su “negocito” con el que se defiende está parado.

En esa misma situación se encuentran cientos de miles de trabajadores informales que buscan la manera de vivir al día. Desde que se decretara el estado de emergencia el 19 de marzo pasado, el Gobierno dominicano trata de complementar la maltrecha economía de los hogares pobres o vulnerables mediante programas sociales que han beneficiado a cientos de miles de familias que, en muchos casos, habían conseguido superar el umbral de la pobreza en los últimos años.

Por fortuna, la crisis sobrevino a la República Dominicana en un buen momento- después de crecer un 6,0 % anual de media en los últimos siete años y tras haber reducido la pobreza a la mitad en ese tiempo, bajando del 39,7 % al 20,6 % de la población al final de 2019.

La pobreza a ambos lados del Río Ozama

Justo al otro lado del río que bordea Santo Domingo está el sector El Dique, igualmente pobre, aunque la actual inactividad de sus callejuelas sin pavimentar es más evidente. Apenas circulan vehículos o motocicletas, que antes de la pandemia formaban frenéticos enjambres alrededor de los peatones.

Y ya casi nadie necesita cruzar el cauce del Ozama. Bien lo sabe José Manuel Bosi que, hasta la llegada de la COVID-19, sacaba sus buenos chelitos (dinero) haciendo un sinfín de viajes de un lado al otro del río, siempre con su bote a rebosar de pasajeros, a razón de 25 pesos (medio dólar) por trayecto.

Antes cruzaba tantas veces de orilla a orilla que no las contaba, pero ahora sí las cuenta, afirma el barquero en declaraciones a Efe mientras una joven madre sube con su hijo a la yola. Son sus únicos pasajeros en este trayecto. “El trabajo ha bajado en un 90 %”, se lamenta.

En el otro extremo de la barriada varios vecinos esperan para recoger una ración de comida de las 500 que entregan a diario en este punto de la ciudad para facilitar el almuerzo a los más necesitados. También, un camión del Instituto de Estabilización de Precios (Inespre) ofrece productos baratos, aunque no todos pueden comprar. No se forman aglomeraciones, saben que hay para todos y van con tranquilidad a buscar sus almuerzos preparados.

Algunos hablan de política y de las próximas elecciones del 5 de julio en un parque aledaño, mientras un grupo de niños juega en los columpios.

La caída de la economía

En líneas generales, los dominicanos que reciben alguna prestación coinciden en señalar que no es suficiente, pero es mucho el esfuerzo que supone para el país hacer frente a la pandemia, que ha hecho caer la economía un 7,5 % en el primer cuatrimestre.

La enfermedad ha paralizado el turismo, el principal sector económico del país, que aporta cerca del 8 % del producto interior bruto (PIB) y da empleo a unas 300.000 personas que, en su gran mayoría, se han quedado con sus contratos suspendidos.

Los ingresos estatales han caído 1.811 millones de dólares, producto de la paralización de las actividades, lo que ha presionado las cuentas públicas, en momentos que se han tenido que redoblar las ayudas sociales.

El panorama económico está pendiente del repunte de casos de la enfermedad, un mes después del inicio de la desescalada, lo que podría llevar a un reconfinamiento, mientras las elecciones generales, a la vuelta de la esquina, hacen el futuro del país aún más incierto.

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