Don Efraín María Núñez: homenaje de EU a un pensionado dominicano que cumplirá 100 años

Don Efraín María Núñez: homenaje de EU a un pensionado dominicano que cumplirá 100 años

Para las autoridades del Seguro Social de los Estados Unidos, don Efraín María Núñez Núñez representa un caso insólito, increíble: es uno de los escasos nonagenarios de más edad en su lista de beneficiados. Va a cumplir cien años. Y meses antes de que arribe al siglo de existencia, vinieron a reconocer su longevidad lúcida, a premiar su entrega y amor al trabajo y de paso, a enterarse del secreto que le ha permitido tan larga y productiva vida.

Ted Girdner, Comisionado Adjunto para la Oficina de Operaciones Internacionales del Seguro en Baltimore, vino a distinguirlo en nombre del Presidente George Bush y de Joanne Barnhart, su superiora, pero no disimuló la sorpresa de encontrarlo sin mayores aquejos que una leve sordera, de verlo desplazarse sin dificultades. Posee un bastón del que no es muy amigo porque lo hace sentirse inútil. “Es para emergencias”, dice echándolo a un lado al sentarse. Realmente, es por si acaso, pues una característica de la sencilla personalidad de don Efraín es su pasión por el baile. Recuerda que en el club social donde trabajó en Corona, N.Y. las americanas enloquecían porque les enseñara a bailar merengue, práctica que aun ejerce. “Vuelva otro día por aquí, para que bailemos”, invita al despedir.

Girdner interrogó con curiosidad sobre su dieta para mantenerse en tan perfectas condiciones. “Nada de grasa, no bebo alcohol nunca, lo que como son víveres, sopa, a veces sancocho, carne blanca, pescado y leche que antes era de la vaca que ordeñaba allá en Boca de Bao, donde nací”, contesta mientras el norteamericano sonríe y exclama “¡muuu, muuu!” para que el abuelo se percate de que interpretó lo del ordeño.

Le preguntó por sus once hijos ¿Cómo hizo para mantener tan numerosa prole? ¿Qué producía? “Todo lo que se sembraba en la tierra, lo que compraba en el pueblo era arroz, sal, arenque, bacalao, fideo, que llevaba en árganas de burro, porque entonces no había máquinas”.

El abuelo, don Bulo, don Efraín, el viejo, esperó paciente, engalanado con su mejor traje a la delegación estadounidense que integraban, además de Ted Girdner, Donald McClean, director del Centro Cultural Domínico-Americano, quien sirvió de traductor, y Miriam Mármol, ejecutiva de la Oficina de Beneficios Federales del consulado de Estados Unidos en la República Dominicana”.

“En nombre del Presidente George Bush y de la señora Joanne Barnhart nos gusta reconocer a nuestros beneficiarios que llegan a los cien años y como este año el señor Núñez… Usted fue a los Estados Unidos y trabajó ¿por cuántos años?”, preguntó Girdner. “Quince”, contestó. “Y basados en eso le debemos beneficios del Seguro Social y ha estado recibiéndolos desde la década del setenta. En nombre de la administración del Seguro Social y el Gobierno de los Estados Unidos quiero presentarle el certificado por lograr este año 2004 los cien años. Estamos muy orgullosos de usted”, expresó Girdner.

María Núñez Collado, hija del homenajeado, dio las gracias a la Comisión por haberse trasladado al hogar de su padre en Santiago, “a quien premian por haber sido honrado, trabajador, bueno, ejemplo de servicio para nosotros y para la República Dominicana en este momento en que se está implementado aquí el Seguro Social”.

Don Bulo es el primer dominicano reconocido este año por el Social Security norteamericano. Girdner agradeció las palabras de doña María y manifestó sentirse complacido por todos los criollos que van a trabajar a los Estados Unidos, “se hacen ciudadanos y luego pueden disfrutar el fruto de su labor. El señor Núñez no sólo fue un trabajador ejemplar, obviamente fue también un excelente padre”, dijo, recibiendo en reciprocidad bendiciones, gratitud, deseos de salud y larga vida de parte del abuelo. El diploma le reconoce y felicita en su cumpleaños número cien.

[b]EN NUEVA YORK[/b]

Don Efraín María nació el veintiocho de diciembre de 1904, hijo de Ramón Antonio y Teolinda Núñez, que duraron “papá ciento veinte y mamá ciento dos años”. Allá trabajó agricultura al igual que en La Galeta, donde casó con doña Ozema Collado. Él es el padre de monseñor Agripino, de José, Cristina, Juan, Marina, Antonia, Guillermo, Martín (fallecido), Ramón, María y Jesús Núñez Collado.

Fue a Nueva York de paseo, en 1966, para estar presente en la boda de su hija Cristina, pero le gustó el estilo de vida norteamericano y ella le hizo residencia. Entonces trabajó clasificando ropa en un almacén, en una factoría de lentes, llevándolos de uno a otro departamento y en el área de la piscina de un club, inspeccionando a los bañistas. Después de sus jornadas semanales, cuenta que le “encantaba ir a bailar con las italianas en el sótano de la iglesia de la 104” y participar de los paseos de la comunidad a otros estados.

“Me gustaba trabajar, pero como aquí había trabajado tan duro, aquello era un juego. Ah, también trabajé de dishwasher en Manhattan”. Vivía en Queens, Corona, y no necesitó el inglés, “porque había muchos latinos”. Narra que venció grandes obstáculos, pero que las situaciones más difíciles que enfrentó fueron los fríos del invierno, por los que “salía corriendo para acᔠy cuatro operaciones que le practicaron, tres de próstata y una de apendicitis.

Después, añade, “me sentía a gusto con todo, me manejaba bien en los trenes, admiraba el orden, la disciplina, no le tenía miedo a los aviones y nunca me jolopiaron. Viajaba en Pan Am, sin temor, si hasta los niños se montaban. Una vez, cuando el ciclón, venía al lado de una señora muy nerviosa y le dije: agárrese de Dios. Le di ánimo”.

Su tarjeta del Social Security es la número 109-44-6127 y él la guarda con celo en una pequeña maleta donde conserva documentaciones y recuerdos. Hoy vive la paz del retiro. Le entretienen las jugadas de su equipo aguilucho, las partidas de dominó y de casino y caminar varias veces al día.

Como un patriarca en su plácida mecedora, a veces silencioso, en ocasiones locuaz, expresa”: Lo único incómodo de mi vejez es que no oigo bien, pero la vida no es vivirla, sino saberla vivir”.

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