Don Francisco Comarazamy, ejemplo de sabiduría, rectitud y serenidad

Don Francisco Comarazamy, ejemplo de sabiduría, rectitud y serenidad

“Para ser buen periodista hay que ser buena persona”. RyszardKapuscinski.

Los datos biográficos que recogen la trayectoria de una persona en cualquier campo del quehacer humano no siempre logran conocer su esencia más importante y reveladora, aunque se haya realizado una exhaustiva labor de investigación y recopilación.

Es necesario hurgar en profundidad más allá de la simple información sobre  logros profesionales o laborales para llegar el ser humano en su vasta dimensión personal, en la que en mayor o menor medida tienden a aflorar méritos y también debilidades, un contrapunto difícil de evaluar con justeza y propiedad.

Este intento de descubrir al individuo en cuanto a su naturaleza interior es una tarea bastante compleja y requiere cierta dosis de desapego, esto de desapasionamiento para contar con algún nivel cercano a la objetividad, aunque es inevitable cuando hay de por medio afectos sinceros cultivados por la amistad, el respeto y la gratitud.

Para quienes trabajamos de cerca con don Francisco Comarazamy en el Listín Diario, a raíz de la muerte de Rafael Herrera, su aprecio y enseñanzas dejaron un legado imperecedero, acentuado por su espontánea y firme solidaridad en momentos aciagos vividos durante la enfermedad y partida de mi pequeña hija Ilonka Marina Quiroz Fernández.

Otro rasgo distintivo de don Coma o don Frank, como lo llamaban cariñosamente sus compañeros en el Listín, fue su entrega y adhesión a los principios del buen periodismo y su lealtad hacia Herrera, libre de las intrigas, tratativas y enconos en que suelen discurrir en ocasiones las relaciones en ciertas instancias de periódicos y otros medios de comunicación, donde se recurren a malas artes y actos indignos para ascender a posiciones.   Comarazamy no tenía que hacer ningún esfuerzo para actuar de forma íntegra, porque estaba dotado de la fibra especial que describió Kapuscinski cuando en uno de sus enjundiosos escritos sentenció: “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus actuaciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.

El ejercicio profesional de Comarazamy en el periodismo fue dilatado y trascendente, a  pesar de haber tenido un comportamiento de bajo perfil, renuente al más mínimo asomo a la promoción personal.

Invariablemente apacible y de voz quedo, tenía la virtud de transmitir serenidad y apaciguar a aquellos que, por su carácter exaltado o influidos por la hiperactividad propia de las redacciones, podían perder los estribos y desbordar el ánimo de los demás.

Era tolerante y poseedor de una sicología natural que le permitía comprender admirablemente el drama ajeno y ser solidario con una fuerza vital y emocional que solo los años pudieron menguar después de una centuria.

Se ha ido un ejemplo de rectitud para las nuevas generaciones de periodistas que deben abrazar la profesión con un sentido de servicio al interés general, guiados por las mejores normas deontológicas para poder rechazar las tentaciones de un indebido provecho personal.

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