Don Pipí Ortiz

Don Pipí Ortiz

ÁNGELA PEÑA
Incrédulos, conmovidos, muchos dominicanos han escrito y llamado preocupados por la penosa realidad que es la vida de don Víctor Manuel Ortiz (Pipí), el viejo militante antitrujillista que ve pasar sus días en la miseria absoluta. Duden que en este siglo una persona pueda sobrevivir en semejante condición de estrechez, casi de indigencia. La rabia se ha apoderado de algunos al comprobar el comportamiento de la sociedad frente a un luchador que entregó su existencia a la causa de la redención de este pueblo sufriendo persecución, cárcel, arriesgando su integridad física tras un asilo, entrenándose en el lejano campo de batalla para la incursión armada contra el dictador, padeciendo los rigores del destierro.  

Unos dicen que está así porque el trujillismo, todavía hoy, es una realidad en la República. A otros esta indiferencia colectiva les hace pensar que no vale la pena el sacrificio por este país desagradecido, aunque don Pipí, orgulloso, altivo, pobre de riquezas materiales, pero henchido de dignidad, no le pase factura a la Patria ni asegurara su futuro con el espionaje, la traición, la delación, como ocurrió con muchos tránsfugas disfrazados de desafectos.

El militante sigue aún consumiendo sus días amenazado de quedar en la calle por la casa hipotecada, durmiendo confundido entre el ruido de cucarachas y ratones, medio ciego, desahogando sus necesidades fisiológicas en el piso, al pie de la cama desarreglada, batiéndose en el polvo, tropezando en la pieza oscura, atento a la caridad de Isabel y Lázaro, los únicos prójimos, hasta ahora, que se han condolido de su infortunio. Tras la publicación se reportaron infinidad de personas con fines de contactarlo. Unos, compañeros políticos que desconocían su paradero, otros, lectores sensibles interesados en ayudarlo. El teléfono de la pareja donde pasa los días, en Villa Providencia, de San Pedro de Macorís, es el 526-6448.

OFENDIDOS POR LOS COCODRILOS

Los Cocodrilos, el apasionante libro de Pedro Conde Sturla que comenté la semana pasada, está agotado. Tal vez pueda aparecer en una biblioteca privada o pública. Al margen de las críticas hechas a su autor y de un viaje a Miami de unos cocodrilos, tiene una extensa narración difícil de glosar en una crónica pero cuya lectura enloquece de la risa sobre todo si se conoce a los protagonistas citados por sus nombres y/o apellidos. Se goza como si se presenciara una larga comedia del mejor humor. Como yo, parece que Conde recibió llamadas de lectores deseosos de adquirir el ejemplar o sorprendidos por el comentario, dieciocho años después. Me envía esta aclaración:

«Por lo menos diez personas acusaron recibo y me llamaron a propósito de tu entrega sobre Los Cocodrilos, extraña vaina. En realidad yo nunca quise hacer más que un relajo en relación a las tertulias etílicas que se daban en casa de Federico Jóvine en época memorable, con la presencia de Raful, Andrés, Rafael Abréu, Molinaza, Perdomo, Abel Fernández Mejía, el que escribe y otros que se me escapan. En realidad, yo nunca quise hacer más que recrear las ocurrencias de mi amigo de infancia Federico Jóvine, quien es el verdadero protagonista de ese libro. En las tertulias leía capítulos y todos los celebraban. Cuando publiqué el libro se dieron por ofendidos. Federico Jóvine que es el héroe de ese libro, no lo entendió».

Publicaciones Relacionadas