Don Tomás Oviedo, historiador oficial de Azua

Don Tomás Oviedo, historiador oficial de Azua

Lo reconocen como el historiador oficial de Azua pero don Tomás Alberto Oviedo Cano ha sido meteorólogo, maestro, contable, vendedor, poeta, costumbrista, locutor, periodista, exportador, deportista, consumado lector que lee cuanto cae en sus manos y acucioso investigador que acaba de establecer la real fecha de la fundación del pueblo de sus amores y devociones, rebatiendo afirmaciones reiteradas de viejos cronistas del pasado.

“Fue norma de los colonizadores encargados de la fundación de ciudades, utilizar los nombres autóctonos de las mismas con los de santos y vírgenes en las distintas advocaciones de María. Por el año 1503, el comendador Frey Nicolás de Ovando dio instrucciones al capitán Diego Velásquez para que en ruta hacia el Sur de la Isla saliera a fundar ciudades. Llegó a la vecindad donde radicaba Pedro Gallego y allí conoció a Diego Méndez, acordando proceder a la fundación de la Villa, bautizándola simplemente con el nombre de La Natividad de Nuestra Señora de Compostela de Azua: Natividad por el nacimiento de María, Compostela por Santiago de Compostela, donde nació Pedro Gallego; el día de nacimiento de María, que fue el ocho de septiembre, y Azua por el nombre indígena del lugar. En consecuencia, y por deducción, podría plantear que el ocho de septiembre de 1504 fue la fundación de la ciudad de Azua de Compostela”, asegura.

Es autor de Los cuentos del maestro Camilo y otras leyendas y tradiciones azuanas, Las calles de mi pueblo, Los periódicos de Azua, Historia de Azua, Las cartas del padre Suazo, Antología de poetas de Azua, La batalla de Azua, entre otros, y, pese a su edad sigue indagando y ofreciendo revelaciones de personajes y situaciones de la comarca de sus orígenes. “Ochenta y dos años os contemplan”, expresa el sensible, sencillo y generoso escritor nacido el dos de diciembre de 1921, hijo de Valentín Oviedo y Hortensia Cano.

Es anecdótico, simpático, ocurrente, gran conocedor de las familias de la República y de la sicología del criollo, del clima de todas las regiones tal vez por haber vivido en casi todas las ciudades del país por razones de sus diversos trabajos. Fue uno de los primeros observadores meteorológicos de Azua, por lo que percibía diez pesos de sueldo menos la comisión por la venta adelantada del salario. Pero la función era simple, según relata: “Los partes meteorológicos eran tan repetidos, por las condiciones climáticas de Azua, que preparaba cinco, los dejaba guardados y daba instrucciones de que se depositaran en el Telégrafo para dirigirlos a Meteorología. Tenía una libretita que me suplió la oficina de la capital, donde me indicaba cómo observar la velocidad del viento, los nombres de las nubes, si la brisa derribaba árboles era huracanada, y las simples de acuerdo a cómo se movían las hojas y las ramas. ¡Qué empírico!”, comenta don Tomás.

Su único equipo era un pluviómetro donde medía la cantidad de lluvias. Cuenta que “en Azua llovía tan poco que una nativa que se trasladó a Santiago, viendo que en esta localidad caían tan fuertes aguaceros dijo: Dios llueve en Santiago y hace pipí en Azua”. Sin embargo, agrega, “mantiene algunos de sus ríos que aunque no son abundantes, siempre hacen creciente cuando llueve. El Vía, que pasa al Este de la ciudad, inunda el pueblo”.

Múltiples Oficios

Después, don Tomas fue profesor de la Primaria Generalísimo Trujillo y tuvo entre sus alumnos al hoy general retirado Ramiro Matos González, y de La Normal, donde dio clases a Altagracia Bautista de Suárez que después fue su maestra en el curso de Educación para Bachilleres.

Fue redactor de las páginas sociales de La Hora, que dirigía Manuel Joaquín Báez Vargas, “y en el plano de los deportes los practiqué todos. En algunos, como el básquetbol, me distinguí obteniendo una medalla por mi actuación en el Campeonato Interregional que se celebró en la cancha de la antigua Normal”.

Lúcido, activo, visitador de archivos y escudriñador de bibliotecas, no se autocensura a la hora de escribir sus crónicas.

En dos de sus obras reproduce sin rubor ni temor el comportamiento casi escandaloso para la época de algunos sacerdotes que fueron párrocos en la diócesis que abarcaba desde San José de Ocoa, San Juan, Neyba, La Frontera y Barahona. “Toda esa documentación está en el Archivo de la Catedral” y los hechos ocurrieron hace más de cien años, exclama curándose en salud.

La Cervecería Nacional Dominicana, la compañía de petróleo Texaco, Máximo Gómez P. le tuvieron como vendedor, durante años, en el Sur y en Santiago y por la amistad con José A. Brea Peña, reconocido radiodifusor, logró que éste instalara una emisora en su provincia, Radio Azua, de la cual fue administrador y locutor, promoviendo a los artistas del patio con sus Buenos días musicales.

Vivió luego en Puerto Rico, “mercadeando vegetales para un exportador, Manuel Emilio Sánchez”. En 1971 se estableció definitivamente en Santo Domingo y fue contable del hotel Naco.

El dulce don Tomás casó por primera vez con la dama de Azua Luisa Caminero González, madre de su hijo Pedro Alberto. Contrajo segundas nupcias con doña Yolanda Marranzini y de esta unión son Tomás Alberto, Teresa Hortensia, Fernando Alberto y Clarissa Yolanda.

[b]EL HISTORIADOR[/b]

Posee infinidad de recortes de prensa, manuscritos de su autoría inéditos, fotos y cartas de los más reputados historiadores dominicanos pidiéndole datos del Sur para escribir sus historias nacionales.

“Siempre mantuve la idea de rescatar de Azua toda su historia, formé parte de los grupos que se dedicaban a esa labor, con el doctor Picho Cabral y Alberto Pelletier, y mantuve un epistolario con Emilio Rodríguez Demorizi que me escribió las “Páginas Iniciales” de mi libro Poetas de Azua, con prólogo de Max Uribe. Conservo algunas de sus tarjetas como la que me pide informaciones sobre la vida del jaguar venezolano Eduardo Scanlan, que vivió en Azua”.

Ahora trabaja en Reminiscencias de Azua, otro volumen, y en la reconstrucción de “El Pleito del 12”. Rescató un valioso Manifiesto de Luis Felipe Vidal, relacionado con la captura y muerte del Presidente Ramón Cáceres y se afana en documentar con más pruebas su teoría de la fundación de Azua.

Pródigo, servicial, desinteresado, don Tomás ofrece con inusual desprendimiento todos sus conocimientos y hasta adelanta las revelaciones de sus hallazgos más recientes pues su objetivo es proyectar “la valentía de los hijos de Azua, no de dicho, sino de hechos, en los aspectos militares, políticos, sociales, sentimentales, culturales, judiciales…”.

El ex secretario de la Academia Dominicana de la Historia sorprende por su rendimiento, la fecundidad de su mente, la diversidad de su pensamiento fértil, aunque ya los años han calmado su combativo espíritu polémico de otros tiempos, tal como refiere: “Soy el autor del Himno de la batalla de Azua, la letra es mía y la música de Julio Gautreaux, el papá de Kbito”.

Pero a pesar de estar unidos en el arte, fueron rabiosos contrarios en la historia: “Él era santanista, yo defendía a Duvergé”.

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