Don Wenceslao Troncoso

Don Wenceslao Troncoso

LUIS SCHEKER ORTIZ
La mayor virtud del hombre es ser agradecido, solía decir mi padre.

A su muerte, su amigo y compañero de aulas recordaba su llegada como interno al Colegio Santo Tomás Aquino y sus excelentes calificaciones: “Escobita nueva barre bien, comentaban, pero esa escobita barrió bien durante toda su vida”.

Quien  escribiría y publicaba estas sentidas notas era Don Wenceslao Troncoso,  haciendo que con ella renaciera en mi ese vínculo de amistad y de respeto mutuo que lo unía con mi padre, siendo heredero de su generosidad y su cariño.

Me honró  con su amistad. Compartía con él, en visitas que le hiciera en su apartamento o en encuentros ocasionales, su saludable buen humor, sus anécdotas y su sabiduría inmaculada, lamentando que esos breves momentos no fueran eternos.

Parte ahora Don Wence cargado de honores y de glorias, tributo hermoso a una vida honorable.

Las palabras laudatorias y merecidas que vertiera el editorial del periódico Hoy y el comentario de Coctelera rindiéndole tributo, acortan las mías solidarias. Nada que agregar.

Asistí a su sepelio sin palabras, escarbando bellos recuerdos.

Gratitud obliga.

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