Doña Filomena Canalda de González
In Memoriam

Doña Filomena Canalda de González <BR>In Memoriam

MARÍA FILOMENA BARLETTA
Ahora que se habla de la pérdida de valores en nuestra sociedad, de que las familias no son como antes y que muchas se destruyen porque no están cohesionadas entre sí, vemos con gran admiración a la familia González Canalda.

Don Abel González, médico urólogo, actualmente con 93 años de vida y aún ejerciendo, ha sido un médico de cabecera de una gran parte de la sociedad dominicana.

Ha sabido mantener intacto su juramento hipocrático y ha trasmitido por dos generaciones adicionales, a sus hijos y nietos, lo mismo.

Dicen que «detrás de un hombre de éxito siempre hay una gran mujer», y Doña Filomena Canalda, compañera de Don Abelito durante más de 60 años, prueba este decir con creces.

En el hogar el Padre es la fuerza, la Madre es casi todo lo demás: abnegación, ternura, dedicación, comprensión, tolerancia, paciencia, generosidad, amor.

Estas cualidades y quizás otras que no menciono, fueron doña Filomena.

Ejemplo para su familia y quienes la conocieron. Servicial con sus amigos, con los hijos de sus amigos, con los amigos de sus hijos, con los pacientes de su esposo, con los que estuvieran a su lado, no importa su status.

Ciudadana consciente de sus obligaciones sociales fundó las «Escuelas de Patio», iniciativa que mantuvo durante muchos años, ayudando a enseñar a leer y a escribir a quien no tenía acceso a ningún tipo de escuela. Empezó en el garaje de su casa, en la finca de su esposo y siguió por muchos barrios y parajes, a cambio de nada.

Un buen día las autoridades gubernamentales suspendieron este hermoso programa, cometiendo así un hecho injustificable contra una gestión digna de haber sido llevada a las más altas esferas nacionales e internacionales para su reconocimiento.

Doña Filomena crió, en adición, junto a su esposo e hijos, varios muchachos que hoy son profesionales y que junto a los suyos, en un acto de gratitud eterna, estuvieron con ella hasta el final de sus días.

A los 90 años, esta dama pasó a la casa del Padre eterno. Su misión se había cumplido como hija, hermana, esposa, madre y ciudadana.

Hoy todos los que la conocimos nos alegramos de haber compartido con ella algunos momentos de nuestra vida. Al recordarla y ver su ejemplo encontramos un incentivo para de alguna forma intentar imitarla, amando al prójimo, sirviendo antes que ser servidos.

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