Doña Margarita he podido apreciar que usted le tributa homenaje a su nombre. Pues sabido por todos es que Margarita significa perla. Y ciertamente que en el mundo de las perlas, usted hubiese procedido corno una legendaria perla del mar de Ormuz. Ahora bien, enseguida aclaro. Yo clamo a usted para que tienda su diestra protectriz para el logro de una escuela. Una escuela que lleve el nombre de Catalina Encarnación, quien fue en el Sur heroico la mujer de Juan Ogando, los cuales constituyeron una pareja señera del lejano lugar de Pedro Corto.
Para mí, aquí, esa pareja equivale a la pareja que en Cuba formaron Marcos Maceo y Mariana Grajales. Ellos forjaron para la redención de la fraterna ínsula de Cuba: ¡La tribu inmortal de los Maceo!
Y con esa legión de bravos, parangonarse puede aquí: La Tribu Heroica de Pedro Corto. Lectores de HOY, desde la sabana donde José María Cabral en 1855 cercenó de un mandoblazo la cabeza del Duque de Tiburón. Desde Santomé se puede ver la loma de Pedro Corto.
Y ahí fue donde Catalina Encarnación y Juan Ogando plamtaron su rústico bohío para engendrar hijos bravos, para la patria de febrero. Humilde bohío que fue el templete que sirvió de hogar, taller, fragua y escuela. Bohío humilde donde Mamá Catalina parió, alumbró y a la patria naciente tributó catorce hijos.
Ahí Don Juan y Doña Catalina constituyeron un crisol. Y del mismo modo que el fuego aplicado al crisol convierte el hierro en acero. Catalina y Juan para la bizarra lucha, a su tribu impartieron la reciedumbre del acero.
La prole constituida estaba por doce varones y dos hembras.
El 9 de marzo de 1844 en Las Matas de Farfán tuvo iniciación la brega bravía, la formidable lucha a muerte.
Los doce valientes apellidos Ogando-Encarnación se fueron al bélico quehacer. Para ellos ya no habría paz ni sosiego. Pues, la última pelea enmancipadora se daría en Sabana Larga en enero de 1856.
Pero en 1863 en Capotillo, de nuevo se inició la lucha por la Patria. Y fue que Pedro Santana se enamoró de un marquesado a las carreras.
Y por su culpa los patriotas volvieron a la guerra. Los Ogando estuvieron presentes de 1863 hasta el 1865. Los hijos de Mamá Catalina volvieron a demostrar que en ellos la ardentía era ley familiar. ¡Todos eran valientes!
Al finalizar la guerra restauradora, de los doce varones, solamente quedaban seis.
A sus bravos hijos la gran mamá de Pedro Corto les había predicado de manera evangelizante, la sacra virtud del valor y el don supremo del sacrificio. Y todavía faltaba la tercera guerra por nuestra autonomía. Eso representó La Guerra de los Seis Años. Fueron jornadas bravías, para impedir que Buenaventura Báez le entregara la nación al Norte Mirífico, que adorando el dólar se había olvidado de Dios.
Todavía faltaba que el mismo hijo de Mai Teresa Méndez, tratara de venderle a Samaná (Bahía y Península) a Ulises S. Grant. En el Sur José María Cabral acaudilló la lucha. Y para combatir contra Los Rojos que obedecían a Valentín Ramírez Báez, los Ogando que quedaban vivos: Timoteo, Andrés, Benito, Gregorio, Nemesio y Víctor se unieron a Cabral. De estos cayeron Benito y Andrés. Cuando en Rancho Mateo sin vida se desplomó Andrés, J. M. Cabral manifestó: A la mujer que en la República Dominicana para un muchacho que llegue a ser un hombre más guapo que Andrés Ogando se le secan los ovarios. ¡Loor para Catalina Encarnación la mujer de Juan Ogando. ¡Madre Excelsa de la Dominicanía!