Doña Zoraida Suncar, maestra ejemplar

Doña Zoraida Suncar, maestra ejemplar

Su muerte ha dejado enorme vacío sobre todo en el Magisterio al que amó y sirvió por más de sesenta años, sin tregua.

Maestra por vocación, autora de textos de enseñanza básica; formadora de generaciones de maestros;  profesora de la UASD en la Facultad de Humanidades; directora de la Escuela de Pedagogía, hoy Facultad de Ciencias de la Educación; graduada “Cum Laude en Derecho; ganadora de decenas de reconocimientos como la “Medalla del Mérito” y la Cámara de Diputados; enlace entre el gobierno y las ONU para el establecimiento del Instituto Internacional de Capacitación de la Mujer.

“Su muerte enlutece la comunidad académica, al perder una educadora excepcional” dijo el Rector Febrillet.

La Ministra Josefina Pimentel afirmó, “fue ejemplo de lo que debe ser la educación y los educadores”. Qué orgullo debió sentir al manifestar, “fue mi maestra”. Jesús de la Rosa dijo, “se ha perdido la única sobreviviente de la escuela hostosiana”.

Por eso en su partida quiero rendirle homenaje por cómo fue conmigo desde que la vi por primera vez hace cuarenta años, en el umbral de su Ministerio al que tanto sirvió. Esperaba erguida, fina como tallo de lirio, con sonrisa dulce y talante de maestra experimentada para decirme: “vengo a ponerme a su orden, aunque no le conozco, un apreciado amigo a quien también serví aquí me pidió le ayudara en la grave tarea que va a enfrentar”.

Ella sabía no era educador, pero llegaba en disposición ayudar la Escuela en momento que severas confrontaciones ideológicas desequilibraban el mundo y dividían la familia y la escuela dominicana, y más que un educador al frente del Ministerio, se necesitaba alguien que comprendiera el lenguaje cifrado que conectaba los jóvenes del momento.

Me sentí conmovido, no sabía quién era, aun cuando su imagen y expresiones me revelaban una joya.

Al tomar posesión como titular del ministerio con apenas 30 años y ajeno a las responsabilidades educativas y académicas que me esperaban, pude apreciar sus palabras de apoyo.

Cuando fui conociendo su maestría, buen juicio y capacidad como profesora y cuánto había aportado a la educación, le tomé afecto especial mantenido hasta hoy y cuando supe su partida, apenas cinco días después de un hermoso mensaje enviado con mi esposa que sabía cuánto la aprecié y su afecto y colaboración conmigo, el impacto aún no cede espacio a la conformidad.

Héctor y Bárbara deben compensar su dolor con la alegría de saber cuánto el País y sus maestros quisieron y admiraron su madre y cuántos agradecen su grandeza y desprendimiento.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas