Donald Guerrero Martínez – El reverso de la moneda

Donald Guerrero Martínez – El reverso de la moneda

De la moneda descrita en mi artículo «¿Miedo, allí, ahora?» (HOY), la cual representaba al Señor Miedo que gobernó durante 30 años una comarca de lejanas tierras isleñas, el reverso es un discurso.

Lo leyó el Presidente en una sesión conjunta de las cámaras legislativas, celebrada en el salón de la Asamblea Nacional el 27 de febrero pasado, fecha establecida para esos fines. Debió ser, por elemental respeto lo tradicional, y que seguramente lo esperaba así el porque ha sido lo tradicional, un discurso para explicar las realizaciones de la administración en el 2003, supuestamente contenidas en los volúmenes llevados ese día al Congreso.

Pero no. El Presidente decidió convertir lo que se supone una sesión solemne, en escenario para volcar una de sus fuertes descargas emocionales contra el ex presidente Leonel Fernández. Esas cargas emocionales las produce la acumulación en los fueros íntimos del mandatario, en un sentimiento de pesada tirria contra Fernández, candidato del Pe-eledé para las elecciones de mayo próximo. Simple y llanamente, el Presidente «no pasa» a Fernández. «No lo puede ver». De tirria son sinónimos disgusto, enojo, repugnancia, odio, aversión.

Fernández fue escogido hace tiempo por el Presidente como su rival preferido para esas elecciones. Varias encuestas de reputadas firmas lo señalan con la mayor puntuación en la intención del voto en todo el país. Las mismas encuestas llevan al Presidente al tercer lugar.

Del discurso comentado puede decirse, que tan embebidos estaban sus redactores, y su lector también, en saciar la incontenible sed presidencial de descargar aquel torrente en busca de denostar, empequeñecer o apocar a Fernández con el uso de referencias insultantes, que olvidaron citar, siquiera de pasada, la Fiesta Patria por excelencia de los dominicanos, la Independencia Nacional. Con todo y su gravedad, no fue el único olvido. Los nombres de los Próceres Fundadores no figuran en el texto de discurso. ¡Oh, manes de las más excelsas figuras de la patria, marginados hasta por las cumbres del Poder transitorio!

En cambio, el pueblo tuvo ocasión de enterarse de una revelación insospechada. José Francisco Peña Gómez no aportó nada para construir la democracia dominicana. Cuarenta años de luchas sin cuento, de sacrificios sin medida y de esfuerzos de toda clase desplegados precisamente para establecer esa democracia, enclenque todavía, como jamás lo harán los «amos» transitorios del Poder, parecen no merecerles ninguna consideración, aprecio o respeto. Para el Presidente, así lo dijo en el discurso, los constructores de esa democracia son Joaquín Balaguer, Juan Bosch y don Antonio Guzmán, todos ex presidente de la República. Hombre querido y recordado como buen Presidente por los dominicanos y dominicanas, no es cierto que los aportes de don Antonio pro democracia sean mayores que los de Peña Gómez.

A la luz de la inaudita afirmación, queda claro por qué el Presidente, y su facción pepehachista, pusieron empeño y diligencia en pisotear, dejándolos maltrechos, los principios partidarios sustentados y defendidos por aquel líder para consolidar al Pe-erredé. Hatuey De Camps le ha dicho al país que el Presidente es un hombre mal agradecido.

A Peña Gómez se le recordó sólo para mencionar su «El PeRD unido jamás será vencido». Sabiéndolo, por qué propiciaron la división que ahora tienen, aunque se sepa que es la vía para satisfacer ambiciones personales. Casi todos están juntos ahora, pero no unidos.

El Presidente no quiere dejarle el gobierno a «manos temblorosas». No debe preocuparse. Lo dejará en las manos de quien la votación popular escoja el 16 de mayo, casi ya. Para contrariedad oficial, aquellas encuestas revelan que hay muchos ojos fijos ya en Leonel Fernández, para que los pepehachistas se vayan «a las buenas o a las malas».

La frase final del discurso cita al Evangelio de San Juan: «la verdad o s hará libres». No se había apagado ese eco cuando el P. Amancio Escapa pidió a Dios «que abra el corazón de aquellos que tienen responsabilidad de Estado, y que se han comprometido, para que cumplen con su palabra». Sólo así, mediante el cumplimiento de la palabra, «la verdad nos hará libres», ha dicho el P. Escapa.

Acaso se ha referido el sacerdote a la palabra empeñada por el Presidente, pero no cumplida respecto de la no repostulación. Porque la verdad que nos hará libres es lo opuesto al engaño.

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