Donald Guerrero Martínez – Por la tregua en Navidad

Donald Guerrero Martínez – Por la tregua en Navidad

Hasta en tiempos de guerra hay treguas en la Navidad, sin solicitud previas ni firmas de documentos.

Clama el cardenal López Rodríguez por una tregua política que alcance la Navidad, Año Nuevo y la epifanía de los Santos Reyes. Que en ella tenga el pueblo un respiro y pueda dedicarse a reflexionar y a la adoración del Niño Jesús. Sabe el Prelado que se viven difíciles momentos. Los han creado políticos posesos de ambiciones personales que los afiebra y desconciertan, y que mantienen al país envuelto en un barullo intranquilizador.

Esos momentos difíciles son la oportunidad para robustecer la fe y buscar en el espíritu cristiano la fortaleza necesaria para superar las pruebas. Las ambiciones políticas personales causan la aguda crisis que asfixia a núcleos importantes de la población, no importa que funcionarios del régimen canten y declamen a cada momento «la bonanza» del país.

Nada menos que el Papa Juan Pablo II, en referencia específica a este país, ha mencionado la crisis que se vive, y ha recordado que «los que más sufren en las crisis son los pobres».

Otro clamor por una tregua política navideña proviene del Concilio Evangélico Asamblea de Dios. La solicitan «para que la población tenga la oportunidad de celebrar unas fiestas navideñas en paz y sosiego», que en nuestra opinión es lo mínimo que debe proporcionársele a un pueblo donde escasea alarmantemente el pan.

La posibilidad de que la celebración de la llegada de Jesús al mundo «se vea empañada por las constantes diatribas y lucha de intereses», parece disipada con la posposición, se ha dicho que hasta enero, de una convención política programada para efectuarla en las puertas de la Navidad. Es la segunda posposición de esa convención reeleccionista.

En la posposición de ahora puede tenerse la primera y más importante señal de que la tregua navideña solicitada está asegurada. Hasta en tiempos de guerra, el milagro del nacimiento de Jesús crea el ambiente para una tregua. No hay solicitudes previas ni firma de pacto alguno. Es que la magia de la Navidad es milagrosa. Vuelve los espíritus hacia la serenidad, la bondad y el amor para compartir. Es la imponderable ocasión para que quienes lo necesiten deseándolo, recobren su fe, ablanden la dureza de sus corazones y borren de sus mentes la proclividad a la rebeldía que envanece. Como en el orgullo, sólo el orgullo creador vale, no el que envanece.

Sea poesía o leyenda, «Cristo nació en un pesebre, entre el vaho de animales sudorosos, el estiércol y la suciedad». Sólo eso debiera bastar para que el hombre entienda el valor de la grandeza de Cristo, y aprenda y viva los valores de su humildad. Pero no por la humildad del pesebre, sino porque nacido allí fue Redentor de la Humanidad.

La grandeza de Cristo no le viene del pesebre, pues la humildad no es pobre en el sentido de carencia. Hay ricos humildes y pobres orgullosos. La pobreza es física, mientras la humildad está en el alma. Allí surge y vive. No se muda.

El país merece ser mejor tratado por los políticos y los sectores influyentes, para que la de ahora, como otras Navidades, sean disfrutadas como fiestas de paz, no de la eventualmente proveniente del autoritarismo, sino la de la seguridad de los ingresos para la vida familiar digna del ser humano.

Dios y la Virgen de la Altagracia cuiden al país.

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