Mis modestas inquietudes políticas a nivel global y local siempre están ceñidas a un pensamiento liberal, democrático e identificado con el respeto a los derechos de las personas, no importa que estas sean negras, blancas, amarillas, católicas, evangélicas, musulmanes o ateas. De ahí que haya tenido coincidencia, en el plano mundial, con los postulados de los demócratas en los Estados Unidos y de las ideas de centro izquierda en América Latina.
(Abro un paréntesis para decir que los republicanos aplican a veces políticas que sintonizan más con la gente que el propio Partido Demócrata, especialmente para los latinoamericanos).
La identidad con los demócratas me lleva a desear que éstos resulten victoriosos en las elecciones presidenciales de ese país. En esta ocasión, no tenía por qué ser de otra manera. En mis conversaciones con mis hijos (Cristian y Ariel) y con algunos amigos relativas al tema, manifesté en privado, no así en público, el deseo de que ganara Hillary Clinton, aún con mis reservas sobre sus debilidades electorales.
¿Por qué siendo Clinton la favorita en todas las encuestas, teniendo a toda la prensa norteamericana a su favor, estando los republicanos divididos en el apoyo a Trump, con buena parte de la opinión pública y líderes mundiales favoreciéndole, y a pesar de todos los errores estratégicos de su adversario, la dama perdió de un candidato que no era político? Esa es la gran pregunta.
Mi humilde respuesta se fundamenta en el hecho de que Donald Trump no es político. Enarboló un discurso anti político que hizo diana en la percepción de los electores de origen norteamericano de que la política tradicional no se reinventa, sigue los mismos patrones y, muchas veces, los actores parecen ser indiferentes a las quejas y aspiraciones de los ciudadanos respecto de sus problemas.
Lo peor que puede pasarle a un político es dejar que se le construya una reputación de mentiroso, poco fiable y demagogo, de que se rodea de las mismas personas que solo buscan saciar sus ambiciones desmedidas, que al parecer fue lo que ocurrió con la señora Clinton, la candidata que según las encuestas era la predilecta de todos los latinos y la escogida por los grandes medios de comunicación de los Estados Unidos y del mundo.
Esa y otras razones explican los sorpresivos resultados del Brexi en Inglaterra, el “No” en Bogotá y el triunfo en EEUU de un hombre que antes que recibirlo con alborozo, el planeta lo acogió con pavor, a tal punto que las bolsas se desplomaron antes de anunciarse ganador; en definitiva, un presidente de Estados Unidos sin control emocional. La esperanza que anido es que cumpla sus promesas con la gente y que las amenazas segregacionistas contra los latinos y las mujeres solo sean municiones de una guerra electoral.