Donald Trump y el Fin de su Carrera Política

Donald Trump y el Fin de su Carrera Política

Julio E. Diaz Sosa

                                     

Al escribir estas líneas, no pretendo ser un oráculo predictor del futuro, ni tampoco estoy infiriendo sobre las probabilidades de que Donald Trump se alce con la presidencia de los Estados Unidos en noviembre próximo, las cuales hoy en día son bastante altas. Esta discusión se centrará más bien en los preceptos constitucionales que culminarían con la carrera política después de un posible segundo período sentado en el Despacho Oval y sus implicaciones geopolíticas a futuro.

En caso de ganar la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump sería el segundo presidente estadounidense en ocupar la presidencia en dos períodos no consecutivos. El primero en hacerlo fue Grover Cleveland (1885-1889) y (1893-1897). Sin embargo, durante la presidencia de Grover Cleveland, no existían límites constitucionales para ejercer el poder ejecutivo, pero con los cuatro mandatos de Franklin Delano Roosevelt, el Congreso de los Estados Unidos decidió establecer un límite de dos períodos al mandato presidencial.

Luego de ser ratificada por ¾ partes de los estados que conforman la unión estadounidense, la Enmienda 22 de la Constitución estadounidense fue ratificada el 27 de febrero de 2021. Dicha enmienda establece claramente: «Ninguna persona será elegida para el cargo de presidente más de dos veces, y ninguna persona que haya ocupado el cargo de presidente o haya actuado como presidente durante más de dos años de un mandato para el cual otra persona fue elegida presidente será elegida al cargo de presidente más de una vez. Pero este Artículo no se aplicará a ninguna persona que ocupe el cargo de presidente cuando este Artículo fue propuesto por el Congreso, y no impedirá que cualquier persona que pueda estar ocupando el cargo de presidente, o actuando como presidente, durante el plazo dentro del cual este Artículo entre en vigencia, pueda ocupar el cargo de presidente o actuar como presidente durante el resto de dicho mandato”.

En caso de que Donald Trump resulte electo en noviembre, solo podrá ocupar el solio presidencial por dicho período, ya que ya ocupó el cargo previamente. Por lo tanto, su carrera política llegaría a su fin de todas formas por la vía constitucional. Sin embargo, un próximo mandato de Donald Trump tendría serias implicaciones geopolíticas no solo para el orden mundial establecido después de la Segunda Guerra Mundial en 1945, sino también para la permanencia de los Estados Unidos como potencia mundial hegemónica.

Una de las virtudes que ponderan los admiradores del presidente Trump es su desdén hacia el complejo militar-industrial de su país, que le ha brindado la fortaleza y hegemonía militar para actuar en favor de sus intereses hegemónicos y consolidar su poder blando a través del orden mundial que le ha favorecido en los últimos 80 años. No obstante, dicha hegemonía se ve amenazada con el resurgir de una potencia hegemónica que le está disputando dicho sitial: China.

La historia nos muestra que el orden establecido cambia cuando surge otra potencia que disputa a la potencia hegemónica en el plano militar, tecnológico, económico, etc. En el plano militar, China hoy es más fuerte que hace 15 años, y aunque los Estados Unidos mantienen cierto grado de superioridad aún, dicha brecha se cierra cada día más.

Con el fin de la globalización y el resurgir del nacionalismo, China ha iniciado su expansión territorial, como toda potencia que aspira a ser imperio. Un ejemplo de ello es la expansión de China en áreas estratégicas de los mares del Este y Sur de China. Estas áreas geoestratégicas cubren las costas del Este de Vietnam, el Norte de Malasia y el Oeste de Filipinas, que incluye un gran número de islas. No solo son de vital importancia para el comercio marítimo chino, sino que también se dice que esa zona es rica en recursos naturales, especialmente petróleo, algo que China desearía tener, ya que depende netamente de dicho carburante y es de vital importancia estratégica para su consolidación económica como primera potencia. Si a esto le sumamos las crecientes tensiones por ocupar Taiwán, surge la pregunta: ¿Qué haría los Estados Unidos en términos militares bajo una presidencia de Donald Trump? ¿Se quedaría de brazos cruzados o actuaría militarmente, o se retiraría de ser el jugador hegemónico en el orden mundial? Aunque es extemporáneo responder a dicha interrogante, la historia nos indica que ningún orden mundial ha sido derribado por la potencia emergente sin ocasionar un conflicto bélico a escala planetaria.

En el aspecto tecnológico, China le está disputando la hegemonía a los Estados Unidos con tecnologías de última generación, no solo en las telecomunicaciones sino también en el plano de la Inteligencia Artificial (IA). Sin embargo, una posible presidencia de Donald Trump, con su nivel de confrontación a través de su guerra comercial, podría revertir en cierta medida dicho avance. Aun así, debe flexibilizar su postura en el plano migratorio para permitir la entrada de talentos de todo el mundo a los Estados Unidos, ya que dicha apertura le permitió a ese país consolidarse como potencia tecnológica desde inicios del Siglo XX.

Finalmente, en el plano económico, a pesar de que el dólar estadounidense es la moneda de reserva mundial, la economía estadounidense se encuentra en la parte final del gran ciclo de deuda que viven los imperios en su etapa de declive, donde tienen tanta deuda que resulta impagable y acuden a monetizarla, gracias a ese “derecho” que le asiste tener la moneda de reserva mundial. Es por ello que recurren a imprimir dinero para financiar el gasto público. Hoy en día, la deuda estadounidense alcanza la cifra de US$ 34 billones, poco más del 125% de su PIB, y gran parte de esa deuda está en manos de China. Es imperativo enfrentar dicha deuda para consolidar sus finanzas públicas, lo cual es primordial para cualquier imperio que busca mantener su hegemonía. Sin embargo, dicha deuda y déficit presupuestario no se van a reducir con las recetas neoliberales de Trump, que consisten en darle recortes impositivos a los más acaudalados. ¿Volvería Trump con la misma receta, o abordaría el tema desde una óptica más holística en el ámbito fiscal con recortes de gastos y más impuestos para los más ricos? La dialéctica política nos muestra que la política es dinámica y que cada coyuntura es diferente, por ende, las políticas públicas deben ajustarse a la realidad del momento. Si Trump quiere hacer a los Estados Unidos de nuevo, en un posible próximo mandato debe cambiar el recetario; de lo contrario, estaría creando las condiciones para un declive hegemónico irreversible de su nación.

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