Donald Trump y Grover Cleveland

Donald Trump y Grover Cleveland

Julio E. Diaz Sosa

Muchos de mis amables lectores se preguntarán sobre la finalidad del título de este artículo, que a simple vista pareciera vesánico. Aunque resulta algo extemporáneo afirmar o tratar de predecir el posible triunfo electoral de Donald Trump en noviembre debido a las características y la dialéctica propia de la política estadounidense. Sin embargo, no es menos cierto que existen altas probabilidades de que el expresidente Trump ocupe una vez más el Despacho Oval, lo cual lo podría convertir en el segundo presidente en la historia de los Estados Unidos en servir dos mandatos no consecutivos, después de Grover Cleveland (1885-1889) y (1893-1897).

La personalidad de ambos mandatarios y su manejo en el ejercicio público fueron muy disímiles. En el caso específico de Grover Cleveland, fue un mandatario que se condujo apegado de manera irrestricta a la ética y la integridad tanto en su vida pública como privada, muy distinto al mandatario número 45 de la nación estadounidense, contra quien pesan varias demandas judiciales que podrían entorpecer su posible regreso en noviembre próximo. Por otra parte, en el accionar económico, Grover Cleveland se adhirió a los cánones del liberalismo clásico, casi rayando en el anarcocapitalismo de Murray Rothbard. Cleveland fue un presidente que favorecía a los negocios, estaba en contra de los altos aranceles, que chocaban con el proteccionismo de los Republicanos de la época. Además, estaba en contra de la libre circulación y acuñamiento de la plata, estuvo en contra del imperialismo, de los subsidios de todo tipo y, por demás, era fiscalmente responsable en el manejo de las finanzas públicas.

Si nos abocamos a realizar un paralelismo entre Trump y Cleveland, podemos encontrar ciertas particularidades: ambos fueron fervientes luchadores en contra del imperialismo amparado en el complejo militar-industrial, y en el plano económico, sus gobiernos abogaron por mantener la inflación bajo control. Tanto Cleveland como Trump pusieron fin a la hegemonía política de los partidos opositores. Cleveland le puso fin al dominio Republicano que abarcó las etapas desde la Guerra Civil hasta el período de la Reconstrucción (1861-1885), mientras que Trump puso fin a la primera etapa de poder de los demócratas en el siglo XXI, bajo la presidencia de Barack Obama, que, gracias al histrionismo de Trump, parecía un triunfo fácil para los Demócratas en 2016.

Una crisis económica que tambaleó el sistema capitalista y agudizó la relación capital-trabajo, brindando estabilidad al sistema, afectó enormemente a ambos mandatarios. En el caso de Cleveland, el pánico de 1893, que se originó en la administración de su predecesor Republicano, Benjamín Harrison. Esta crisis tuvo su génesis en el movimiento de la libre circulación de la plata, amparados en los Demócratas agrarios del Sur y los Republicanos mineros del Oeste, que rechazaban el establecimiento del patrón oro que defendían los Republicanos y Demócratas del Norte. El desenlace de esta crisis se tradujo en una depresión económica que duró todo el segundo mandato de Cleveland (1893-1897). Esta crisis afectó todos los sectores de la economía, haciendo alusión al modelo insumo-producto de Leontief, ya que hubo muchas quiebras bancarias, especialmente en la inversión en los ferrocarriles que fue financiada con bonos denominados en plata, acarreando pagos de intereses muy altos. El impacto en el sector laboral no se hizo esperar, y Cleveland, por su postura antisindical, no supo sortear la situación, lo que provocó la huelga de Pullman en 1894, en Chicago, que involucró al ejército estadounidense. Para las elecciones de 1896, fruto de la crisis de 1893 y sus efectos, los Demócratas perdieron las elecciones presidenciales y duraron fuera del poder hasta 1912 con la llegada de Woodrow Wilson.

En el caso de Trump, la crisis económica provocada por el COVID-19 decretó su derrota en las elecciones de 2020, porque no supo manejar la dosis de Estado de Bienestar que demandaba la sociedad estadounidense a través de los paquetes de estímulos y otras medidas de protección social, las cuales no realizó debido a su adhesión al capitalismo neoliberal, aunque en el fondo. Aunque en las formas con relación al libre comercio, el cual aborrecía por el hartazgo de los sectores populares que vieron perder sus empleos e ingresos por el proceso de desindustrialización neoliberal iniciado en la década de los 80 del siglo XX. Si Trump hubiera cedido a tales peticiones, es muy probable que hubiera sido reelegido, ya que la parte económica y el prestigio que brindan los bienes materiales a la clase media aspiracional, como describía Weber, lo hubieran catapultado al triunfo a pesar de su desdén por los sectores populares.

Finalmente, ambos mandatarios enfrentaron crisis que pusieron en riesgo la estabilidad del sistema capitalista. Como decía Marx en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, la historia se repite dos veces: la primera vez como tragedia y la segunda como una farsa. Cleveland se vio afectado por el pánico de 1893, que puso fin al capitalismo de acumulación económica oligarca. En el caso de Trump, podría beneficiarse en este año 2024 de las crisis acumuladas que enfrenta la última etapa del capitalismo de acumulación neoliberal, que se traduce en el agotamiento perpetuo del modelo, garantizando sucesivas crisis y dando paso al interregno que hablaba Gramsci, que se da entre las élites políticas y económicas, traduciéndose en procesos hegemónicos y contrahegemónicos. La realidad material que vive el estadounidense promedio podría llevar a los sectores populares a abrazar la propuesta de ultraderecha, aunque lacere sus derechos solo por el bienestar económico que pregona. Dicho esto, podría ser el segundo Grover Cleveland en la historia de los Estados Unidos.

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