A pesar de que sociológicamente la concepción del poder ha sido vista como amorfa, no menos cierto es, que desde la antigüedad hasta nuestros días este ha sido uno de los temas de mayor debate y ponderación. Verbigracia, en la antigua Grecia los filósofos Platón y Aristóteles, en el Renacimiento el gran Maquiavelo, en el período de ilustración por Rousseau y Montesquieu, en la era contemporánea Marx, Weber, Russell y Kenneth Galbraith y, en la que podríamos considerar la era post-contemporánea también se han manifestado sobre el poder Foucault, Greene, Brzezinski, Chomsky, Nye, Naím y muchos otros.
En ese sentido, al margen de toda concepción etimológica del poder el mismo debe ser definido como, la probabilidad de imponer una voluntad omnímoda dentro de una relación social; aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad. Ósea, debemos decir que el poder tiene un fin cuantitativo que se materializa cuando las naciones o las personas con intereses similares se encuentran y, uno de ellos puede conseguir los deseos de los demás y los propios suyos. Empero, hay que agregar que aun cuando ese poder se manifiesta de manera formal, si se bifurca del orgullo e insignia del poder social es como si no existiera.
Nerón y John F. Kennedy.
Suetonio, Casio, Crisóstomo, Josefo, Plutarco, Séneca, Tácito y muchos otros, coinciden en que nadie ejerció tanto poder en la Roma imperial como Nerón. A este se le permitió matar a su propia madre Agripina, a sus esposas Octavia y a Popea embarazada. Mató a Británico sucesor al trono, a sus maestros Burro y Séneca y cual si fuera poco; se le permitió quebrar el Estado para sus placeres e incendiar casi por completo toda la ciudad. Sin embargo, cuando este abandonó el cuidado de las fronteras y se convirtió en esposa de su propio esclavo Dióforo quién lo golpeaba en las calles, sus propios gobernadores como Calpurnio, Víndex y Galba, los generales Rufo, Sabino y Tigelino y hasta el Senado dijeron; que había ridiculizado el poder y por eso había que salir de él.
Asimismo, en 1961 llegó a la Casa Blanca John F. Kennedy quien es considerado y venerado como uno de los mejores presidentes de EE.UU. A Kennedy se le permitió su condición de católico en una sociedad donde el poder lo controlan los judíos. Se convirtió en el principal aliado del Movimiento por los Derechos Civiles en un país ultraconservador y también; ha sido el único presidente en reconocer una derrota como pasó con Bahía de Cochinos en Cuba. Por eso, sus propios funcionarios como LeMay, McNamara, Dulles ex de la CIA, la desaparecida EXCOMM y hasta el propio Vicepresidente Johnson, entendieron que este ridiculizó la insignia del poder y el orgullo de EE.UU. en el Conflicto de los Misiles de 1962, donde le derribaron un avión a EE.UU. y murió el Mayor Rudolf Anderson y por eso salieron de él.
La Cumbre de Helsinki y el Orgullo de EE.UU.
Si extrapolamos esos y muchos otros acontecimientos de la misma naturaleza a la coyuntura actual, podemos decir que al presidente Trump desde su llegada al poder también le han soportado una inconmensurable suma de excentricidades propias de un enajenado mental. Máxime, en un EE.UU. que desde su escudo con el águila imperial se puede ver; que siempre ha creído ser el sucesor del Imperio Romano. Por consiguiente, con lo que pasó el16 de julio en la Cumbre de Helsinki se puede argüir de manera inequívoca, que para el orgullo e insignia del poder de un EE.UU. se concretizó otro día de la infamia como el que describió Roosevelt el 8 de diciembre de 1941.
Desde esa perspectiva, hoy más que nunca cobra fuerza el llamado “Dossier de Trump” del ex agente británico del MI6 Christopher Steele, de que el (FSB) de Rusia tiene documentos que comprometen su imagen sobre todo sexual. Y, la versión del ex agente de contraespionaje de la (KGB) Daniel Estulin quien describe en su libro “La Trastienda de Trump” que fueron los rusos-judíos quienes financiaron la campaña del presidente y que por eso sería un títere de ellos. De ser cierto esto, nadie podría dudar que se entendería mancillada la insignia del poder de EE.UU. y, que mañana sean sus propios colaboradores quienes apoyen al fiscal Robert Mueller para que lo devore, pues como decía Adolf Hitler “Primero es el poder y después los detalles”.