Donatilo: munícipe ignorado por muchos

Donatilo: munícipe ignorado por muchos

HIGÜEY. LA ALTAGRACIA. El Higüey  moderno, densamente poblado, dotado de grandes centros comerciales, de medianas industrias y con una alta demanda habitacional y de servicios diversos, incluidas tres universidades, crece y se desarrolla ignorante de la capacidad de emprendimiento, trabajo e inversión económica que hombres como Donatilo Acosta de la Cruz (Don Tilo) hicieron para apuntalar el desarrollo de esta pujante provincia turística y ganadera del Este del país.

Don Juan Alejandro Acosta, primer oficial naval dominicano, uno de los fundadores de la Marina de Guerra, en pleno proceso de la lucha de independencia, fue el abuelo de Donatilo Acosta de la Cruz, hijo de Don Juan Alejandro. Nació en Santo Domingo el 30 de agosto de 1879, y en 1896, a los  17 años,  se radicó en el pequeño poblado de Higüey.

A temprana edad, Donatilo se inclina por las actividades agropecuarias, comerciales, financieras e industriales; también preservando espacio y tiempo para la política y la procreación de una familia compuesta por cinco hijos, procreados con la señora Josefa Ortiz  de Acosta (Chini), quienes fueron Donatilo hijo, Juan Bautista y César Guillermo, padre de Chuky  Acosta, líder del Conjunto Quisqueya, fallecidos, y sobreviven Dulce María y Josefina Altagracia Acosta Ortiz, de 99 y 94 años. Don Tilo, como le llamaban cariñosamente, tuvo cinco hijos más de otras uniones

Una de las primeras empresas fundadas por Donatilo Acosta Ortiz es una planta generadora de electricidad, en 1928, que dota de energía a esta población,  en horario de 6:00 de la tarde a 12:00 de la noche.

Doña Dulce María, completamente lúcida y una voz de temple autoritario, recuerda que su padre “llevó la luz a Higüey de la mano de un técnico en electricidad  italiano, llamado Haroldo Matei, quien se encargaba de operar los equipos, darle mantenimiento y reparación”.

“Esa pequeña planta -recuerda doña Dulce- sustituyó el alumbrado con faroles y alquitrán, que había en las esquinas de las tres o cuatro principales calles del pueblo, instalado a finales de 1870.

Doña Josefina Altagracia cuenta, a modo de anécdota, que la gente gritaba a coro “Haroldo, no te lleves la luz, no te la lleves, que es temprano aún y faltan oficios por hacer, pero luego de la señal, que era un bajón (pestañeo) de la luz, a los 10 minutos la planta, que quedaba donde posteriormente se construyó el tanque del acueducto, era definitivamente apagada”.

En su afán emprendedor, Donatilo aprovechó su condición de ganadero para fundar “La Antillana”, primera fábrica de queso y mantequilla, que además de abastecer el mercado regional, incluido  Santo Domingo, exportaba a Puerto Rico y a las islas inglesas y francesas vecinas.

 “Yo recuerdo -dice doña Dulce, con  99 años-  que papá Tilo, con la ayuda de Lico Herrera, que era el administrador de la fábrica, le compraba la leche a los otros ganaderos, porque la que producía no era suficiente para la demanda de queso y mantequilla,  y a la gente le gustaban mucho”.

Doña Josefa Altagracia, en abono a lo que dice su hermana Dulce, también recuerda que el hogar de los Acosta Ortiz era una amplia residencia ubicada en la calle Duvergé esquina Trinitaria, con varios almacenes anexos, dos donde se almacenaban café y cacao y un tercero con una tienda, parecida a los centros comerciales modernos, donde se vendía de todo.

 “Josefa tiene razón -dice doña Dulce-. Allí yo vendía escopetas, municiones, pólvora, ron en barrica, tela, comida, artículos ferreteros e implementos agrícolas, que eran muy demandados por los agricultores, como por ejemplo machetes, azadas, cultivadoras y sembradoras, entre otras  cosas”.

 “Papá era un genio del comercio,  porque se dio cuenta que en Higüey se necesitaba una panadería y la construyó, poniendo al frente como administrador a Pedro Botello (Perucho), donde se hacían panes y galletas en  gran calidad, especialmente de huevos de gallinas criollas”, apunta.

También refiere  que Donatilo instaló una fábrica de hielo al lado de la planta de electricidad, en la calle Duvergé, que suplía a las familias, a los centros de diversión locales y de la Otra Banda, San Rafael del Yuma y Boca de Yuma y  otros.

Donatilo Acosta de la Cruz, siguiéndole los pasos a su abuelo, Juan Alejandro Acosta, luchador independentista, se desempeñó en varios períodos como regidor del ayuntamiento higüeyano y fue también alcalde en la ciudad de La Romana, donde también ejerció el comercio, según cuenta su hija Dulce María.

 “Mi abuelo fue tan osado que convenció al dictador Rafael Leonidas Trujillo para que le permitiera desempeñarse como tramitador de Títulos de Tierra y  financiero de préstamos a los empleados públicos, para pagarlos en cuotas con muy bajos intereses. Muchos de estos préstamos nunca se recuperaron”, lamenta la nieta Leonor Acosta Guerrero.

No obstante, su dilatado historial de munícipe pionero y emprendedor del Higüey de principio y mediado de siglo, hombre de gran devoción altagraciana, Donatilo Acosta de la Cruz descansa, desde el 1962, en el total olvido de la generación que lo conoció y en el anonimato de las nuevas generaciones.

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