¿Dónde está el señor mercado?

¿Dónde está el señor mercado?

La crisis financiera en Estados Unidos sale a relucir a diario y de manera privilegiada en los medios de comunicación. Los análisis parecen concentrarse más en los efectos que en las causas de ese problema.

Por la forma en que a veces se presenta, da la impresión de que es asunto exclusivo de Estados Unidos. Pero la realidad es otra: la crisis es del sistema capitalista y, tarde o temprano, afectará al mundo entero.

El problema viene de lejos. La enfermedad del capitalismo empieza a agravarse el 15 de agosto de 1971, casi cuatro décadas atrás. Ese día, el Presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, anunció su “nueva política económica”, forzado por los gastos de la guerra de Vietnam. Con ella terminaba la libre convertibilidad del dólar por oro.

Aquello fue, en realidad, la primera gran devaluación de esa divisa. Para el capitalismo mundial, la decisión fue como si el virus del sida penetrara en su torrente sanguíneo. En el mundo empezaría a primar la confianza subjetiva en el dólar, más que su valor en capacidad productiva. Desde entonces, la desconexión entre la economía real y la economía financiera ha ido creciendo y las sucesivas devaluaciones del dólar han hecho que no sea considerado como un medio de pago absolutamente seguro.

Como ha sido habitual en el capitalismo, el afán de enriquecimiento se ha privilegiado por encima de la protección a la calidad de vida de la ciudadanía. La codicia de los especuladores financieros ha hecho que, en cada crisis, mute como el sida y ponga en práctica nuevos mecanismos para aumentar sus riquezas. Al mismo tiempo, se cuida de ubicar a sus representantes en los niveles más altos de gobierno.

La terrible desregulación financiera de los años 1980 con Ronald Reagan hizo que la anarquía y la estafa se erigieran como símbolos del sistema financiero del mundo. La mutación en burbuja financiera tendría corta aunque intensa vida. Luego vendría la globalización, otra mutación mediante la cual se favorecía a los más ricos para que, supuestamente, con el aumento de sus beneficios invirtieran más. Pero la codicia nunca permitió que así fuera. Los pobres se hicieron más pobres y los ricos aumentaron sus ganancias hasta el asco. La burbuja de la globalización creó el espejismo de riquezas cuando no era más que una manipulación.

Como estas crisis son congénitas al capitalismo mundial, las ganancias de las grandes corporaciones empezaron a disminuir a finales de la década de los 1990. Todavía generaban beneficios para sus bolsillos pero no creaban capacidad productiva suficiente para reforzar el sistema.

En este afán de riqueza fácil, elaboraron entonces un mecanismo inmobiliario que, desde el principio, fue una estafa bien coordinada. Los bienes raíces mutaron para convertirse en burbuja especulativa que ofrecía prosperidad efímera a unos cuantos al tiempo que aseguraba el colapso empresarial súbito en muy corto plazo.

El problema principal del capitalismo en Estados Unidos es que quienes debían vigilar la salud del sistema financiero son los principales violadores de esas normas. No en balde encontramos que el Secretario del Tesoro, Henry Paulson, fue hasta hace poco el principal ejecutivo de Goldman Sachs donde recibió US$168 millones por sus servicios.

La Administración Bush, atrapada en un déficit fiscal provocado por sus guerras de agresión, adopta ahora una táctica perversa para enfrentar esta crisis. Solicitó y obtuvo una cantidad descomunal de dinero para salvar a sus asociados, los especuladores financieros, quienes han llevado a la ruina a millones de ciudadanos del mundo. La paz, el medio ambiente y la hambruna mundial pueden esperar.

Visto todo lo anterior, estamos ante otra gran crisis del capitalismo mundial que hace erupción a partir de Estados Unidos. El sistema no va a desmoronarse por esta otra crisis. Si no desapareció durante el viernes negro de 1987, cuando el mercado de valores perdió el 23% de su valor y tres mil bancos tuvieron que cerrar sus puertas, no sucumbirá ante una caída de apenas 7%. Pero de que el capitalismo está en cuidados intensivos, no hay duda alguna.

Al final una pregunta tonta: ¿dónde está el señor mercado que debió resolver todos los problemas del capitalismo por sí solo?

¿Estará de vacaciones?

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