Que  me den un chaleco antibalas y un antifaz contra malos olores porque este país no sabemos a qué huele, porque a lavanda no es.

Estamos  a punto de vivir en un continuo lodazal.

Todos los días surge un nuevo escándalo o aparece un nuevo ajusticiado por los delincuentes o por intocables narcos; parece que hace falta que se produzca un holocausto de distinguidos notables, de recaudadores y las nuevas sanguijüelas.

Parece que la mal llamada clase dirigente del país debe pasar una cuarentena  en un desierto, sin agua ni pan, antes de ponerse a pedir los votos de los dominicanos para las elecciones del 2012, pues parece que los políticos en el poder solo piensan en forrarse los bolsillos con  el dinero del pueblo, porque ¿piensan a dónde está yendo lo recaudado a través de los impuestos? Se dilapidan entre comisiones y mordidas y facturas sobrevaluadas.

Hasta ahora ninguno de los escándalos que han estallado desde años atrás ha terminado en un desenlace ejemplarizador y de escarmiento.

Porque los partidos políticos solamente se vigilan entre sí para aprender a dónde ir a buscar para descubrir la mina o para participar del botín, pero nunca ninguno de ellos ha puesto la primera piedra del orden y la honradez en su pedestal.

Por eso ahora todos están con el lodo hasta el cuello. Y esto viene desde hace décadas. Pasan los años; pero  no hay cambio, parece como que la honradez era verde y se la comieron los burros.

Todos hemos notado en las encuestas que se hacen antes y después de los procesos electorales, que estos arrojan o indican, que la profesión de político tiene muy mala reputación, es decir, un nefasto desempeño aunque antes tenían o se le atribuía a los periodistas peor reputación; sin embargo, ahora son éstos los que mantienen mejor crédito, son mejor vistos porque se han  transformado en el azote de los políticos y porque resultan ser más honestos que aquellos. La honradez es el mejor traje que puede ostentar un político ¡Qué Dios nos proteja de la corrupción!