Sin importar edad, sexo o profesión, en algunos casos con mayor frecuencia que en otros según las circunstancias vividas, se producen en nosotros reacciones incorrectas que, en la mayoría de los casos, justificamos.
Tristezas, celos, ira, inconformidad, impotencia y hasta desesperación se convierten en nuestro diario vivir.
La ansiedad y el descontrol nos abruman haciendo de las relaciones interpersonales un desastre. Se nos escapa la paz.
Cuando la atmósfera en que coexistimos se carga de esta forma debemos detenernos y buscar una transformación seria y permanente con el fin primero de que la paz reine en nosotros y en los que junto a nosotros conviven.
Toda salida humana o terrenal nos traerá una quietud momentánea e irreal.
Sin embargo, si nos acercamos a la fuente de paz verdadera, que nos llena de un reposo que permanece aún en medio de las más difíciles circunstancias nuestras actitudes indudablemente serán diferentes.
El amor, el gozo, la paz, la paciencia, la templanza, serán el fruto que produciremos.
Si quieres tener una vida de calidad y conocer la verdadera felicidad, busca a Jesús y saldrán de ti ríos de agua viva. Considera Su Palabra fiel y verdadera y ponla por obra.
Si supieras lo que Dios puede darte y conocieras a aquel que te dice: Dame de beber, tú le pedirás a El y El te dará agua que da vida.