¿Dónde estaban en 1962?

¿Dónde estaban en 1962?

Por definición, Trujillo fue tirano y dictador que humilló a República Dominicana sin tener que rendir cuentas ante nadie. Los que nacimos y vivimos bajo su régimen no necesitamos muchas explicaciones para diferenciar el mal del bien. Recordamos que, a raíz de la decapitación de la dictadura, hubo una estampida de trujillistas. Esos servidores del tirano decidieron escapar por saberse merecedores de grandes castigos luego de su colaboración delictiva, ya por comisión como por omisión. Muy pocos fueron enjuiciados o encarcelados.

Aceleró la estampida el hecho que el Consejo de Estado promulgó una ley que prohibía exaltar a los Trujillo, al tiempo que instruía castigo para quienes lo hicieran. La mayoría de los “pejes gordos” huyó del país. Entre éstos, militares que habían torturado y asesinado, funcionarios que habían ofrendado hijas y esposas, así como profesionales que vendieron su conciencia. Los de menor categoría, se escondieron y abandonaron la vida pública por mucho tiempo. Los trujillistas de la estampida sufrieron en carne propia lo que era la marginación social marcada por el delito común.

Otros trujillistas, militares, funcionarios y profesionales, se declararon “sufridos de la tiranía” para justificar la delación que hicieron de sus antiguos compañeros de parranda y de crímenes. De los que se quedaron, muchos se refugiaron bajo las alas de Unión Cívica Nacional (UCN). Otros se pegaron como lapa al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), adulando a Juan Bosch y ayudándolo a ganar la Presidencia. Por oportunismo, alguno optó por acercarse a la “Agrupación Política 14 de Junio” que encabezaba Manolo Tavárez Justo.

Llegó la victoria de Bosch en las elecciones de 1962 para que luego tuviera lugar el golpe de Estado en 1963 y su consecuencia, la caricatura dictatorial del Triunvirato. Los trujillistas permanecieron en el exilio porque sus colegas de antes, los que se habían declarado antitrujillistas, retornaron al gobierno. Llegó entonces la crisis de 1965 seguida de la invasión de Estados Unidos y los pocos trujillistas que permanecían en prisión fueron liberados por el Ministro militar constitucionalista.

Y entonces retornó Balaguer a la Presidencia de la República en 1966, por obra y gracia de los invasores estadounidenses. El “Padre de la Democracia Dominicana” entregó entonces a los antiguos socios de Trujillo las empresas que habían pasado a manos del Estado. Los más renombrados trujillistas retornaron gradualmente al país y empezaron a ser insertados en el gobierno y en la sociedad, como si nada hubiera pasado. Los Coroneles, famosos por sus actos criminales, fueron reintegrados a las Fuerzas Armadas con sus rangos de la tiranía. Otro reparte hostias católicas tintas en sangre.

Con la vuelta de Balaguer al poder en 1986, los beneficiarios de la tiranía alcanzaron la plena convicción de que nunca serían castigados por sus crímenes y desmanes de los tiempos de “El Jefe”. Ningún trujillista purgó, ni purgaría, pena alguna por sus actividades delictivas cometidas durante la dictadura. La impunidad prevaleció siempre, ya porque compartían antiguos secretos con los gobernantes, porque la justicia temía abrir los archivos o porque los funcionarios de turno evitaban que llegaran a los tribunales sus andanzas trujillistas.

Y es entonces cuando empiezan a surgir las ideas de embellecer la imagen de Trujillo. Eso, a pesar de que la ley de destrujillización decretada por el Consejo de Estado en 1962 nunca fue derogada. Se sentaban así las bases para que trujillistas de tercera categoría empezaran a publicar, semanalmente, páginas de periódicos con fotografías que recordaban graciosamente la tiranía.

También publican artículos y libros en los que Trujillo no aparece como el cruel tirano, sino como un hombre obligado por las circunstancias a matar y a robar. Y si no saben escribir, pagan a historiadores para que laven manchas de sangre noble de la imagen de devotos militares trujillistas. Se destaca el hecho de que ninguno de esos trujillistas narra hechos que lo incrimine en sus acciones delictivas. Todos son santos inocentes. Vil burla para la historia dominicana que encuentra cobijo en la impunidad de cuanto gobierno asciende al poder y que, incluso, financia la publicación de las exaltaciones al trujillismo.

Ante tanto descaro nunca estaría de más preguntar: ¿hacia dónde huyeron o dónde se escondieron esos trujillistas en 1962 cuando temían al castigo popular?

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